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"Pensé que el mundo había cambiado al volver de Australia"

Carlos Moyà. Ex tenista. Fue el primer número uno del mundo español en 1999 y el pasado día 9 colgó la raqueta

ALBERTO CABELLO

Carlos Moyà (Palma de Mallorca, 1976) viste chaqueta gris y camisa negra. Acaba de recibir el homenaje del tenis español a toda su trayectoria deportiva. Es el primer día en muchos años en que la raqueta no es su herramienta de trabajo, pues hace 24 horas disputó su último partido como profesional en el Masters Nacional ante David Ferrer. Perdió. Ahora la principal ocupación del primer número uno del mundo en la historia del tenis español es su hija, que duerme plácidamente al lado de su padre.

Muchas voces han hablado de usted estas semanas y casi todas coinciden en que esa derecha prodigiosa daba para algún Grand Slam más.

Bueno, he convivido en una etapa con Sampras, Agassi, Becker, Kuerten, Ríos, Kafelnikov, Hewitt Es complicado hacerte un camino con jugadores del nivel que he enumerado. No me considero mejor que gente como Ivanisevic, Chang o Muster, que han ganado los mismos Grand Slam que yo. Yo gané mi Roland Garros (1998). No miro atrás pensando en lo que dejé de ganar. Estoy contento con lo que he obtenido.

¿Pero tiene algún diagnóstico para explicar por qué sólo pudo pescar ese Roland Garros?

No sé que decirle. Quizá sea una pura cuestión de probabilidades. En aquella época, Roland Garros era el torneo en el que más opciones tenía de ganar. Sí, es cierto que llegué a esa final de Australia (1997), pero ni mucho menos era uno de los favoritos. No creo que haya una razón para explicarlo. Estoy orgulloso de lo que conseguí.

En momentos importantes de su carrera se vio afectado por eso que usted mismo bautizó como moyada'. ¿En qué consiste?

Uf, puede ser un golpe, un punto o un partido entero. De repente aparecía esa laguna que me hacía perder partidos que ya parecían ganados.

¿La moyada' de oro fue la final del Masters ante Corretja?

Quizás sí. Era un partido que tenía controlado y gracias a una de esas moyadas le dejé la puerta abierta para la remontada. Tampoco hay que quitarle mérito a Álex. No dio una bola por perdida y obtuvo su recompensa.

En una enciclopedia del tenis, ¿qué escribiría en el apartado Carlos Moya?

Los hechos dicen que fui el primer número uno del mundo español. Eso no se puede borrar. Vendrán más jugadores, nuevos campeones, pero ahí estará mi nombre como el primero que alcanzó la cima.

De repente, una estadística dice que usted es el mejor del planeta jugando al tenis. ¿Se llega a pensar que nadie en el mundo le supera?

Sí, la verdad es que se llega a pensar eso: 'Soy el tío que mejor juega al tenis del mundo'. Tampoco es que hicieras la cuenta sobre los 6.000 millones de personas del planeta, pero sí que te da cierto vértigo ese cálculo.

¿Qué sensación produce: ser un superhéroe, invencible...?

Bueno, tanto como invencible no sé. Sí que en algún partido puntual he tenido la sensación de que era imposible que pudiera perder. Lo que tengo claro es que es una de las cosas más maravillosas que me ha pasado en la vida.

¿Cambia la vida ser número uno o valora más algún otro dato de su carrera?

Esa es una estadística, un dato puntual. Extraordinario, pero puntual. Lo que más pesa es tu trayectoria. A mí realmente lo que me cambia la vida es esa final de Australia.

¿Cómo lo recuerda 13 años después?

Todo lo que pasó durante esas dos semanas fue impactante. Las mejores sensaciones de mi vida llegaron en esos 15 días. Llegaba como una promesa y salí como top ten. Me fui de España sin que nadie se diera cuenta y cuando volví se desató una tormenta enorme. No tengo palabras para expresar lo bien que me trataron allí.

De ser casi desconocido, a convertirse en un famoso tenista, sex symbol' y foco de la prensa.

Era nuevo totalmente. Yo era la misma persona, pero cuando volví de Australia parecía que el mundo había cambiado. Me reconocían en todos los sitios, la gente me contaba que se habían quedado hasta las cinco de la mañana para ver los partidos. Me preguntaba qué ha pasado aquí. Todo fue muy loco.

¿Llegó a despistarle toda esa fanfarria a su alrededor? De repente tenía usted más fans que Miguel Bosé u Hombres G.

No hace falta un fan o mil fans para descentrarte. El foco lo pierde uno solo, no hace falta nadie más. Si tienes una mentalidad fuerte ya te pueden poner frente a ti lo que sea que vas a seguir en tu sitio. A mí me ayudó, me hizo más cómodo estar en los torneos que la gente me diera su apoyo. Además, eso significa más reconocimiento, lo que va asociado a más contratos y publicidad.

En alguna entrevista, unos meses después de aquella final ante Sampras, llegó a reconocer que se sentía como un robot, manejado.

Llega un momento en que te das cuenta que no puedes hacer todo lo que te gustaría. Estás obligado a cumplir con unos compromisos. Es un poco el precio que tienes que pagar por esa popularidad por la que me preguntaba antes. Me había convertido en un top ten y había llegado a una final de Australia, algo que no pasaba en España hacía 30 años.

¿Merece la pena ser esclavo de una agenda?

Compensa ser reconocido por tu trabajo. Lo estoy comprobando estos días. El ser reconocido por tus compañeros es el mejor regalo que te puedes llevar cuando te retiras. Una vez que obtienes eso, todo compensa.

¿Es 'Hasta luego, Lucas' su epitafio deportivo?'

Vaya la que se formó con eso [Moya se despidió con esa frase de Chiquito de la Calzada en su alocución al público en la final de Australia]. Se montó una bola enorme. La gente me sigue recordando por eso. No fue premeditado. Salió y punto.

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