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Natalia trabaja el bronce

La tarraconense logra el mayor éxito de su carrera y brinda a la selección española la primera medalla en una jornada agridulce

IGNACIO ROMO

Cada carrera muere en sí misma. Lo decía siempre el gran José Luis González, que jamás estudiaba vídeos de sus rivales. Natalia Rodríguez escogió ayer su estrategia y la puso en práctica en la tercera vuelta de los 1.500 metros. Se lanzó al frente y se hizo con la medalla de bronce, el primer éxito del atletismo español sobre el tartán azul de Daegu, la primera alegría en estos Mundiales extraños, clandestinos, amargos.

Natalia saltó a la pista con dos mochilas pesadísimas a la espalda. Por un lado, el terrible recuerdo de su victoria sin oro en 2009 en otra pista azul, la del Olympiastadion de Berlín, cuando fue descalificada por chocar con la etíope Burka. Por otro lado, la sequía de la selección española. Ni Pestano ni las marchadoras, ni Ruth Beitia. El equipo de Odriozola desfilaba por Corea sin pegada. No es que no hubiera medallas. Es que no había finalistas: en cinco días, ningún español se había clasificado entre los ocho primeros. Hasta que llegó Natalia.

Natalia: 'He entrado en la última vuelta a saco, estaba bien y arriesgué'

La tarraconense, de 32 años, estaba hiperconcentrada. Cuando la cámara de televisión la enfocó se limitó a mirarla fijamente. No hizo gesto alguno, no saludó, como sí hicieron sus rivales. Detrás de la línea blanca, Natalia, la chica de las coletas, es una atleta de hielo.

La plusmarquista española de 1.500 metros (posee el récord con 3:59.51 desde 2005) se resguardó en los primeros metros en la cola del pelotón. Una táctica sabia para evitar golpes, aunque peligrosa si la cabeza se aleja demasiado. El ritmo era cómodo y en progresión: 1:09 para la primera vuelta y 1:05 la segunda.

Cuando llevaban 850 metros recorridos, Natalia decidió desperezarse. Adelantó en recta, como debe hacerse, impecable en su maniobra. Y se puso al frente, controlando el grupo y mostrando su jerarquía.

Olmedo y España se clasifican para las finales de 1.500 y 5.000

El fantasma de Berlín surgió en la penúltima vuelta. Unos metros detrás de Natalia se produjo una caída que terminó con las opciones de la estadounidense Uceny y de la keniana Obiri. Un escalofrío recorrió la espalda de los aficionados y sacudió la memoria de lo sucedido dos años atrás, cuando la etíope Burka golpeó el tartán en la capital alemana y el oro de la española se desvaneció.

Natalia aguantó en cabeza hasta la recta final, imponiendo un ritmo duro hasta los últimos metros. Pero ya no había frescura en su zancada y sus rivales lo notaron. La renta no era suficiente y la catalana se convirtió involuntariamente en liebre de sus perseguidoras. Dos de ellas la dieron caza. Y fue una estadounidense de nivel medio, Jennifer Barringer por delante de la inglesa England quien se llevó un nuevo oro para el país de las barras y estrellas con 4:05.40.

'He cambiado muy de lejos, que no es muy típico en mí', reconoció Natalia. 'Luego he entrado en la última vuelta a saco, porque me encontraba muy fuerte, y arriesgué. Pero en la última recta iba ya muy justa', explicó. Natalia dedicó la medalla a su abuela, 'que está bastante mal en el hospital'.

Natalia logra el mayor éxito de su carrera con el bronce de Daegu. Es uno de esos talentos que surgen de forma espontánea en el atletismo. Entrenada desde siempre por Miguel Escalona, un profesor de Educación Física de Tarragona, maestro en ponerla a punto para las grandes citas, afila su zancada a diario en la soledad de las pistas tarraconenses de Campo Claro.

El bronce de los 1.500 corrige los renglones torcidos de la selección española, que había tenido una mañana para el olvido. Ruth Beitia, quien saltó con un tobillo vendado, hizo tres intentos nulos sobre 1,95 y no logró el pase a la final. Tampoco lo lograron Cáceres (7,91 en longitud) ni Mercedes Chilla (58,43 en jabalina).

A la selección española le quedan tres balas en el cargador. Una de ellas es García Bragado, esta noche en los 50 marcha. Y las otras son para dos corredores de muchos quilates que ayer exhibieron su clase: España (5.000) y Olmedo (1.500).

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