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El perverso día después del fútbol

Un frutero, un monitor de gimnasio y un parado, así es la crónica de vida de tres ex futbolistas que llegaron a ser internacionales con España: Carlos, Pedro y Landáburu.

Pedro, Carlos y Landáburu en la actualidad.

ALFREDO VARONA

MADRID.- A las 18,20 horas, Carlos tiene que estar en el gimnasio, donde trabaja de monitor, listo y cambiado para dar la clase de spinning. A las cuatro de la mañana, volverá a sonar el despertador en casa de Pedro, que se tiene que ir a comprar el género del día para su frutería.

En otra época no fue así. En realidad, en otra época fueron futbolistas de élite, internacionales, incluso, como Landáburu, que hoy tiene menos suerte que ellos. No tiene trabajo y a los 61 años ya perdió la esperanza de encontrarlo. “En 2007 cerró la empresa de consultoría en la que trabajaba y, desde entonces, no ha sido posible”, explica hoy desde Valladolid, donde un día fijó su residencia y donde, pese a todo, se niega a olvidar.

Landáburu fue un magnífico mediocampista, un cerebro para toda la vida. Jugó en la década de los ochenta en el Rayo Vallecano, Barcelona y Atlético de Madrid, donde nunca perdió la costumbre de estudiar por las tardes. “Era difícil, porque entonces ganaba un dinero superior a la media de la población. Tenía un alto nivel de vida. Conducía un Renault 18, vivía en una buena zona de Madrid, en la Carretera de la Playa, muy próximo a Puerta de Hierro, y podía ir a comer a buenos restaurantes”.

Pero aun así Landáburu se sacó “la carrera de Físicas y después un Máster en Gestión y Dirección de Empresas” que le diferenciaron del retrato común de futbolista que, por ejemplo, encarnaba Carlos. Un delantero imprescindible en la historia del Oviedo, fichado a golpe de talonario por el Atlético de Madrid de Jesús Gil, internacional en su época cumbre y con una estadística en la selección que enamora (seis partidos, seis goles) y que, sin embargo, hoy ya forma parte de lo que no volverá.

Carlos: “El recuerdo me deja tranquilo, porque todo lo que pasó me demuestra que hice lo que pude. Marqué goles en todos sitios y me parece que fue suficiente”

“El recuerdo me deja tranquilo, porque todo lo que pasó me demuestra que hice lo que pude. Marqué goles en todos sitios y me parece que fue suficiente”, explica desde Oviedo, donde llegó por primera vez hace 27 años y donde hoy está su nómina y su casa, recuerdo de tiempos mejores.

“Tengo el título de entrenador nacional, y a los 54 años no renuncio, pero sé que es difícil, porque ahora hay más entrenadores que futbolistas. Así que he de trabajar en otra cosa”.

Pedro: "Es evidente que en mi época de futbolista no me podía ni imaginar esto, pero no siempre se puede vivir de tu devoción"

Una ecuación que también aprendió Pedro, un lateral izquierdo que, por encima de todo, fue un hombre de Luis Aragonés en el Atlético de Madrid y en el Sevilla en los noventa, donde entendió que “no todos podíamos ser como Luis. No todos valemos para entrenadores”, señala hoy desde la frutería que comparte en el Mercado Central de Logroño con su cuñado y en la que no se siente a disgusto, “al contrario, es mi trabajo, mi modo de vida. Trabajas para tí, con la furgoneta estoy a cinco minutos de casa y el que me conoce sabe como soy. Es evidente que en mi época de futbolista no me podía ni imaginar esto, pero no siempre se puede vivir de tu devoción”. Trabaja de cara al público y sólo descansa los domingos, pero aun así no hay problema. “Una vez que lo aceptas, puedes ser tan feliz como lo fuiste de futbolista”.

"Vivir, trabajar, siempre es interesante"

Landáburu: “He sabido ocupar el tiempo, repartirlo entre las ONG con las que colaboro o con mis cinco nietos, una de ellas en Londres, y adaptarme a lo que tenía"

Landáburu también aprendió a admitir el paro. “He sabido ocupar el tiempo, repartirlo entre las ONG con las que colaboro o con mis cinco nietos, una de ellas en Londres, y adaptarme a lo que tenía. Jugué al fútbol muchos años, desde 1972 a 1988, y luego trabajé mucho tiempo”. Una época en la que descubrió que la nostalgia del futbolista no se cura nunca. "El mayor problema que me encontré en las empresas en las que trabajé fue el de mantener motivados a los empleados, con ganas de levantarse para ir a trabajar, y eso fue algo que nunca me pasó en el fútbol".

