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"La satisfacción nunca la da el dinero"

Casi 28 años después, llega un nuevo presidente al atletismo español: Raúl Chapado. Un nuevo aire que no escapa de la urgencia para recuperar el tiempo que pudo perderse. “Buscaré el camino más rápido para llegar a Roma”, asegura sin miedo al futuro: "No podemos estar toda la vida quejándonos".

Raúl Chapado. EFE

ALFREDO VARONA

MADRID.- Es difícil preguntar algo diferente a un hombre que acaba de llegar a la Casa Blanca, aunque él, Raúl Chapado (Ávila, 1970), la llame “la casa roja de la Avenida de Valladolid”. Pero la idea es intentarlo, alejarse del pasado e imaginar el futuro. Una nueva vida en la que “no valdrá ganar a cualquier precio” y en la que el presidente acepta que él “podrá llevar el café a los empleados” y no pasará nada.

Será Raúl Chapado, el mismo que no se cansó de llorar la noche en la que Ruth Beitia ganó el oro olímpico en los Juegos de Río de Janeiro o el mismo que entonces pegó un golpe a la mesa de comentaristas en la que no se sabe qué pesaba más, si la pasión o la adrenalina. Hoy, recuerda que “el atletismo es de todos” y no sabe quién será su Simeone particular “hasta que no encontremos el modelo que deseamos”.

De momento, habla de “un préstamo, no de una herencia”, inseparable de su manera de ser. El sábado, después de ser elegido presidente, fue a ver competir desde la grada a sus hijos en pista cubierta. El domingo no le importó que diluviase para ir a ver el cross de Alcobendas. Así que la pasión aterriza en el despacho de la Avenida de Valladolid sin miedo a la vanidad. “Ningún presidente gana medallas”. También acepta la influencia del dinero en todo esto, aunque “la satisfacción nunca está en el dinero”, matiza: “Prefiero perder dinero y dormir con la conciencia tranquila”.

En el fin de semana que muere Fidel Castro usted se convierte en presidente de la Federación de atletismo. ¿Qué le une a usted con Fidel?

No tuve nunca relación con él. Sí sé que estuvo detrás de todos los éxitos del atletismo cubano en la época en la que yo competía, pero eso tampoco quiere decir que los consiguiese él. Y si me pregunta lo que nos unía, no sé, no entiendo la pregunta, es como si yo le pregunto a usted: ‘¿qué le unía a Fidel Castro?’

Viejos recuerdos de prensa, le contestaría.

Si, bueno, eso sí, claro. Recuerdo que en la primera época los atletas cubanos eran muy discretos y, a lo sumo, se referían a él como el Comandante. Luego, cuando hicimos una relación, sí me contaban cosas, sobre todo, anécdotas de la vida y rara vez de política. Nunca he sido yo un hombre que hablase de política.

¿Qué hace usted aquí entonces? ¿No es esto política?

No, esto es deporte, esto es atletismo, esto es mi vida. Yo no me levanté un día de la cama y dije, "quiero ser presidente", sino que es esto es el legado de una trayectoria en la que yo mismo he confiado en este objetivo para mí. He tenido una trayectoria. He trabajado en instituciones. He sido capaz de escuchar, de aprender o de observar y ahora he encontrado a la gente que confía en mí.

Fue usted un atleta con don de gentes. ¿Será suficiente esta vez?

Sigo siendo un atleta, en realidad. La diferencia es que ahora el talento o la música no la voy a poner yo; ahora, seré el director de orquesta y resulta que estoy ante el desafío más grande de mi vida. Pero la diferencia con mi época de atleta es que entonces, una vez que salía del pasillo del estadio, ya me quedaba solo; ahora no, no lo estaré.

¿Qué tiene de malo la soledad?

No me refiero a eso. Me refiero a que esto es un proyecto en común, un préstamo de las nuevas generaciones y no una herencia del pasado. Por lo tanto, hay que contar con todos, hasta con las opiniones diferentes a la nuestra, porque, al final, se trata de ganar: el atletismo es de todos y sólo podemos ganar todos juntos. No a cualquier precio, eso sí. Pero yo confío que una vez que reflexionemos y encontremos el modelo que queremos…

En la vida siempre existe alguna urgencia.

 Sí, claro, y contamos con eso. Pero a veces entre lo urgente y lo importante no se sabe que es lo primero: nosotros debemos encontrar ese equilibrio.

Por todos los caminos se puede llegar a Roma.

Sí, pero no me vale esta vez. Acepto que no hay un solo camino, pero también hay que saber escoger el camino por el que se llegue más deprisa como hizo Juan Antonio Samaranch padre o está haciendo Sebastián Coe todos estos años. Si hay que inspirarse en alguien quiero inspirarme en ellos. Quiero ser un líder desde el consenso.

Hace 28 años, cuando entró Odriozola, usted tenía tenía 18. ¿El tiempo ha pasado muy deprisa? ¿Qué recuerda usted de entonces?

Yo era un chico de Ávila que empezó en un parque y que, a lo sumo, viajaba a Madrid para las competiciones. Pero entonces era difícil que un muchacho de 18 años tuviese contacto directo con el presidente. Sin embargo, ahora el mundo ha cambiado demasiado, ese atletismo ya es viejo. Ahora, mi telefono está abierto a todo el mundo. Nunca he cambiado el número y soy de los que piensa que no se puede dejar un solo mensaje sin contestar. La gente, que invierte un esfuerzo en escribirte, siempre merece una respuesta.

Entonces 28 años se pueden resumir en un solo día.

