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Cuando el Milan era invencible

 

A pesar del seductor Allegri, la nostalgia del equipo de Sacchi sigue viva en Milán

ALFREDO VARONA

Han pasado más de 20 años desde aquel Milan de Sacchi, cuyo once se repetía sin querer: Galli; Tassoti, Baresi, Costacurta, Maldini; Donadoni, Rijkaard, Ancelotti, Evani; Gullit y Van Basten. Y, aunque luego hubo otros como el de Capello o el de Ancelotti, que fueron campeones de Europa, jamás ha vuelto a pisar San Siro un equipo tan perfecto, una obsesión tan infinita, la de su entrenador, que no sabía pensar en otra cosa. La realidad es que aquel Milan fue un equipo inmortal que duró hasta que a Van Basten se le fastidió la rodilla. Luego, ya nada fue igual.

Pero antes anunció un mundo distinto y una nueva cultura futbolística. Jugaba 20 metros por delante de su portero. Gestionaba la pelota sin preocupaciones y sin necesidad de explotar el uno contra uno. Hubo tanta complicidad que no existieron egos que maltratasen al grupo. Vivían en Millanello y cada día salía a ocho horas diarias de trabajo, cuatro con balón y otras cuatro sin él. Quizá por eso la nostalgia todavía vive en Milán y vivió en aquella llamada de teléfono de hace un año de Galliani a Sacchi minutos después de que el Barça ganase 5-0 al Madrid. 'Arrigo, creo que el Barça ya era cerca de nosotros'. Sacchi le corrigió: 'Creo que ya está como nosotros'.

Un año después, sin embargo, Allegri responde a ese pasado en el que habitan sus dirigentes. Juzga, incluso, que su Milan 'ya está a la altura de Barça o Madrid'. Y por eso espera el partido de esta noche como una reivindicación propia. Allegri es un seductor y por eso un hombre teatral con un extraño pasado. Siendo futbolista del Pescara, fue capaz de plantar a su novia Erika, tras siete años de noviazgo, a unas horas de subir al altar. 'Seguí mi intuición'. Pero hoy es un hombre de 43 años con una ventaja sobre la mayoría: no se arrepiente de nada de lo que hizo y tampoco encontrará mejor publicidad que la que él se hace de sí mismo. Y, por lo tanto, mientras él sea su entrenador, el Milan también aspira a ser un equipo inmortal. Ha logrado que el club aprecie sus motivos y hasta le ha subido el sueldo. Berlusconi le llamó en el verano de 2010 con tanta urgencia que le cogió en las playas de Toscana. Acababa de terminar con el Cagliari. Pero Berlusconi tenía ese presentimiento con él como lo tuvo con Sacchi hace dos décadas. Su decisión no fue inservible. Allegri terminó con un equipo caducado e incapaz de romper corazones.

Consiguió un vestuario más pacífico, en el que se prohibieron los problemas. Y por ahora hasta Ibrahimovic se siente a gusto. Quizá porque los resultados también compensan el sacrificio. 'La única manera de mejorar es ponerse en duda a sí mismo', advirtió a los futbolistas.

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