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Özil, el sospechoso

ALFREDO VARONA

En realidad, en Alemania le adoran y hasta en Turquía, a pesar de que renunciase a su origen otomano para jugar con la selección germana, también. De hecho, en Devrek, localidad natal de su padre, le han dedicado una calle a Mesut Özil (Gelsenkirchen, 1988). Su pierna zurda tiene esas cosas, pero a la vez es un futbolista de extremos, que ha llegado a Brasil tras un año problemático con el Arsenal, capaz de dañar su prestigio. Por eso ahora en Alemania son más exigentes con él de lo que fueron con el chaval que apareció en Sudáfrica y fichó por el Real Madrid. Ahora, que no ha progresado como se esperaba, la idea es convencerlo de que 'debe pelear hasta que se le agoten las fuerzas'. De lo contrario, Ózil ya sabe que su titularidad está amenazada. El entrenador, Joachin Löw se lo ha dicho. 'Somos afortunados por tener a un hombre como Mesut, pero necesitamos lo mejor de él para llegar hasta donde queremos'.

A los 25 años, Özil ya es un hombre con mucho camino, absolutamente marcado por su salida a los 24 del Real Madrid, en el que se quejó de que le faltaron al respeto. 'Me hubiese ido gratis'. Por eso no sólo Löw, sino también su padre, el famoso Mustafa, es su principal crítico. 'Siempre es sincero conmigo y me dice que cada día es un desafío para demostrar que puedo ser el mejor'.

La realidad es que el proceso se ha ralentizado. Un trayecto que parecía fulgurante en el verano de 2010, cuando Mourinho, como entrenador del Real Madrid, le llamó personalmente y le dijo que le 'quería a toda costa en el equipo', ya no está tan claro. Ni siquiera en la Alemania futbolística, fanática de su pierna izquierda y que ahora le reprocha que en estos años Thomas Müller, de su generación, ha progresado bastante más que él. Es más, empieza a dudarse de que Özil, de que ese chaval que se comía el mundo a besos en el Werder Bremen, pueda heredar la capitanía de Philip Lahm. Por eso este Mundial es un extraordinario desafío para él y para un país, Alemania, al que ya no vale caer en semifinales, ya lo ha hecho en los dos últimos Mundiales.

El problema de Özil está en su carácter. Dicen que es un tipo frágil y, aunque él se declare 'un gran admirador de Angela Merkel', se sospecha que la personalidad del futbolista contrasta con la de la canciller, esa mujer que entró en el vestuario y felicitó personalmente a Özil en Sudáfrica hace cuatro años tras derrotar a Argentina (0-4). Entonces era un futbolista al alza, una diferencia enorme con 21 años. Hoy, con 25, a tiempo para solidarizarse consigo mismo, todavía alberga la esperanza de convertirse en el mejor futbolista del mundo como soñaba cuando empezó a jugar al fútbol, junto a su hermano Mutlu, en ‘la jaula de los monos', un feo parque de Gelsenkirchen rodeado de un alambrada. La diferencia es que Mutlu no pasó de la Liga regional y Mesut hoy vive su segundo Mundial. Ahí está en Fortaleza, donde esta noche, en el estadio de Castelao (21.00 horas), sabe que los defensas de Ghana no le facilitarán nada. Pero para conseguirlo ya está su zurda.

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