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Manolo Briñas, el Clint Eastwood
del Atlético de Madrid

El hombre al que Fernando Torres dedicó su gol 100 es una silenciosa leyenda, que se mueve en Facebook con 84 años, es marianista y gran optimista. “No tengo estómago, llevo marcapasos y soy diabético, pero aun así nunca me oirán quejarme”, explica a 'Público’.

Fernando Torres abraza a Manolo Briñas tras marcar su gol 100. /INSTAGRAM

ALFREDO VARONA

MADRID.- Hay goles que nunca tuvieron prisa. Goles capaces de esperar 84 años como el número 100 de Fernando Torres con el Atlético y que, según él, no lo hizo él, sino Manuel Briñas (Ciudad Real, 1931). Una de esas extrañas leyendas del Atlético, imprescindible de puertas para adentro y que hoy podría hasta presentarse como un personaje de película.

Su teléfono no descansa desde el sábado, lo que a él no le “agota, al contrario”, pero ha de hacer caso a las instrucciones del departamento de comunicación del Atlético, “que para eso lo tenemos y precisamente yo he sido uno de los que he luchado por ello”, explica Briñas, un personaje muy amplio, que presenta un aire celestial, como Clint Eastwood en tantas películas y que en la vida real se aleja de esos 84 años que cumplió el 12 de diciembre.

"Mi ventaja es que siempre he vivido entre chavales, y eso me da una alegría que no se puede ni explicar”, señala. “Si me quedase con mis problemas, no tengo estómago, llevo marcapasos y soy diabético sería diferente, pero yo prefiero la alegría de tirar para adelante".

Su edad es su libro de instrucciones en el que también hay lugar para las redes sociales, donde Briñas gasta un perfil muy activo en Facebook, “pero ¿por qué no vas a utilizar algo si lo sabes utilizar? ¿qué impide la edad? Incluso, hasta conduzco y sigo conduciendo bien y, mientras no tenga que girar la cabeza para los lados, seguiré haciéndolo”, insiste sin renunciar a sus años.

Briñas es uno de esos héroes silenciosos de la cantera del Atlético, capataz de generaciones que cruzan desde la de Fernando Torres hasta la de Koke

Briñas es uno de esos héroes silenciosos de la cantera del Atlético, capataz de generaciones que cruzan desde la de Fernando Torres hasta la de Koke sin olvidar aquella de los ochenta que lideraba gente como Rubio, Marina o Quique Ramos con el que Briñas comparte hoy despacho en el Vicente Calderón (“él se encarga de la asociación de veteranos”), todavía capaz de relatar el presente de cada uno de sus antiguos futbolistas como, por ejemplo, Rubio, aquel extremo izquierdo, que ahora “tiene un bar muy bueno en la zona de Usera”, la edad, en realidad, no impide nada.

Quizás lo sepa todo Briñas o parezca que lo sabe todo en esta conversación con PÚBLICO, en la que no le gusta que “se personalice sólo en mí al hablar de nuestra cantera. Hoy un compañero tuyo ha hecho un artículo y no ha señalado a Antonio Seseña ni a Víctor Peligros, que trabajaba en Standard, y mira que le insistí en ello”. Pero hay cosas que nunca cambiarán.

Ni siquiera la camiseta que le ha regalado Fernando Torres cambia nada, para Manuel Briñas, que explica una anécdota recién salida del horno: “Hoy, al salir de la Eucaristía de las ocho, me han venido ocho o nueve chavales, de unos trece o catorce años, que me pedían que les hablase de Fernando Torres y razonaban que yo tenía que conocerlo, porque tiene la educación del Colegio Amorós. Pero les he dicho que no, que no se equivoquen. Nosotros, en el colegio, sólo ponemos los medios para ayudar a los padres, que son a los que los niños tienen que hacer caso, aunque estén divorciados, porque los padres sólo tienen un fallo con los hijos, y es que lo quieren todo para ellos”.

"Todo menos el bacalao"

Su reputación se construyó en el silencio, en cuadernos de notas antes de aparecer los primeros ordenadores, porque Briñas es casi tan antiguo como el cine

Briñas fue profesor del Colegio Amorós hasta que se dedicó por completo a la cantera del Atlético y nunca dejó de ser marianista, consagrado a María y a su misión evangelizadora (“tengo los mismos votos que un sacerdote”), con un sexto sentido para el fútbol. Quizá porque al hablar de fútbol jamás separa de la vida. Nunca persiguió la fama. Su reputación se construyó en el silencio, en cuadernos de notas antes de aparecer los primeros ordenadores, porque Briñas es casi tan antiguo como el cine. Fueron miles de futbolistas los que le han escuchado decir “los elogios no te harán mejor jugador” o “mantén la cabeza sobre los hombros” como prueba de su fidelidad al futuro y a los chavales.

A partir de ellos, en esos campos del Cotorruelo, en la frontera de la Vía Lusitana, Briñas, precisamente, hace una genial radiografía de sí mismo, “me gusta todo tipo de música excepto el bacalao”, con la que lo dice todo.

“Claro que me veo con 99 años haciendo lo mismo, ¿por qué no?, lo importante es la alegría de vivir”

Porque esos 84 años que tiene siguen sin impedir nada, sin distanciarle de hoy ni de ayer, agradecido a todas horas, jefe de sí mismo. “Me ha cogido que estaba llamando a un traumátologo de Fuerteventura al que vi salvar la vida a un niño”. En realidad, casi es excepcional que queden personajes como Briñas en los clubes en una época como ésta tan poco dada al romanticismo. Nada que ver con lo que pasó hace 21 años en el parque de las Cruces de Carabanchel cuando Briñas vio por primera vez a Fernando Torres.

Desde entonces, la vida cambió de veras, pero Briñas no lo hizo tanto y ahí continúa cada partido en el Fondo Norte del Calderón, donde Fernando Torres fue a buscarle para agradecerle a los ojos del mundo, veinte años después, lo que hizo por él. Una emoción a tiempo para un hombre que, como tantos otros, tal vez merezca esa película. La suya arrancaría desde el colegio Marianista Santa María del Pilar de Madrid, donde está su residencia en la que ni se contempla la fecha de caducidad. “Claro que me veo con 99 años haciendo lo mismo, ¿por qué no?, lo importante es la alegría de vivir”.

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