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Luis Fabiano sale otra vez al rescate

El Sevilla iguala un partido en el que el Málaga fue ganando por dos goles (2-2)

 

ALBERTO CABELLO

Sin gol, el Sevilla enloquece. Marcar se convierte en una obsesión que rompe cualquier lógica y tira a la basura los esquemas. Una hermosa locura que convierte los partidos en un aguacero de apariciones en el área contraria. El equipo supo levantar los dos goles con los que el Málaga se fue al vestuario en el descanso. La revolución tuvo el premio de el empate.

El Málaga se asomó al partido desde una rendija. A veces no es necesario abrir el portalón de par en par para ver lo que se busca. La extenuante pelea de Obinna con los zagueros del Sevilla fue el agujero por el que los de Muñiz encontrar la portería de Navas. Dos excepciones a una regla: el torrente de oportunidades de los locales.

El Málaga pretendió arrebatarle al partido cualquier melodía. Y es que el Sevilla es mucho más peligroso cuando interpreta su tonada, así que Muñiz jugó a desenchufar una y otra vez la circulación del Sevilla. Tres pases, una falta. Esas fueron las medidas del cóctel. Ese brebaje se evapora con velocidad. Así que Navas y Perotti pusieron al servicio del equipo todos sus kilovatios. La miopía de Negredo dejó sin premio las carreras de los dos extremos. El madrileño anda miope, está obcecado.

El Sevilla se quedó en cueros en el segundo tiempo. Arriesgó todo lo que tenía. Se desnudó atrás y llenó el campo del Málaga de jugadores de ataque. El partido se convirtió entonces en una secuencia sin fin de ataques y contraataques. La calidad de Luis Fabiano resultó decisiva otra vez más. Por arriba y por abajo, el delantero brasileño hizo buena en media hora la revolución que había instigado Jiménez con sus cambios. El Málaga resistió a duras penas el acoso.

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