Carlos: "Hay que valorar la vida, el hecho de poder seguir contándola, de tener un trabajo y de no saber donde puedes estar mañana, esa incertidumbre también es maravillosa"

Una nostalgia que también explica la conversación con Carlos. "Baltazar, Manolo, Hicks, Jankovic, Lacatus…, cuando recuerdo los nombres de los futbolistas con los que compartí delantera claro que me gustaría volver al pasado, pero ya no se puede. Por eso hay que valorar la vida, el hecho de poder seguir contándola, de tener un trabajo y de no saber donde puedes estar mañana, esa incertidumbre también es maravillosa. ¿Quién dice que mañana no tenga una oferta para entrenar y me tenga que ir de Oviedo? Yo soy entrenador, para eso me saqué el título y... de futbolista ya estuve en México".

Pedro: "A mí me hubiera gustado ser como Luis Aragonés. Me hubiera gustado que el Logroñés en el que estaba de delegado no desapareciese nunca"

La mañana está tranquila en la frutería de Pedro en Logroño. “Hasta la primavera no despega esto”. Pero ya no hay quejas ni otros planes que no sean los de hoy. “A mí me hubiera gustado ser como Luis Aragonés. Me hubiera gustado que el Logroñés en el que estaba de delegado no desapareciese nunca. Pero precisamente ese día me di cuenta de que la vida es muy larga y de la importancia de tener un trabajo fijo o de cuidar el negocio familiar. Tengo dos hijos, uno estudia INEF y el otro ha empezado Medicina, que necesitan que su padre trabaje y siga trabajando. Todo eso vale dinero”, explica a los 46 años, abrazado a su vida, “porque no hay otra”, empeñado en reivindicar esa profecía que Zidane, el entrenador del Real Madrid, realizó hace días a sus futbolistas, “esta profesión dura diez años”, y después empieza otra vida, en la que ya no hay fútbol para todos.

Y por eso Carlos no está en el fútbol. Y en Oviedo, en la ciudad que tantas veces le puso de ejemplo, trabaja de monitor en un gimnasio con una nómina que no se parece a la de ayer. “Pero no me doy pena”, descarta. “Vivir, trabajar, eso siempre es interesante. No es ni más ni menos, es lo que hay en cada momento. Yo fiché por el Atlético, que parecía lo mejor para mí y ese año fuimos 14º clasificados. Por eso nunca sabes qué es lo mejor”.

Landáburu: "La pena es que ya no puedo tocar un balón. He tenido que dejarlo. Tengo demasiadas goteras"

Una idea que también retrata a Landáburu con tanto cerebro hoy como en su época de mediocampista. “La pena es que ya no puedo tocar un balón. He tenido que dejarlo. Tengo demasiadas goteras”. Se refugia en la lectura, el último libro Vestido de novia de Pierre Lemaitre, días y hábitos que todavía le valen para marcar diferencias. “En mi época nadie aspiraba a solucionar su vida con el deporte”.

Pedro volvió a Logroño, la ciudad de su primer amor en el fútbol, donde sus días no engañan. “Claro que es duro levantarse a las cuatro de la mañana para ir al mercado, coger la furgoneta o trabajar a la intemperie, pero de futbolista aprendí que uno se tiene que dedicar de pleno a lo que hace. Fue otra de las cosas que aprendí de Luis Aragonés, a ser constante, a pelear por tu negocio, a tratar con las dificultades”. De ahí que contar historias como éstas nunca pasará de moda ni en la vida ni en el fútbol porque mañana el futuro puede sentirse reflejado en cualquiera de estos tres futbolistas, Pedro, Carlos o Landáburu, que hace veinte años también fueron ídolos… Y, sin embargo, ahí tienen sus fotografías actuales, partidarias de la dureza de la clase media…, porque hoy ya no es como ayer.

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