No, no, claro que no, pero a partir de lo que ha pasado podemos planear el futuro. Hay una pregunta a la que yo quiero dar mucha importancia, ¿por qué hemos perdido presencia en los colegios?, pero a la vez han surgido otras cosas como el movimiento de corredores populares, los runners.

¿Qué puede aportar el corredor popular a la Federación? ¿Qué medallas olímpicas puede conseguir esa gente?

No, yo no lo veo así, sino como una parte de nuestro deporte. Y, si es una parte de nosotros, debemos intentar que no sólo se limite a practicarlo en la calle, sino que también vea atletismo, que sepa quienes son sus estrellas o que lea los artículos que usted y gente como usted hacen de atletismo, porque sino todo lo que pasa en las carreras populares se va a quedar en una manifestación.

Hoy, la gente no sabe ni quién es Ezequiel Kemboi, ese mito de los 3.000 obstáculos.

Pero es lo que digo. No tiene que convencerme. A la mayoría, si se les saca de Usain Bolt…, ya se pierden, ya no saben quienes son. No digo que todos sean como yo que, a los 16 años en el instituto, llevaba la carpeta forrada con los atletas de la época. Pero cuando uno ve a niñas que te dicen que ellas quieren ser como Ruth Beitia el día de mañana piensas que todavía es posible. Te hace recuperar la esperanza.

¿No es el pasado ya Ruth Beitia?

Mientras las niñas la sigan poniendo de ejemplo, no, nunca. Pero es que, además, hablamos de una actual campeona olímpica, eso no es pasado nunca.

¿Quién quiere ser ahora como Raúl Chapado?

Eso sí es pasado. Hace unos años fui un referente del triple salto, pero hoy ya ha aparecido un atleta como Pablo Torrijos, que ha batido mis marcas y, por lo tanto, es normal que le gente se olvide de uno. Pero a mí eso no me preocupa. Yo no vine aquí a protagonizar nada, sino a organizar algo.

Va a tener usted poder.

No, el poder lo tendrá el atletismo, el atletismo es de todos. No me voy a enfrentar a esa idea. Soy una persona muy lógica y no me cuesta trabajo entenderlo. Sé que yo no puedo venir a imponer, sino a proponer, no quiero acaparar, sino compartir. No deseo ser repetitivo, pero es que es así, va a ser así. No queda otra.

Zidane hizo campeón de Europa al Madrid en seis meses.

Ningún presidente gana medallas. Aquí las ganan los entrenadores y los atletas. Y lo máximo que uno puede hacer por ellos es facilitarles los recursos para que, entre 214 países que hay en el mundo, en el nuestro también salgan medallistas olímpicos como antes hemos hablado de Ruth o podríamos hablar de Orlando Ortega.

Bueno, Orlando no es español.

Pero puede inspirar; viene de un sistema de entrenamiento como el cubano que puede ser una inspiración para nosotros... Al final, también se trata de eso.

¿Usted daría la vida por volver a tener un oro olímpico en 1.500?

No, la vida no. Y si diera la vida también la tendría que dar por el lanzamiento de peso, el maratón, el salto de longitud... No tendría vidas, porque no tengo ninguna preferencia. Pero sé que el talento siempre es emergente, que la juventud es descarada y lo que ahora nos ha demostrado Bruno Hortelano en velocidad ya nos lo demostró Yago Lamela en el salto de longitud hace casi veinte años…

Nunca es tarde para acordarse de Yago Lamela.

Yago era mi amigo. No había nadie como él en longitud y ni siquiera en triple y yo tenia tanta relación con él... Nunca me olvidaré de él. Nunca podré olvidar a un hombre al que jamás vi hablar mal de nadie. Su muerte me cogió en Lima trabajando y no pudo asistir a su entierro. Pero nunca dejaré de recordar que no ha habido nadie como él en España y tal vez en Europa.

¿De qué valen ahora los recuerdos?

Si me habla de Yago nunca dejaré de ver esa melena suya al viento, de recordar las vivencias, no las marcas. Al final, las marcas pasan, pero los recuerdos… Es como si le estuviese viendo ahora.

Sin embargo, ahora no hacemos más que leer a atletas mileuristas o que no llegan a los 1.000 euros o a olímpicos como Fernando Carro que han de volver al club de su infancia, porque no encuentran nada mejor. ¿Qué sentido tiene esto?

Sé que es difícil y entiendo que esto no es como en mi época: yo tuve la suerte de estar en el Larios o de vivir una época en la que existía subvención pública en el atletismo. Pero ahora hay que generar recursos propios y mientras no sea así, excepto en casos aislados, no podemos ser un deporte profesional a día de hoy, porque esto ya no es como antes: el Larios ya no volverá. El deporte no está fuera de la vida.

No podemos vivir sin dinero.

Yo vengo de un atletismo distinto. Yo llegué a la elite desde un parque de Ávila, pero sé que ahora es diferente y que se necesitan más recursos. Y aunque la satisfacción nunca nos la va a dar el dinero, la prioridad número uno es la de buscar dinero para generar esos ingresos que necesita nuestro atletismo, ¿cómo? Nos vamos a dejar la vida en ello.

El tiempo dirá entonces.

Pero no hay que creer en milagros ni en pensar que por quejarnos vamos a llevar razón. No podemos estar toda la vida quejándonos. Hay que pensar que nadie nos va a regalar nada y que la queja no es buena. Pero mientras tanto, si uno lo intenta, ha de saber que esto es voluntario. Nadie nos obliga a estar aquí y, si estamos, vamos a intentarlo con todas las fuerzas.

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