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El triunfo del Diego más responsable

Argentina gana en Escocia0-1 en el debut de El Pelusa al frente de la albiceleste

A. L. MENÉNDEZ

En cuanto sintió el pitido final del árbitro, Maradona elevó el puño derecho al negro cielo escocés y emitió un contenido grito de alegre rabia. Argentina acababa de firmar un trabajado triunfo en su estreno como seleccionador albiceleste. Por una vez, Diego, paladín del arte, se dejó llevar por el resultado. Nada mejor que un buen comienzo para allanar el camino, siempre áspero, del combinado suramericano.

De ahí la alegría, grande pero serena, de Maradona. Tras su gesto, acudió presto a saludar al seleccionador escocés. Le dio ceremoniosamente la mano y, a continuación, ejecutó un ritual que, conociéndole, intentará perpetuar. Uno por uno, se abrazó con ayudantes, suplentes y futbolistas sustituidos. Luego, paciente y con pose de entrenador experimentado, esperó a los jugadores que, sudorosos, procedían de la cancha en dirección al vestuario. A todos les dio un abrazo y, en su fuero interno, les agradeció una victoria que hará mucho bien al naciente proyecto.

Sin Messi, ausente en cumplimiento del pacto acordado entre el Barça y la Federación, ni Agüero, que abandonó la concentración al saber de las complicaciones en el embarazo de su novia Giannina, hija de Maradona, Argentina se manejó sin agobios pero sin brillantez.

El nuevo técnico tuvo además la fortuna de arrancar con un gol madrugador y bello. Maxi Rodríguez, uno de esos veteranos en los que deberá apoyarse para edificar los cimientos del combinado albiceleste, rubricó una hermosa combinación entre Tévez y Jonás Gutiérrez. Corría el minuto 8.

Tuvo tiempo Argentina para aumentar la renta, pero también para desperdiciarla. Maradona, sabedor de la fragilidad anímica que anida en un grupo que vaga sin rumbo desde hace tiempo, no se apuró. Se instaló en la fila de atrás del banquillo visitante y, sin muestras de nerviosismo, siguió el partido con atención.

Apenas se asomó un par de veces al verde, donde tanto disfrutó e hizo disfrutar como jugador. Sin exageraciones, voceó un puñado de instrucciones y regresó a su asiento.

En la cancha, Diego confió en la raza de Tévez y, sobe todo, en el poderío de Mascherano. El centrocampista del Liverpool es, en principio, el lugarteniente de Maradona. El jefe. Si, como ayer, el seleccionador opta por la prudencia, junto a Mascherano actuará otro controlador como Gago. El futbolista del Real Madrid se situó por delante de la defensa y ejerció de enlace. Ayudó lo que pudo en labores de contención, pese a lo cual los escoceses amagaron con algunos sustos, fruto más de los errores puntuales americanos que de acciones meritorias británicas.

Los minutos fueron pasando entre toque y toque argentino, sin la profundidad que, a buen seguro, le gustaría a Maradona, pero, también, sin ningún susto que le levantase del asiento. Diego vivió meditabundo y ojo avizor todo lo sucedido sobre el verde de Glasgow.

Escrutó cada movimiento, cada actitud. El fútbol corre por sus venas. Sabe lo que piensa cada jugador antes de que lo ejecute. Por eso supo que tenía que representar un papel sereno y sin extravagancias. El que le corresponde al encargado de reverdecer laureles en un equipo que ha sido dos veces campeón del mundo. El Diego responsable. 

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