Público
Público

El último aliento de Naval Gijón

El histórico astillero cierra hoy sus puertas. En los últimos veinte años ha sido un icono de la lucha obrera y sindical

RUTH ARIAS

Naval Gijón echa el cierre. Y esta vez es el definitivo. A lo largo de sus últimos 20 años de historia nació como entidad mercantil en 1984 tras la fusión de otros dos astilleros ha estado parado varias veces por falta de producción y ha vivido cierres patronales como consecuencia de las movilizaciones de sus trabajadores.

El fin de Naval no es consecuencia de esta crisis económica. Lleva agonizando desde la reconversión industrial de los años ochenta, cuando tuvieron lugar las protestas más contundentes. No ha habido un momento bueno desde entonces.

Tan continuos y sonados han sido los altercados que ha vivido esta compañía en los últimos años que, en parte, sirvió de inspiración a Fernando León de Aranoa para su laureada película Los lunes al sol. En ella se refleja la dura situación que han vivido los trabajadores despedidos en la reconversión industrial de Gijón.

El astillero lleva años acumulando pérdidas millonarias. Sus dos empresarios iniciales, Duro Felguera y el Grupo Orejas, abandonaron el accionariado hace ya más de diez años y Pymar (Pequeños y Medianos Astilleros Sociedad de Reconversión) asu-mió su gestión.

Nunca se encontró un comprador y los contratos para construir barcos cada vez eran más escasos. Cuando se terminaba un pedido, el astillero cerraba y la plantilla se iba al paro. Su única opción parecía ser pasar los días al sol, como los personajes de la película. Nunca sabían cuándo iban a volver a trabajar.

Si por algo se ha caracterizado Naval ha sido por su beligerancia. Las barricadas de neumáticos ardiendo que cortaban el tráfico en las calles aledañas al astillero eran algo habitual. Los vecinos también tuvieron que acostumbrarse al sonido de las pelotas de goma de la Policía y de los tirachinas de los trabajadores. Y pese a los cuantiosos destrozos, muchos de ellos los secundaban. La subsistencia de sus familias dependía del astillero.

La calle Mariano Pola era un auténtico campo de batalla cada martes, día fijado para las movilizaciones. Cristales rotos, restos de caucho y contenedores destrozados quedaban como vestigios del combate. En esas jornadas, los trabajadores recaudaban un fondo común para comprar material, las 'armas de la lucha obrera', y cubrir los destrozos a los vecinos y comerciantes de Poniente.

Durante todo el conflicto hubo bajas. Raúl Losa falleció en 1984 y otros dos trabajadores perdieron la vista de un ojo en las movilizaciones de 2000. Los heridos se cuentan por decenas.

En la lucha de Naval, hay dos nombres clave: los sindicalistas Juan Manuel Martínez Morala y Cándido González Carnero. Ellos dos (a quienes en la película encarnan Javier Bardem y Luis Tosar) han liderado siempre la movilización obrera del astillero. En 2005, fueron denunciados por haber roto el cajetín de conexiones de una cámara de control de tráfico durante una de las protestas. La fiscalía pidió cuatro años de cárcel para cada uno.

A pesar de las protestas populares y de una multitudinaria manifestación en Gijón, la vista oral se celebró en enero de 2007. Más de 1.000 personas permanecieron en las puertas de los juzgados al grito de 'Todos somos Cándido y Morala' durante las cinco horas que duró el juicio. El respaldo ciudadano no fue suficiente en ese momento. Fueron condenados a tres años de prisión.

Las fachadas se llenaron de pintadas que aún hoy perduran. Durante el tiempo que permanecieron encarcelados, las protestas cambiaron de día y de lugar.

Los martes se cambiaron por los miércoles. Los gijoneses se reunían entonces en la Plaza Mayor para reclamar la libertad de los dos trabajadores. Instituciones Penitenciarias les concedió el tercer grado y, posteriormente, la condena fue suspendida. Salieron del Centro Penitenciario de Villabona vitoreados y convertidos en los héroes nacionales de la lucha obrera.

Hoy se extinguen los contratos de los últimos 40 trabajadores de Naval Gijón. Mañana pasarán al desempleo, como tantos otros en los últimos años, pendientes de una posible recolocación en el único astillero que queda en la ciudad, Juliana Constructora, resultante del proceso de privatización de Izar. Pero esta empresa también está viviendo momentos agónicos.

A los problemas económicos se le suma el asunto del suelo. El Ayuntamiento de Gijón siempre ha asegurado que el terreno de los astilleros se destinará a usos industriales, pero lo cierto es que el paisaje de la bahía de Gijón ha cambiado mucho en los últimos años. Donde hace medio siglo había siete astilleros, hoy hay dos playas artificiales, un acuario, un centro de talasoterapia y varias urbanizaciones de lujo.

El histórico astillero, que ya lleva meses sin apenas mostrar un soplo de vida, desaparece así tras haber sido el icono de la lucha obrera durante el duro proceso de la reconversión industrial. Muchos de sus trabajadores volverán ahora a pasar Los lunes al sol.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias