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Villa siempre sabe esperar

Sesenta años después de Zarra, el Guaje reedita el gol que durante tanto tiempo pareció imposible

ALFREDO VARONA

Villa esperó su hora. Lo hizo sin voces ni prisas. Ni siquiera el penalti generó su egoísmo. La paciencia es el arte de saber esperar. Máxime en un partido como el de anoche lleno de trampas y de defensas que juegan con tenazas. Pero en el minuto 82 el balón mostró su lealtad a la paciencia. Y se declaró a Villa en el área. Y entonces el delantero marcó los tiempos con el arte que se necesita para la fusilada final.

Otra vez sin prisa, otra vez más venció al suspense. Su decisión reflejó su estado de ánimo, al futbolista al que no le pesa nada y, en definitiva, a la gente que se siente por encima del bien y del mal. Juegan, incluso, con más paz que los demás. La pelota, eso sí, no aceptó de buena gana el deseo de Villa. Volvió a pegar en el poste, como en el primer tiro de Pedro. Pero hubo una diferencia. Esta vez lo hizo por dentro. Y aquello fue suficiente para demostrar al mundo entero que la espera también tiene derecho.

Han pasado sesenta años desde la época de Zarra, aquel cuarto puesto en el Mundial de Brasil de 1950, precisamente el año en el que nacería Del Bosque, el entrenador que ahora administra a toda esta gente, que ha sabido derrotar al suspense. No fue fácil. El gol llegó a cruzar la frontera de lo imposible. También las opciones de gol, que apenas se contabilizaron.

La prueba fue Villa, al que casi no se sintió en la primera hora. Primer detalle para analizar: nunca había pasado esto en el Mundial. Ni siquiera en el partido en el que más tardó en aparecer ante Chile. Entonces marcó a la media hora. Anoche, sin embargo, el partido fue de una antipatía abusiva. De ahí el valor de Villa o de Iniesta cuando inauguró la jugada de gol en el último tramo. Sonaba el máximo agobio en el momento en el que Iniesta se dirigió al área, como la noche de Portugal.

Igual que entonces, por ahí andaba Villa, con la ley del deseo. Desde el segundo partido frente a Honduras, ha marcado siempre. Y nunca ha sido a balón parado y siempre con la pelota pegada al piso, con tiempo, incluso, para valorar la decisión final. Perfecto.

Han pasado sesenta años desde el gol de Zarra al de Villa, sesenta años en los que no existió un futbolista español capaz de marcar en cuatro partidos seguidos de un Mundial. Sesenta años que anoche se hicieron larguísimos, con ese regreso al pasado o, sin ir más lejos, a Francia 98 de hace doce años. Entonces España fue incapaz de batir a la Paraguay de Chilavert, que se parecía a la de ahora. También había cemento en defensa con Ayala o Gamarra. Pero ningún delantero encontró el modo de meter el bisturí. Ni Kiko ni Alfonso ni Pizzi ni siquiera Raúl, el hombre de los 44 goles en la selección. Anoche sí estaba Villa, 43 ya, a uno de igualar a la leyenda, a dos de batirla.

“Seguro que Alemania tampoco estará contenta con tener que enfrentarse a nosotros en semifinales”, aseguraba ayer Villa, aún con el éxtasis entre los dientes. El ‘Guaje’ enunciaba el eslogan ante el torrente de fútbol que había mostrado el equipo teutón, horas antes, ante Argentina. “Es cierto que, desde que empezó el Mundial, todo ha sido más duro de lo esperado, en especial, la primera fase. Los equipos se están cerrando mucho cuando juegan ante nosotros y esas tácticas nos están poniendo las cosas muy difíciles”, explicaba Villa, un tanto harto de tanta racanería en los equipos de enfrente.

En el análisis del encuentro, el delantero asturiano incidió en que “Paraguay no nos ha dejado circular el balón, ha presionado mucho a nuestros jugadores de creación. Afortunadamente el palo ha querido que entrara el balón”. Con quien no se medirá Villa en semifinales, en la puja por el gol, será con Müller. El alemán, sancionado con amarilla ante el equipo de Maradona, tras anotar un gol, será baja. 

 

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