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El regalo de Rossi

El Villarreal elimina al Odense en un gran partido del delantero italiano

ALBERTO CABELLO

La trampa del mes de agosto se resolvió gracias a la tremenda calidad de Rossi. Su cartel de magnífico finalizador quedó demostrada ayer con dos remates soberbios después de también dos grandes servicios desde la banda derecha. El italiano desintegró la maquinaria defensiva del Odense. Estas eliminatorias decisivas tan prematuras son venenosas. La evidente superioridad del Villarreal la igualó el estado físico a estas alturas de la temporada. Cuando el equipo amarillo se sintió más fresco, remató al equipo danés con los dos flechazos de Rossi.

Juan Carlos Garrido imaginó una función en la que su equipo tendría mucha posesión de pelota, así que sembró la alineación de mediocampistas con sobrada capacidad para dar sentido a ese monopolio. Disfrazó a Bruno de falso central por detrás de Senna, Cani y Valero. Mucho arquitecto para planear la jugada maestra. El augurio del entrenador se cumplió al milímetro. Al Odense le importó un pepino tener el balón. Su batalla estaba en ensuciar todo el juego del Villarreal. El rondito amarillo estuvo ausente del Madrigal en la primera parte. Faltó rapidez en la circulación, más apertura a las bandas y precisión en los pases. Rossi y Nilmar no encontraron el atajo hasta la portería.

Lo que no pudo solucionar la sincronía defensiva nórdica lo arreglaron las manos del portero Wessels. Al 7 italiano de los levantinos le hurtó el gol en un despeje prodigioso desde el suelo con el delantero ya incrustado en el área pequeña.

La salida al campo en la segunda mitad fue distinta. Marcos Senna tiró unos metros hacia delante su posición. Todavía más decisivo fue que Borja Valero se implicara en el juego. Al Odense le mató esa electricidad. Su disciplina defensiva quedó triturada por el movimiento mucho más vivo del balón. Al fin se jugaba de banda a banda con los laterales bien abiertos.

Fue Rossi el ejecutor de la eliminatoria. A un toque y en carrera superó a Wessels gracias a dos enormes centros de Nilmar y Cani. Con la eliminatoria en su sitio, los daneses fueron incapaces de meter miedo en el cuerpo con su fútbol. Sí que lo hicieron con el festival de patadas. No había guión alternativo. Su meta era el empate a cero o ser paciente hasta los penaltis. Nada había ideado en el supuesto de que tuviera que conseguir un gol.

En plena lucha de artes marciales, el incombustible Marchena certificó el pase a la fase de grupos gracias a una pifia del buen guardameta.

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