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El riesgo de vendarse los ojos

JOSÉ MIGUÉLEZ

Para reafirmarse en su estilo (una decisión saludable), la selección ha escogido negar los defectos que la llevaron a sufrir una derrota en su estreno ante Suiza (una conclusión preocupante). Lo dicen todos. Iniesta, Torres, Albiol, Busquets Hable quien hable, la conclusión es la misma. España jugó bien, jugó como siempre, sólo le faltó marcar, sólo le faltó la suerte Y no es verdad. La roja decide ponerse la venda en los ojos como consigna, taparse los oídos como estrategia para sentirse otra vez grande.

No viene mal, ante las turbulencias que siempre provoca un resultado adverso, que el equipo se agarre a su particular forma de jugar, deliciosa y distinta, bajo la que ha disparado su reputación. El fútbol de toque y posesión que la convirtió en la sensación del mundo. No viene mal renovar la fe en esas ideas innegociables. Y que no se discutían ni se discuten.

Los problemas tienen solución si se detectan; si no, se instalan

Pero para insistir en el ideario no hace falta negar la realidad. España no fue España ante Suiza. Se quedó con la pelota, sí, pero para nada. Para tenerla, no para doblegar al rival y buscar su portería. Abusó del juego horizontal y lento, del pase hacia atrás, careció de profundidad y cambios de ritmo para rematar la circulación con alguna maniobra venenosa. Tocó para distraer al rival, pero se distrajo a sí misma. España no jugó a lo que sabe. No como siempre.

España se engaña hasta en la aritmética. Porque la catarata de ocasiones no se produce cuando la selección intentaba imponerse desde la paciencia, con el 0-0, sino después, cuando del gol en contra trató de levantarse con ansiedad y desesperación. España tuvo defectos ante Suiza, muchos y evidentes, incluso en la alineación, y no es buena solución negarlos. Si sólo se trata de una escena, un mensaje que lanzar al exterior para acabar con las bromas repentinas, vale. Pero si de verdad España no ha localizado sus errores ante Suiza, el tema es más preocupante. Echar la culpa a la mala suerte es demasiado fácil. Los problemas tienen solución si se detectan. Si no, se instalan.

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