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Mourinho empieza de cero

El portugués pierde en una noche todo el crédito que había ganado durante los últimos tres meses con 19 partidos invicto

ENRIQUE MARÍN

Mourinho llegó al clásico con unos números que justificaban sus métodos, sin derecho a réplica: invicto tras 19 partidos oficiales, líder en Liga y clasificado como primero de grupo para los octavos de la Champions. Su figura era ensalzada hasta por el presidente Florentino Pérez 'Mou y el Madrid hacen una conjunción perfecta', dijo y el crédito del técnico portugués parecía ilimitado. Sin embargo, el repaso del Barça en el Camp Nou ha colocado a Mou, si no en números rojos, sí con el contador a cero. Tres meses de competición para ganar credibilidad y, como si de un casino se tratara, una sola noche para perderlo todo. La resignación del madridismo ante la humillante manita del Barça y los insultos que el equipo recibió de incondicionales blancos en El Prat revelan lo rápido que cambian las cosas cuando se vive de alquiler en el resultadismo.

El desafiante 'a ver si el Barçamete ocho el lunes' que Cristiano soltó tras el 0-8 de los Pep Show Boys en Almería se volvió en su contra. El Barça se quedó en cinco, pero bien pudo llegar a ocho si Messi se lo hubiera propuesto. Y hablando de Cristiano y Messi, un error frecuente en los análisis es confundir jugar bien al balón con jugar bien al fútbol. Lo primero tiene que ver con aspectos individuales como la técnica y acciones como el control, el regate, el tiro... Lo segundo es todo lo anterior, más el conocimiento del juego, el porqué de un pase, de una pausa, de un desmarque, de todo aquello que tiene que ver con las acciones colectivas. Ahí radica la gran diferencia entre Cristiano y Me-ssi y, por extensión, del Madrid de Mourinho y del Barça que lideran Xavi e Iniesta, maestros en el conocimiento del juego. Mientras los azulgrana piensan antes de recibir el balón, los blancos improvisan una vez que la pelota les llega a los pies.

El Barça abrió al Madrid en canal con el balón como afilado bisturí

Destacar el partidazo del Barça para esconder las carencias del Madrid tampoco es una buena táctica. Mourinho erró en su planteamiento al cederle el balón al Barça y no prever que Xabi Alonso y Khedira necesitarían ayuda por dentro para impedir que Xavi e Iniesta crearan superioridades. Muy físico, potente, rápido, organizado y fuerte. Los adjetivos que Pep Guardiola dedicó al Madrid en la víspera del clásico diseccionaron el fútbol en el que cree Mourinho. De destriparlo se encargó su equipo, con el balón cual bisturí y el Madrid abierto en canal. El portugués, que tan duramente criticó a Preciado por no plantarle batalla al Barça al alinear suplentes, se tuvo que tragar sus palabras al perder por cuatro goles más que el Sporting.

Además de la expulsión de Ramos, el puro reflejo de la impotencia madridista, la extraña presencia del lesionado Higuaín en el banquillo y de la enésima prohibición del departamento de incomunicación del Madrid a hacer declaraciones a los futbolistas, Mou también pudo sufrir en el Camp Nou el primer caso de indisciplina. El luso protagonizó un extraño suceso con Diarra en el banquillo, quien en el minuto 87 pareció negarse a entrar en el campo, aún con 4-0.

Para Mou, el clásico era la reválida que debía confirmar si su Madrid podía acabar con la hegemonía del Barça o debía seguir rindiéndole pleitesía. Si el contundente resultado no deja dudas, la insultante manera de perder, aún menos. Por más que el madridismo se aferre a que aún puede ganar la Liga y, ya puestos, la Copa y la Champions,en el club blanco deberían asumir la superioridad manifiesta del Barça y preguntarse si el efecto Mourinho no es más analgésico que terapéutico. 'Esta no es la diferencia, en la clasificación nos separan muy pocos puntos y el recorrido hasta aquí ha sido muy bueno', dijo un desencajado Jorge Valdano. Al igual que aquello de que el que no se consuela es porque no quiere, el que se engaña es porque quiere.

Aunque fue una constante durante todo el partido, el fútbol posicional del Barça, basado en ir creando superioridades con el balón de atrás hacia adelante, se puede resumir en la jugada del segundo gol. Después de un minuto de posesión y 21 pases consecutivos, en una combinación en la que intervinieron ocho jugadores, Xavi hizo un cambio de juego hacia Villa, este controló, pisó área, encaró a Ramos y buscó el corazón del área. Allí apareció Pedro, tras ganar la espalda a Marcelo, para aprovechar el fallo de Casillas y marcar . El Barça monopolizó la posesión y los números comparativos entre sus tres centrocampistas y los del Madrid evidencian la superioridad azulgrana. Los de Xavi son especialmente significativos, propios de un Balón de Oro como él.


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