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El regreso del 'cohete'

El Sardinero quiere disfrutar la feliz vuelta de Serrano, su 11 preferido

A. VARONA

'Sigue así que vas a coger a Etoo'. Un día, después de marcar dos goles al Numancia, el cohete tenía ese mensaje en su móvil. El cohete es Óscar Serrano (Blanes, 1981) y el emisor era Francisco, ex internacional en la época de Miguel Muñoz, que fue el que le puso ese ápodo. 'Aprovecha la rapidez que te sobra', le decía durante la época en la que le entrenó en el Figueras. La misma a la que se agarrará su técnico Portugal hoy ante el Hércules.

Serrano siempre fue un futbolista valiente al que nunca le faltó ni le sobró nada. Pero el 24 de abril de este año el fútbol le pegó un jaque mate. El cohete, un tipo que desde la temporada 2005-06 no bajaba de los 30 partidos en el Racing, rompió a llorar. Salía del césped en camilla y con un dolor infinito: acababa de romperse el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda. Francisco no sólo le enviaba un mensaje por el móvil. También le llamaba, pero esta vez sólo para animar al león herido: 'Te conozco y volverás antes de lo que piensas'. Aquella noche, sin embargo, Serrano vivía en la duda: 'El dolor no me dejaba dormir'. La operación le suturó el menisco externo e inició una larguísima etapa que llegó a pensar que no se acabaría nunca. Hasta los 28 años, nunca se había perdido un partido por lesión y, de repente 'Pero lo peor es que no sólo sufría yo, sino también mi familia'. La travesía ha durado ocho meses, en los que, primero, pudo más que las muletas. Después, celebró su 29 cumpleaños y, en el tránsito, alquiló un piso en Barcelona para la rehabilitación. Su sacrificio fue enorme y a veces angustioso, porque 'los meses tardaron mucho en pasar' y los días no tenían horas.

A El Sardinero también le extrañaba ver al equipo sin su futbolista más combativo, sin su once preferido, el de la melena larga. La ansiedad creció hasta la semana pasada cuando, por fin, volvió a una convocatoria. Era el 10 de diciembre. El domingo 12 volvió a calentar en la banda y, al ver que Portugal realizó los dos primeros cambios, pensó que no habría opción para él. Pero como hombre supersticioso que es, todavía tuvo ánimo para gritar a uno de los fotógrafos locales que le apuntaba con la cámara: '¡No me saques que trae mala suerte!'. Se equivocó. A falta de dos minutos, el técnico le ordenó salir al césped y la vida limpió las heridas de estos ocho meses. Después, cuando vio que el balón empujado por él llegaba a la escuadra de Aoaute gritó enloquecido, 'Iván, Iván' y rompió a llorar exactamente igual que el 24 de abril. La diferencia es que esta vez lo hacía de felicidad. Todavía no le ha dado tiempo a contestar 'los 18.000 mensajes' que tiene en su móvil y que dan la razón a Francisco. Serrano tenía que volver.

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