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Un nuevo Zaragoza

Las fichajes de invierno de los maños reviven al equipo, mucho más aguerrido ahora

ALFREDO vARONA

Para explicar al nuevo Zaragoza, basta ver a Suazo, un tipo grueso, lleno de abdominales y con un cráneo que te hace papilla. Así probablemente no sea más fácil ganar, pero sí es más difícil perder. Y a Suazo le han rodeado en Zaragoza de elementos que han jugado en medio mundo como Contini o Jarosik y que en invierno se duchan con agua fría. Y lo que era un púgil medio muerto, que no distinguía unas caricias de una patada, se ha convertido en un trozo de pared. Faltó Lafita y no pasó nada.

Arizmendi lo sabe mejor que nadie. Hasta la Navidad, era un futbolista en liquidación. Hoy, se atreve a tirar las paredes más difíciles y a buscar socios en las situaciones más inverosímiles, porque sabe que llegó Eliseu, quien lanzó un misil a la anarquía. Por eso ahora la pelota corre con más ánimo al área, y así fue como Adrián Colunga maltrató la ocasión más dulce de su vida. Encaró a Palop, lo regateó y hasta lo acostó, pero en la última gestión confundió los papeles. Era el minuto 20, pero no pasó nada, porque el Zaragoza tenía a Suazo, al que sólo le faltó anotar el número de teléfono de los defensas para llamarles de madrugada. Fue Contini el que marcó el primer gol, pero fue Suazo el que lo peleó debajo de la tierra (1-0).

A los dos minutos, empató Kanoute, en una jugada en la que Carrizo se desprestigió sin excusa. Pero anoche el Zaragoza tenía algo más que la pelota: tenía a Negredo, el mejor delantero del Sevilla, a su favor. Un centro de Eliseu lo envió sin querer dentro de su portería, aunque si necesita excusas las tiene. Jarosik andaba por ahí, porque ahora los centrales del Zaragoza suben a rematar cada cosa.

El Sevilla tuvo toda la segunda parte para desnudar su talento. Pero dio igual. Para entonces, algunos de sus jugadores, Negredo o Stankevicius, a los que la impotencia llenó de dureza, se habían expulsado a sí mismos. Así que el triunfo del Zaragoza no tuvo más misterio. Han llegado futbolistas que han enseñado al equipo a tragar fuego y a pelear la pelota en cualquier esquina. Con esto han convencido a los demás de que no son peores que nadie.

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