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Messi, el patriota hermético

ALFREDO VARONA

A falta de escasos días para empezar la Copa del Mundo, Messi se fotografía feliz, con el pelo recién cortado. Su imagen no cesa en las televisiones del país y aparece hasta en anuncios de televisión montado en patinete.  Hasta su lenguaje se muestra más relajado, confiado de que esta vez sí podrá ser. Porque, en realidad, Messi tiene una misión más arriesgada de la que tuvo Diego Armando Maradona en México'86, la última vez que Argentina ganó un Mundial. Messi también debe ganarse el cariño de un país que todavía le cuesta sentirlo como una cosa suya. Sí es verdad que se ha avanzado en el proceso y según Sergio Levinsky, prestigioso periodista, escritor y sociólogo argentino, que ahora está en Buenos Aires, 'la percepción ha cambiado y hoy Messi tiene una aceptación general muy alta entre los argentinos. Y lo discuten poco'.

Sabella admite que 'el equipo, como sucedía con el Barça de Guardiola, está construido para Leo'En realidad, el Mundial ya ha empezado en Argentina, que se siente preparada para no hablar de otra cosa que no sea fútbol hasta el 13 de julio, el día de la final. Al menos, esa es la propaganda que sale del Gobierno de Cristina Kirchner para olvidar el malhumor social y económico que reina en el país. Se habla de la selección como una escapatoria que, naturalmente, pasa por Messi, porque Alejandro Sabella admite que 'el equipo, como sucedía con el Barça de Guardiola, está construido para Leo'. El entrenador lleva tres años preparando este Mundial, esta posibilidad de recuperar lo que Argentina no gana desde hace 28 años. Y, como explica Levinsky, tanta espera es muy difícil aceptar en un país 'que por su carácter en el fútbol se siente superior a todos. Muy pocas veces, cuando pierde, acepta que el otro fue mejor. Casi siempre se pierde por errores propios', añade.

La prueba está en el emotivo spot publicitario de la selección de cara a este Mundial, en el que se habla 'de un pueblo que inventó algo más importante que el fútbol: el amor al fútbol'. Y eso, que Maradona lo encarnó como nadie en su cuerpo y en su carácter, es lo que se pide a Messi que haga ahora y lo que él mismo, olvidado ya su discreto año en el Barça, quiere ser capaz de hacer. Asegura que 'ha cambiado el chip', afiliado a declaraciones patrióticas, en las que habla de 'hacer feliz a la gente de mi país' y recuerda que quienes lo tacharon 'en muchos sentidos, como un hombre sin país', nunca se dirigieron a él. 'Me preguntan por qué no se me pegó el acento español y es simple: no quiero que se me pegue ni perder ninguna intensificación con mi país'.

En su última declaración pública, Messi se ha olvidado de su pasado con la selección, en la que no ha ganado una Copa América y ni siquiera ha llegado a las semifinales de un Mundial. 'Pero la culpa sólo dura un segundo', dice, 'hasta que reaccionas y sigues adelante'. Sin embargo, él sabe que se enfrenta a una decisión arriesgada y que los argentinos esperan el mismo resultado de él que consiguió Maradona en México con la misma edad.

La diferencia es que entonces Maradona ya era un dios, al que el país había visto salir de los suburbios de Villa Fiorito, y, sin embargo, de Messi se enteraron cuando ya empezó a triunfar en el Barça. 'Toda la relación de la gente con Leo pasa por el juego casi exclusivamente', insiste Sergio Levinsky, que palpa la realidad de la gente. 'Sospechan por primera vez que este Messi puede llevarles a lo más alto'. Y, aunque sea por conveniencia o por esperanza, el país, que tantas veces se quejó de que Messi no cantase el himno o de que hablar con él fuese 'como sacar sangre de una piedra', le da un margen de confianza. De gran confianza.

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