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Marta Domínguez no tenía gasolina

Los 3.000 obstáculos no perdonan a una mujer, que sigue sin querer explicarse y cuyo mito olímpico, como el de Isinbayeba en la pértiga, se desvanece para siempre

ALFREDO VARONA

Hay noches en los que el atletismo no perdona a nadie. Hay noches en las que no sabes si has fallado o has caducado, porque todo en esta vida tiene fecha de caducidad. Hay noches donde dos mujeres, Marta Domínguez y Helena Isinbayeba, pudieron llorar de rabia o de pena, son las cosas que pasan cuando la gloria se aleja de tu vida. Marta ya nunca tendrá esa medalla olímpica con la que soñó de niña en Palencia. Isinbayeba ha despertado, definitivamente, del cuento de hadas. No hay tercer oro olímpico para ella en el salto de pértiga. Las dudas a veces tienen razón. Y no, ya no es Isinbayeba la que ganó el oro en Atenas 2004 y Pekín 2008.

Marta Domínguez tenía más misterio y, por supuesto, más silencio, porque tampoco se dejó caer por zona mixta, aunque sólo fuese para explicar que se sentía cansada. Hubiese sido un detalle por su parte, pero de esos no abundan en la vida de Marta de cara al exterior en los dos últimos años. Así que, en vez de criticar su 12º puesto, es preferible justificarlo. Hay un entrenador de Soria, Enrique Pascual, que hizo campeón olímpico a Fermín Cacho en 1.500 y del mundo de maratón a Abel Antón, que siempre dice que 'el entrenamiento sin competición no tiene sentido'. Y Marta se ha presentado a estos Juegos sin apenas competición. ¿Qué buscaba? ¿Un milagro quizá?

Marta se ha presentado a estos Juegos sin apenas competición

Desde el Europeo de Barcelona 2010, sólo había competido en dos pruebas de 3.000 obstáculos, una en Huelva en el mes de mayo y la otra el sábado en primera ronda. Entonces hizo un trabajo táctico, en el que pareció aplicar el mínimo esfuerzo. Pero la final era un desafío verdadero, en el que no había opción a disimular nada. Y así sucedió. En cuanto Zaripova (la rusa a la que ella venció en el Mundial de Berlín 200) enfureció el ritmo, Marta se alejó de las mejores y no concedió la más mínima opción a la esperanza. No fue una estafa, en realidad. Sólo la lógica, la maldita lógica de una mujer sin ritmo de competición. No tenía carreras. No era la Marta de la que nos enamoramos ciegamente en veranos pasados, la que podía terminar el último kilómetro en 2.55 como hizo anoche Zaripova con un crono final de 9 minutos y 6 segundos. Maravillosa, por cierto.

Marta, sin embargo, se excedió a 9.36.45. Quién la ha visto y quien la ve. Pero no hay que hacer sangre. Esto, que le ha pasado a los 35 años, le podría haber sucedido con 25 si se presenta con tan poca competición. La consecuencia es que se queda sin medalla olímpica. La vida no concede miles de oportunidades. Dentro de cuatro años, en Río, ya tendrá 39. Y, aunque Carlos Lopes fue campeón olímpico de maratón a esa edad en Los Ángeles 84, no conviene creer en lo imposible para no desilusionarse después. Tampoco hay que reprochar nada a Marta Domínguez (no se equivoquen): una atleta sin fuerzas es como un coche sin gasolina y si aun así es capaz de llegar a la meta hay que agradecerle su pundonor. Guinara Galkina, campeona olímpica en Pekín 2004, no lo tuvo y se retiró mediada la carrera. Marta continuó hasta el final.

Fue, por lo tanto, una derrota que se puede perdonar como la de Isinbayeba, que prometía estar tan motivada como siempre. Y luchó, porque hay gente que no se deja vencer con facilidad. Pero ya no sólo son los cinco metros los que se han alejado de su vida. No fue Isinbayeba capaz de saltar 4,75, una marca que valió a Shur y a la cubana Silva para ser medalla de oro y plata. Helena se tuvo que conformar con el bronce y una nueva promesa. Volverá el año que viene en el Mundial de Moscú para recuperar lo que un día fue suyo. ¿Será verdad? La pregunta, por cierto, también se puede aplicar a Marta Domínguez. Pero a ver lo que pasa. Ahora mismo, esta mujer está muy distanciada de nuestras vidas. Se ha distanciado ella misma.

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