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Lehman Brothers, el naipe que casi derribó el castillo

En el año que ha pasado desde la quiebra del banco estadounidense, el sistema financiero mundial ha vivido una auténtica convulsión y a punto ha estado de desplomarse en pleno

VIRGINIA ZAFRA

Bear Stearns, Indy Mac, Freddie Mac, Fannie Mae... El Gobierno de Estados Unidos se cansó hace exactamente un año de salvar bancos y decidió probar qué pasaría si dejaba caer a uno porque a ese ritmo iba a tener que resucitar a todos. Y no hizo el experimento con gaseosa, lo hizo con uno de los cuatro mayores bancos de inversión del país y del mundo. Se atrevió con Lehman Brothers, el más antiguo de los bancos de Wall Street, el gran icono y uno de los más interconectados globalmente.

Y le salió muy mal. A punto estuvo de provocar el derrumbe de todo el sistema financiero mundial en pleno. Sólo la intervención coordinada de los grandes gobiernos mundiales logró evitar la hecatombe in extremis.

Mañana se cumple un año de esa monumental quiebra (tenía 430.000 millones de euros de pasivo), de la caída que marcó un antes y un después en la historia del sistema financiero mundial.

Con Lehman Brothers murió la gran banca de inversión (los dos únicos gigantes que quedaban en Estados Unidos, Goldman Sachs y Morgan Stanley, tuvieron que reconvertirse en bancos comerciales para no correr la misma suerte) y todas las entidades financieras que hasta entonces se consideraban seguras en el mundo pasaron a estar en entredicho.

En Wall Street aseguran que le dejaron quebrar por razones políticas

Un año después, casi nadie duda de que fue el mayor error de esta crisis. Lo que no está tan claro es por qué el Gobierno de George Bush tomó una decisión tan controvertida, por qué no se dio cuenta del monumental lío que iba a formar en el resto del mundo. Muchos en Wall Street tienen una teoría de la conspiración.

Lehman Brothers era el banco más cercano a los demócratas, era el principal financiador de la campaña de Hillary Clinton y de la fundación de Al Gore, y estaba presidido por un íntimo amigo de Bill Clinton, con lo que no venía mal a los republicanos (en el poder en ese momento) que se hundiera a sólo dos meses de las elecciones. Y el verdugo (el secretario del Tesoro, Henry Paulson) venía de Goldman Sachs, uno de los grandes competidores de Lehman, y tradicionalmente cercano a los republicanos.

Claro que las buenas o malas relaciones del banco con el poder hubieran sido intrascendentes si no hubiera tenido una enorme cartera de préstamos ligados al sector inmobiliario (100.000 millones de dólares) que se depreció un 35% en unos meses y que superaba con mucho sus recursos propios (15.000 millones). La crisis le había ahogado, su cotización se había desplomado un 94% y necesitaba mucha ayuda para salir adelante. Y no se la dieron.

La caída de Lehman provocó la mayor crisis económica desde el crash del 29

Sean cuales fuesen las razones del colapso, lo cierto es que a partir de ahí se desató el pánico. La crisis financiera mundial se había inaugurado formalmente más de un año antes, con la multimillonaria inyección de liquidez de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, pero hasta la caída de Lehman no llegó la inquietud y el miedo a los ciudadanos de a pie de todo el mundo.

En ese momento, se dieron cuenta de que su dinero podía estar en peligro. Ya no eran sólo los balances de los bancos los que sufrían la crisis, ahora eran las cuentas corrientes, las inversiones en renta fija (que ellos creían seguras) o los planes de pensiones los que estaban afectados.

Y a todo ello había que unir el espectacular incremento que empezaron a sufrir las cuotas de las hipotecas y el cierre total del grifo de los créditos, que estranguló a las economías de todo el mundo.

Ningún banco confiaba en el de enfrente y los mercados interbancarios (en los que ellos se prestan dinero) se secaron. ¿Resultado? El Euríbor, del que dependen los precios de las hipotecas variables en Europa, empezó una carrera meteórica hasta máximos históricos y los bancos se quedaron sin dinero para prestar a sus clientes, lo que hundió a muchas empresas.

Ahí es donde los gobiernos de todo el mundo no tuvieron más remedio que empezar a soltar dinero a mansalva, a asegurar los depósitos de los ciudadanos y a respaldar a sus entidades. Se dejó de lado para siempre la filosofía que se aplicó a Lehman de que los contribuyentes no tenían por qué pagar sus pérdidas y se asumió que hay muchos bancos demasiado grandes para dejarlos caer. Hay que entender que sus beneficios son suyas y sus pérdidas, de todos.

Los bancos centrales apoyaron con bajadas de tipos nunca vistas, con el objetivo de rehacer a unas economías maltrechas que no se habían enfrentado a dificultades tan grandes desde el crash del 29.

Gracias a tantas medidas, muchas de ellas inventadas para la ocasión, los bancos de todo el mundo empiezan ahora a recuperarse. Prueba de ello es que los estadounidenses han devuelto ya 70.000 millones de dólares de los 700.000 millones que la Reserva Federal puso a su disposición. Otros 50.000 millones volverán en el próximo año y medio, fruto de la revalorización de los activos del sector. Entre los que han saldado deudas están Goldman Sachs, JPMorgan y Morgan Stanley, informa Isabel Piquer.

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