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El Villarreal pisa el freno

Los amarillos, que acabaron con nueve, se quedan sin liderato

ÁNGEL GARCÍA

 

No cuesta interpretar lo que ofrece el Villarreal. Lo hace todo, se expone de una forma elegante, llega y crea peligro. Hasta se recrea. Y eso al rival le duele y a ellos les pesa. El dolor de los de Esteban, pese a retirarse con ventaja al descanso, fueron punzadas de principiante.

Sintetizando lo ocurrido, el cuadro de Garrido mereció más. Una lupa en sus botas, un objetivo ampliado que magnificara sus ataques. Disfrutó a la carrera, con metros, con espacios de saldo, ofertados por una defensa en feria. Nilmar o Cazorla encontraron, al menos, la madera. El resto, aparte del gol sin necesidad de una actitud clarividente de Capdevila, fue lastrado por una defensa local que paladeó en el primer acto el desastre.

Con unos postulados con tan poco desamparo comenzaron su exposición de motivos los amarillos. Jugándose el liderato, no les pesó el vértigo. Cazorla, por dos veces, Rossi o Nilmar mostraron las estrecheces de un bloque atrás con la bujía perlada. Se adivinaba el gol visitante cuando el paseo de los de casa alcanzó el área de Diego López. Marcó Valdez aprovechando las análogas semejanzas entre la zaga visitante y la local. Cuando se relamían por el gol, se olvidaron de limpiar las migajas. Otro error permitía a Capdevila empatar.

El Hércules, con las tablas, parece que despertó. Tuvo arrestos para no hundirse y solicitó su parte de balón. Sin él, los de Esteban pierden identidad, juegan sin norte. Ecuánime entonces el reparto, aparecieron autopistas donde antes había baches. Drenthe se encendió y cambió el panorama. Necesita el holandés a la grada tanto como la grada a él. Y ambos nublaron a un Villarreal que se expuso poco físico. Sentirse aseado tiene estas cosas; buscas lo estético y mueres como vives, a la carrera, donde emergió el ex madridista. Dio el segundo a Trezeguet antes que el francés se expulsase con sus protestas.

El problema les surgió en la reanudación. Con uno menos sus expectativas decrecieron. Cavaron su trinchera en su área buscando encajar los golpes de los amarillos con el menor daño posible. El guión auguraba algo más para el Villarreal. Su dominio era tremendo ante un rival de frontón. Pero Borja Valero descifró el crucigrama antes que el disparate de las expulsiones enloqueciera el epílogo con un Villarreal implorando, con nueve, el final. 

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