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El presidente que coloca a su padre

Quique Pina, máximo dirigente del Granada, es un personaje capaz de presidir varios clubes a la vez, hacer alineaciones y construir un imperio tras haber sido un futbolista discreto. Su equipo juega esta tarde contra el Barça a las 20.00

ALFREDO VARONA

Hace quince días, Quique Pina se confesaba en caliente como 'un niño' ante el micrófono de Mónica Marchante, la periodista de Canal Plus. Su Granada acababa de derrotar al Madrid y el gran Florentino Pérez, el hombre que una vez le dijo 'tú llevarás al Granada a Primera', acababa de felicitarle. Pero los que realmente conocen a Quique Pina, presidente del Granada y millonario de última generación, lo compararían con todo menos con un niño. De hecho, en las calles de Granada, donde el ingenio no pierde un segundo, no dudan que podría haber hecho de Marlon Brando en la película de Francis Ford Coppola. Quizá sean las consecuencias del poder y de contactos tan poderosos.

Hace quince años Quique Pina sólo era un discreto futbolista al que una lesión de rodilla abrió la puerta de la despedida. 'Era feliz jugando, pero fui más al dejarlo. Me costaba mucho sacrificarme para la vida de futbolista'. Ahora, con 44 años recién cumplidos, ha construido una biografía que alumbra un imperio futbolístico. Su dinero ha provocado milagros. Ha ascendido al Granada de Segunda B a Primera en sólo dos años y ha traído al club 'jugadores de Champions', capaces de derrotar al Madrid hace quince días e incapaces de pensar que esta noche no pueden lograr el mismo resultado frente al Barca. Quique Pina, por si acaso, prefiere no imaginarlo, porque 'en la vida, cuando sueñas con algo, no se cumple'.

Ante todo, Pina es un personaje que no reniega de su pinta chulesca, de la ropa cara, del bronceado perfecto y por ahora sin bolsas debajo de los ojos. Su lema en voz alta se parece al de la cerveza. 'Dale a cada partido un sabor especial'. Su vida es una medicina de objetivos que ahora le permiten autofinanciarse casi todos sus caprichos. 'Crecer significa no ponerse límites'.

En realidad, fue lo que hizo él hace cuando se retiró del fútbol sin un patrimonio que le permitiese quedarse con los brazos cruzados el resto de su vida. Viajó e hizo contactos imborrables como la multimillonaria familia Pozzo, dueña del Udinese italiano. El padre Giampolo considera a Pina como 'un hijo' y el hijo Gino, que vive en Barcelona, como 'un hermano'. Quizá porque en su momento Quique Pina supo llegar a ellos. 'En sus primeros años, mi padre se dejaba asesorar por todos, compraba mal y vendía peor. Por eso necesitábamos encontrar gente que pensase como nosotros y Quique Pina es uno de ellos, porque mira a largo plazo'.

La última prueba fue Alexis Sánchez, formado en el Udinese y traspasado por un dineral al Barcelona. Y en la negociación contribuyó Quique Pina que, además de presidente del Granada, es un tiburón de los negocios, sin problema para enriquecerse en plena crisis. De hecho, el Granada es un club sorprendente, sin deudas, lo que provoca que Pina haga lo que quiera. Continúa con esa inspiración especial para devorar entrenadores y, según las malas lenguas, para hacer alineaciones. Al menos, pesa esa sombra sobre él, que siempre será un personaje que no se calla ni debajo del agua.

'En el fútbol hay que matar antes de que te maten. Hay que ser más habilidoso y más pillo que los demás'

Hay quienes lo acusan de ser un mafioso y de comprar jugadores. A menudo, también se habla de su amistad con Sánchez Arminio, el presidente de los Árbitros. Algo que, naturalmente, Pina desmiente, porque 'en el fútbol se dicen muchas mentiras'. Pero convivir con ellas forma parte de la supervivencia. 'En el fútbol hay que matar antes de que te maten. Hay que ser más habilidoso y más pillo que los demás'. Aun así, Quique Pina promete que él no desafía sus principios. 'Prefiero morir de pie a vivir arrodillado'.

El caso es que Pina es un personaje caprichoso y, a veces, único. Presume de levantarse a las once y de no estar sujeto a ningún tipo de horarios. 'Vivo como quiero y hago lo que me gusta'. Son las consecuencias de construir un imperio futbolístico gracias a hacer enormes contactos. Su despacho es el teléfono. 'Recibo unas 200 llamadas al día'. Todo empezó como agente de futbolistas tan reputados como Vieri, Riquelme o Iván Helguera en el siglo pasado. Luego, llegó ese día en el que, tomando el sol en la playa, se le ocurrió jugar a algo más. '¿Por qué en vez de tanto tejemaneje no montamos un equipo?'.

Tenía 30 años y logró lo que quería. Creó entonces el Ciudad de Murcia con el que empezó en Regional Preferente y casi llega a Primera división. Allí, ya fue el hombre que es ahora, capaz de sentarse, incluso, en el banquillo. También puso a su padre de presidente y ya presumía de sus enormes contactos. Consiguió que Guardiola, antes de marcharse a terminar su carrera en Méjico, entrenase con el Ciudad de Murcia. Pero sus problemas con el Ayuntamiento le hicieron desaparecer. Él dice que fue 'falta de cariño' y de eso aprendió que 'en el fútbol no se gana con rabia'. Su terapia para superar los fracasos está 'en el silencio, siempre en el silencio, porque si hablas sólo transmites pesimismo'.

Quique Pina, aparte de otras múltiples cosas, es ahora presidente del Granada. Pero sobre todo es un hombre en permanente desafío, capaz de comprar clubes (Granada 74, Cádiz, Tenerife...) y de colocar a familiares como su padre, al que hizo presidente del Cádiz. Su dinero es su mejor defensa. En realidad, la indiferencia no es posible con un hombre que tiene fama de ser un gran caprichoso. Puede ser muy teatral, capaz de despedir a un entrenador, como ha pasado con Anquela, y decir que le ha hecho un favor. También ha tenido una relación lamentable con el alcalde de Granada y ha amenazado con llevarse al equipo a jugar a otra parte, porque, en realidad, Quique Pina es así. Un hombre que, pese a todo, no se considera una mentira a pesar de que sus detractores insisten en que el día que deje el Granada lo dejará como un solar.

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