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Un punto de inflexión en la evaluación de la crisis

Los resultados del Publiscopio económico realizado inmediatamente antes de la reunión del G-20 detectan una inflexión en la evolución de las percepciones de la gente sobre la crisis.

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

Los resultados del Publiscopio económico realizado inmediatamente antes de la reunión del G-20 detectan una inflexión en la evolución de las percepciones de la gente sobre la crisis. Desde octubre hasta principios de marzo la imagen de la situación económica española había ido empeorando claramente; en las entrevistas realizadas entre 24 de marzo y 2 de abril, la percepción sigue siendo muy negativa, pero algo mejor que en el trimestre anterior, reduciéndose en diez puntos la proporción de entrevistados que la califican como 'bastante mala' o 'muy mala'.

Al mismo tiempo, se mantiene sin cambios significativos la percepción de la situación económica personal, que califican ahora como 'buena' un 31% de los entrevistados y 'mala', un 21% (el restante 48% la califican como 'regular'), proporciones muy similares a las de meses anteriores, desde octubre del año pasado.

Esta inflexión en las valoraciones de la situación mientras se mantienen las percepciones sobre las situaciones personales invita a fijar la atención en la evolución de esos dos indicadores durante esta crisis. En las encuestas se observa una inconsistencia en la evolución de esos indicadores, que es indicio significativo de un problema, no de las encuestas, sino de la economía. Entre unas respuestas y otras debería, en principio, haber una cierta correspondencia. Pero no la hay. Mientras las imágenes de la situación son catastróficas y habían ido empeorando hasta ahora desde que empezó la crisis, las declaraciones sobre la situación personal sólo empeoraron ligeramente con la crisis y no han variado o incluso han mejorado a lo largo de los seis meses transcurridos de apocalipsis financiero. Podemos verlo en los resultados del Publiscopio económico que ha formulado las mismas preguntas a la población española desde diciembre de 2007.

Respecto a la calificación de la situación de la economía española la evolución es extremada: en diciembre de 2007 antes de que empezase a manifestarse la crisis la situación parecía 'mala' ('bastante' o 'muy mala') al 29% de los españoles; en octubre de 2008, esa proporción había subido al 63%; en marzo de 2009, llegaba ya al 80%. No cabe duda de que las imágenes que la gente tiene sobre la situación económica de España son muy negativas y habían empeorado mucho durante los últimos meses, hasta la inflexión reciente.

En cambio, la evaluación que hacen los españoles de su propia situación económica, y de sus perspectivas, es completamente distinta. Entre diciembre de 2007 y octubre de 2008 la proporción de quienes consideraban que su situación económica era mala aumentó, como parece lógico que sucediera, pero en una proporción relativamente moderada: subió cinco puntos, del 15,0% al 19,7%. Y luego, en los seis meses transcurridos de crisis económica aguda, esa proporción no ha variado: era, a principios de marzo, el 19,8%. Los que se declaraban en buena situación económica ('bastante buena' o 'muy buena') tampoco variaron significativamente en el semestre (eran 29,4% en octubre y 29,2% en marzo).

Tampoco han empeorado las expectativas respecto a la situación económica personal. Se produjo un empeoramiento apreciable de esas expectativas entre diciembre de 2007 y octubre de 2008 (los que temían que su situación económica fuera a peor pasaron del 27,0% al 35,5%, y los que creían que iría a mejor, del 21,0% al 16,4%), pero entre octubre y marzo se recuperaron, en vez de empeorar, y han llegado ahora a ser algo más optimistas que hace quince meses (sólo un 23,8% doce puntos menos que en octubre piensan actualmente que su situación dentro de un año será peor, y otro 23,8%seis puntos más que en octubre creen que será mejor).

La mayoría de la gente está aterrorizada, más que por su situación personal, por el cuadro que le pintan los agentes económicos, los políticos y los medios. Si todos los que saben hasta los premios Nobel dicen que la situación es terrorífica, tiene que serlo, aunque uno no lo note en su entorno personal. Por tanto, si me preguntan cómo veo la situación económica del país, tenderé a decir que muy mal Al final, el que se atreva a pensar que la situación no está tan mal como dicen, o parece un cretino que no ve lo que todos ven o un egoísta que, desde una situación confortable, no se conduele de la penuria ajena. 

Las proyecciones económicas de las instituciones financieras son una subasta en la que cada uno trata de superar al anterior elevando la cota de los males económicos que anuncia. El Banco de España, en el último ejemplo de pez mordiéndose la cola, observa en su último Boletín Económico 'el deterioro de la confianza' en la economía española y pinta a continuación un futuro desolador..., deteriorando aún más la confianza.

Por otra parte, las empresas financieras alimentan este clima de terror y se benefician de él. En una situación en la que muchas de ellas tienen un agujero en sus fondos y para todas es más difícil y caro el recurso al crédito interbancario, los efectos de la alarma social resultan beneficiosos, al menos coyunturalmente. La restricción de créditos a las empresas y la elevación de las comisiones y de los intereses bancarios aunque baje para los bancos el precio del dinero parecen justificadas, a ojos de la gente, por la situación general de crisis. Y, sobre todo, la gravedad de la crisis les habilita para hacerse acreedoras de enormes ayudas, avales, préstamos, etc. del Estado y de las instituciones financieras públicas, con la comprensión de los ciudadanos.

Los políticos de la oposición ven en la crisis económica y en su agravamiento una coyuntura muy favorable para sus intereses electorales, porque debilita al Gobierno y lo descalifica por su aparente incapacidad para controlar la crisis y reactivar la economía. Con una sonrisa siniestra, Montoro parece complacerse pronosticándonos cada día mayores males.

Los comportamientos económicos están muy condicionados por la confianza, que no se funda en la información sino en imágenes y mensajes manipulados. El ciudadano es inducido por el sistema a un comportamiento irracional tanto al consumir como al endeudarse, al ahorrar o al invertir.

El efecto de ello son tanto las burbujas como los cracks. El sistema está en crisis por su irracionalidad económica, la irracionalidad rige su crecimiento y la irracionalidad lo colapsa.

 

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