Público
Público

Roberto Heras, un inocente sin
ánimo de revancha: "Ahora, prefiero pensar en el futuro"

El ciclista, al que el Estado deberá pagar 724.000 euros por retirar prematuramente del ciclismo hace 11 años, ya no necesita resarcirse frente a los que no le hicieron caso. “Supe vivir como me gusta y no renunciar a mis pasiones”, explica.

El ciclista Roberto Heras, que este martes cumplió 42 años. /@EnergyVitalite4

MADRID.- Hace once años fue tremendo. Todavía recuerdo aquella cara de angustia de Roberto Heras en el hotel ‘Puerta de Madrid’, aquel hombre que no sabía donde meterse, aquel hombre que no había pegado ojo en toda la noche, dramático e inconsolable, casi vencido. Tenía entonces 31 años, acababa de ganar la Vuelta a España y prometía que era inocente, que prefería morir antes que aceptar su culpabilidad. “No sé ni cómo reaccionar”, dijo en aquella rueda de prensa, “pero tengo que estar aquí, dar la cara”.

Sin embargo, hubo de cumplir la pena de dos años por dopaje que ya le impidió volver a ser ciclista profesional, a perder en el Tour o a ganar en la Vuelta. Años después cuando volví a entrevistarle, esta vez a solas, reconocía que no había equipo para él, que no había tenido la suerte de Vinokourov o de Ivan Basso. “El problema es cuando llega la hora de reinsertarte al pelotón. Hay equipos que no se fían de tí y evidentemente la edad, después de dos años fuera, es otro problema”.

Así que el tiempo pasó hasta que Roberto Heras comprendió que “ya nada podría ser igual que antes” y que su pasado, ciclista profesional desde 1997 hasta 2005, la dureza de la carretera, estaba clausurado. El esfuerzo por volver, por cuidarse como si fuera volver a correr, había perdido la batalla. “Yo quise volver y entendí que podía volver, pero no podía permitir que se aprovechasen de mí. No se dieron las condiciones”.

Hoy, son declaraciones encerradas en la hemeroteca que, sin embargo, cobran más sentido que nunca. Once años después, la Audiencia Nacional ha condenado al Estado español a pagar una multa de 724.000 a Roberto Heras, a ese hombre, retirado indebidamente, que, nada más ser condenado, llegó a estar “tres semanas sin salir en bicicleta”, “a vivir angustiado” o a proclamar en vano su inocencia en Béjar y fuera de Béjar, donde vivía. Una inocencia que, como si se tratase de una película de cine, le han reconocido tres días antes de cumplir 42 años, cuando ya no queda nada que hacer.

La oportunidad del ciclista profesional, como los miedos del acusado, ya pasaron a mejor vida como explica hoy Roberto Heras: "No hay nada de lo que hablar ya"

La oportunidad del ciclista profesional, como los miedos del acusado, ya pasaron a mejor vida como explica hoy Roberto Heras desde la estación de Baqueira Beret, donde pasa la Semana Blanca esquiando con sus dos hijas. “No hay nada de lo que hablar ya”, contesta. “No tengo que hacer ninguna valoración. Las valoraciones ya las hice en su momento. Ahora, prefiero pensar en el futuro en vez de volver al pasado. No quiero decir nada”.

Su voz suena sin resentimiento ni ánimo de revancha. No consiente siquiera la oportunidad de preguntarle lo que significa este dinero, esos 724.000 euros, y no es porque Heras quiera anular lo antes posible esta conversación. “Al contrario”, replica. “Puedo pasarme hablando con usted el tiempo que quiera. Pero si me pide volver al pasado es inútil, no lo voy a hacer con nadie, ya lo hice en su momento, no hay más que teclear en Google mi nombre y ver lo que dije o lo que sentí. Ahí aparece todo”.

Y entonces, claro que sí, se reafirma ese hombre que, tal vez, en la mejor época de su vida, líder indiscutible de aquel Liberty Seguros, vio que “ya no entrenaba lo que necesitaba, sino lo que me parecía”, incapaz, en cualquier caso, de alejarse de la bicicleta o de dejar de soñar. “Comprendí que no tenía sentido desmotivarse”. Y no se desmotivó, al contrario, quizá por eso alejó la pena de sí mismo y nunca dejó ni dejará de hacer deporte, imposible.

"La vida es disfrutar"

“¿Por qué vas a dejar de hacer lo que más te gusta?”, pregunta hoy, casi con la misma figura y el mismo peso que cuando se retiró del ciclismo profesional. “Mi hermano, Miguel, se dedicaba a la BTT y decidí seguir sus pasos. He corrido por medio mundo, en Moldavia, en Sudáfrica, en el desierto del Sáhara, hasta en Costa Rica, donde me llevé a las niñas que, impactadas por todo aquello, siempre me preguntan: ‘papá, ¿cuándo vamos a volver a Costa Rica?’ El caso era hacer deporte, a otro nivel claro, en otro escenario, pero sin olvidarte nunca de lo que fuiste”.

"La vida es buscar un trabajo que te convezca y yo lo encontré en una empresa de entrenamiento deportivo tras sacarme la titulación; la vida es disfrutar de tu vida y de tus hijas y no olvidarte de tus pasiones"

Quizá fue su manera de curar el ánimo de revancha y de que hoy, en esta oportunidad que le presenta PÚBLICO, no sienta la necesidad de tirar contra ninguno de los que, a partir de 2005, le impidieron volver al Tour de Francia o a ganar una más de las cuatro Vueltas a España que ganó. “He entendido que la vida ya no es eso. La vida es hacer a cada momento lo que más te gusta. La vida es buscar un trabajo que te convezca y yo lo encontré en una empresa de entrenamiento deportivo tras sacarme la titulación; la vida es disfrutar de tu vida y de tus hijas y no olvidarte de tus pasiones. Yo no lo hice y por eso estoy bien. Siempre estuve bien”.

“Me crié en Bejar, al lado de la montaña, así que la montaña también forma parte de mi educación. Y a menudo me pierdo por los Pirineos, por Monserrat, por Font Romeu…, y me encanta porque son horas de soledad en las que uno se encuentra a sí mismo”

Ahora, Heras, que vive en Barcelona, ha aparcado la bicicleta pero no se ha aparcado a sí mismo. “Después de seis años en BTT, he pasado a correr por la montaña. He seguido el ejemplo de mi hermano Miguel, que es uno de los mejores de España, y hay competiciones en las que he llegado a las siete horas”. Quizá porque la montaña también forma parte de su perdón, de la limpieza de cabeza que muestra en esta conversación, donde aparece como un ser neutral, incapaz de pasar ya factura a nadie ni de hablar de dineros.

“Me crié en Bejar, al lado de la montaña, así que la montaña también forma parte de mi educación. Y a menudo me pierdo por los Pirineos, por Monserrat, por Font Romeu…, y me encanta porque son horas de soledad en las que uno se encuentra a sí mismo”. Y es entonces cuando se da aún más cuenta sí cabe de que la felicidad perdona y de que la agonía de aquella sentencia no iba a durar, no podía durar, toda la vida y, puestos a ser positivos, hay más cosas que esta última sentencia de la Audiencia Nacional. “Me alejó del ciclismo, sí, pero a cambio me dio más tiempo para estar con mi familia”, explica.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?