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Leyendas de áfrica

La explosión del futbolista africano es un viaje con muchas etapas que superan cada vez más jugadores. Webo, Etoo o Drogba representan el sueño de los chavales de muchas aldeas

ALFREDO VARONA

Hasta los 14 años, Pierre Webo, delantero del Mallorca, nunca se había calzado unas botas de fútbol. Jugaba con zapatos en las calles de Camerún desde que amanecía hasta el anocher. Aguantaba hasta que su madre iba a buscarle para que regresara a casa a hacer los deberes.

Era la crónica diaria de un chaval al que no le gustaban los cambios en sus rutinas: mismos escenarios, mismas pelotas de plásticos, mismas porterías de trapo y los mismos niños sonrientes, livianos y con las carnes apretadas. Algunos hasta jugaban descalzos porque no tenían mejores medios.

Hoy, Webo, que ha cumplido 26 años, se acuerda de esas escenas que todavía se repiten en África, de aquellos primeros pasos como futbolista en un centro de formación de Bafoussan. '¿La hierba?', se pregunta. 'Uf, no, en Camerún sólo hay un campo de césped en el que juega la selección'.

Es la realidad de África, que queda muy por debajo del horizonte europeo. Senegal, Camerún, Costa de Marfil, Malí, Burundi, Nigeria... De allí salen futbolistas a puñados. De hecho, hay más de 700 jugadores repartidos por equipos del fútbol europeo. Emigran pronto, a ser posible bastante antes de cumplir la mayoría de edad. No sólo es lo que quieren para hacer riqueza. También lo necesitan para adquirir los hábitos europeos. En África, es prácticamente imposible. No existe tanta formación.

De hecho, hay un dato que lo expresa rápido: los entrenadores de las selecciones africanas, en general, son forasteros. Alrededor de 3.000 ó 4.000 euros es lo que cuesta convencer a los padres para que dejen coger el avión a sus chicos con destino a Europa. El vuelo casi siempre se dirige a un país de segundo o tercer nivel, aunque hay excepciones.

Webo, por ejemplo, marchó al Nacional de Montevideo en Uruguay. 'Quería salir del país y fue lo que me ofrecieron'. Él emigró relativamente tarde, a los 18 años, cansado de las rozaduras en los tobillos de los campos de tierra. 'En Camerún, todo es pseudoprofesional', lamenta. 'Los medios no ponen atención en el fútbol y para los juveniles apenas hay competiciones internas como pasa en España. Sólo son partidos aislados'.

La primera gran señal del fútbol africano se produjo en el Mundial de España 82. Entonces, Argelia venció a la Alemania de Rummenige, Breitner y Littbarski. Camerún, con NKono en la portería y Milla en ataque, empató con Italia, que luego sería campeón del mundo. La frontera se abrió.

Los futbolistas africanos empezaron a emigrar a Europa, la tierra prometida. Algunos lo hicieron con un papel hegemónico, como Madjer en la Copa de Europa que el Oporto le ganó al Bayern Múnich en 1987. Junto a Futre, Madjer fue el líder de aquel equipo, la prueba de que los africanos podían ser tan buenos como los mejores. Luego, llegaron Abedi Pelé, Weah, Kanu o Etoo, que confirmaron la buena nueva. Los cuatro ganaron una Copa de Europa con un gran protagonismo.

Desde Italia-90, cuando el camerunés Omar Biyik pretendió derrotar a Inglaterra con un gol de tacón, cada vez que llega un Mundial se debate acerca de la posibilidad de que un equipo africano se proclame campeón mundial. Pero para probar la dimensión futbolística de este continente, Víctor Orta aporta un dato clave. 'Si se habla de los diez mejores futbolistas del mundo, ¿a quién no se le ocurren los nombres de Drogba, Etoo o Adebayor?'.

Orta se encarga, junto a Monchi, de la dirección deportiva del Sevilla. Desde hace años, el club apuesta por los futbolistas africanos. Y ahí están los nombres de Romaric, Kone o Kanouté, que vinieron con una carrera ya hecha en el fútbol francés o inglés.

