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Nadal se inclina ante un "animal"

Djokovic confirma que es el número 1 del mundo con una rotunda victoria sobre el español. El serbio dominó el juego y se hizo con los puntos decisivos

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

La hierba pintada de rojo. Así debió de ver Rafael Nadal la superficie del torneo que tanto ama. No fue el Wimbledon que él ha dominado en los últimos años, sino un duelo muy parecido a los de la temporada de tierra batida. Novak Djokovic lo arrolló (6-4, 6-1, 1-6, 6-3).

Sólo cuando el serbio bajó un poco ese nivel superlativo, Nadal tuvo alguna opción, que se diluyó muy pronto. Djokovic es ahora el mejor jugador del mundo del derecho y del revés, en tierra y en hierba. Y los mejores suelen ganar.

“Mi juego no le ha hecho mucho daño”, dijo Nadal después. El rival estuvo imperial en sus golpes de ataque y se defendió sin grandes problemas de los mejores golpes de Nadal. El español recibió el mismo tratamiento que hasta ahora habían sufrido sus rivales. Eso fue aún más evidente en los largos intercambios desde el fondo, el territorio en que Nadal mete miedo hasta en las superficies rápidas.

Los golpes ganadores de Nadal no funcionaron en esta ocasión 

“Vamos, Nadal, muévelo”, gritó un español en la grada en el primer set. En realidad, era él el que tenía problemas para soportar el ritmo de Djokovic, que buscaba las líneas como un lobo. Cuando Nadal soltaba un drive estremecedor, la respuesta era aún más dura. Y acuciado por esa presión, no era extraño que Nadal echara la bola fuera. Y por mucho.

El primer set no fue tan equilibrado como dijo Nadal en la rueda de prensa. Sí estaba en lo cierto cuando dijo que la clave fueron sus errores en el momento decisivo. En la bola final, Nadal la lanzó fuera tras un resto no muy fuerte de Novak. Su falta de precisión ya era preocupante.

El serbio se le había metido en la cabeza. El dolor que le estaba produciendo debía ser de consideración porque en el segundo set el cortocircuito de Nadal fue completo. Ningún otro jugador, de todas formas, podría haber hecho otra cosa que ser pisoteado.

Cuanto más largos eran los puntos, más fácil era que los ganara Djokovic. Su mayor agresividad también quedó patente en otros apartados del juego. Subió a la red 26 veces, un poco por encima de su media del torneo, y ganó allí 19 puntos, un gran porcentaje. Nadal había impresionado con la calidad y finura de sus voleas (23 en cada partido). En esta ocasión sólo se atrevió a subir nueve veces a la red.

Djokovic se llevó los dos primeros sets con una facilidad mayor de la prevista 

El segundo set fue en realidad una matanza (6-1). Había pasado sólo una hora y 14 minutos desde el inicio del partido. Nadal se arriesgaba a una humillación completa: no perder la final en tres sets, sino ser derrotado en menos de dos horas. Su reacción fue real. En la tercera manga, ganó un 93% de los puntos jugados con su primer servicio y la mitad de sus restos. Había tardado casi hora y media en tener su primera opción de break y la aprovechó.

También hay que decir que Djokovic se relajó un tanto y algunos de sus golpes comenzaron a escaparse. No podía mantener ese nivel que rozaba la perfección. “Creo que me relajé un poco al comenzar el tercer set. Fue un poco culpa mía dejar que volviera a meterse en el partido”, dijo.

Fue otro 6-1, pero no tenía el mismo sabor que el anterior. Cabía la posibilidad de que Nadal hubiera podido meterle la duda en la cabeza. De hecho, el español tuvo en el primer juego del cuarto set una bola de break, pero sin éxito. En los dos juegos siguientes, ambos tenistas se rompieron el servicio. Había más errores de los que esperas en una final de Wimbledon entre los dos mejores del mundo.

El serbio celebró la victoria con unos cuantos mordiscos a la hierba 

Ambos jugaban al límite, y era Nadal el que caminaba sobre una cuerda muy fina que enseguida se rompió. Con el 4-3, acumuló una doble falta, un revés cruzado fuera y un drive a la red. El 0-40 era una invitación al desastre que se confirmó poco después.

Djokovic ganó su juego, y con él su primer Wimbledon. Al poco, se puso a cuatro patas  y arreó varios mordiscos a la hierba. “Me sentía como un animal”, comentó entre risas en la conferencia de prensa. “Quería saber a qué sabe. Y sabe bien. Fue algo espontáneo. No lo planeé”.

Eso fue lo que pasó por Wimbledon. Un animal ante el que Nadal poco pudo hacer. Los años de los grandes duelos de Nadal y Federer en la cúspide del tenis han tocado a su fin. Ha llegado una bestia y está dispuesta a quedarse.

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