De cara al futuro, el Sevilla estudia la captación directa y de ahí los viajes de la dirección deportiva a Senegal y a Costa de Marfil. La idea es reclutar a chavales y formarlos como está haciendo el Inter con Mario Balotelli, de origen ghanés. Sin embargo, actualmente esta opción es poco viable. 'En primer lugar, es difícil conseguir vídeos de esas ligas. Y, en segundo lugar, el mercado de Francia nos lleva cuarenta años de ventaja', señala Víctor Orta. 'Allí, al poder tener todos los extracomunitarios que deseen, hay bastantes más posibilidades. Y luego está la propia historia del país'.

En Bélgica pasa lo mismo. Hubo un tiempo en el que el Beveren tenía hasta quince africanos en plantilla, Romaric o Touré Yaya entre ellos. Para entonces, la idea ya estaba aceptada: el futbolista africano es una materia prima a la que se va a buscar para cualificarla y revenderla más cara. Se trata del proceso de maduración que en algunos casos es sumamente costoso como sucedió con Drogba, hoy reputado goleador del Chelsea. Su inicio en el LeMans francés fue duro. Pero hasta cierto punto es comprensible. Los chavales llegan de otra vida sin ascensor, sin microondas y sin nieve en invierno. Si lo superan, se convierten en hombres hechos y derechos. Hablarán varios idiomas y podrán viajar solos por los aeropuertos del mundo.

Pero no es fácil. Es como una travesía en el desierto que, por ejemplo, Touré Yaya representa como nadie. Antes de llegar al Barcelona, jugó en Ucrania y Grecia. Y hay muchísimos más, que llegan de adolescentes. Van donde les dicen y se entienden por señas. Giran la cabeza y lo aprueban todo.

Hay pocos que puedan elegir, como le pasó a Ogbeche, el delantero nigeriano del Valladolid. A los 15 años, le quiso fichar el Barcelona, pero él prefirió ir al París Saint Germain porque ahí jugaba Okocha, un compatriota suyo. Con el tiempo, Ogbeche llegó a compartir vestuario en el PSG con Ronaldinho. La reputación del futbolista, en un caso así, cambia para siempre.

Según el geógrafo Raffaele Poli, especialista en emigraciones clandestinas, el proceso está estudiado. 'Los jóvenes africanos primero pasan por campeonatos de tercera (Rumanía, Albania y hasta Malta) o segunda categoría (Suiza, Bélgica o Francia), antes de dar el gran salto'.

Es sorprendente saber la cantidad de futbolistas ghaneses que hay en Rumanía o de nigerianos en Albania. No todos triunfan, claro. No todos son Drogba, Adebayor o Kanouté. Pero hay otro dato que justifica la importancia de esta gente en el fútbol europeo.

En 2008, fueron 154 futbolistas africanos de las grandes Ligas europeas los que marcharon a jugar la Copa de África. Cuatro años antes, no habían sido ni el 60%. La importancia crece. Ahora se habla de África y hay más información. 'Eurosport ha retransmitido las seis últimas ediciones de la Copa de Africa', dice Orta, que se pregunta lo que valdrían Romaric o Kanouté si fueran españoles o italianos. De ser así, el Sevilla nunca hubiera podido comprarlos.

La realidad es que son tipos duros, capaces de jugar hasta con una hernia discal, como Touré Yaya. Es normal. Algunos se han criado a la intemperie. Y, naturalmente, también influye el incentivo: la posibilidad de arreglar sus vidas y enterrar viejos prejuicios.

En su día lo reivindicó Adebayor, la figura del Arsenal: 'Ese concepto de que los africanos somos unos holgazanes se está acabando'. Lleva razón. En el Sevilla están encantados con su legión de africanos, que son los primeros en llegar al entrenamiento y los últimos en marcharse. Ahí está el caso de Romaric, que llegó pasado de peso y en unas semanas los eliminó. O el de Kanouté, que se ha doctorado en la causa solidaria. Su fundación trabaja en la capital de Malí para ayudar a los huérfanos a ser alguien el día de mañana.

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