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El Banco de España sale de su letargo

Muestra su preocupación por Caja Madrid

ERNESTO EKAIZER

Entre todos la mataron y ella sola se murió ¿No es esto lo que de manera salvaje se está haciendo con Caja Madrid? Cuando interesa se subraya su relevancia: es la cuarta entidad financiera española. Pero la realidad atestigua que desde hace año y medio, el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha mostrado muy poco respeto por Caja Madrid, a menos que eso sea considerarla una dependencia administrativa para sus aspiraciones estratégicas de poder.

Esperanza Aguirre encomendó en 2008 a Ignacio González, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, la tarea de echar a Miguel Blesa al vencer su segundo mandato. Como viera que el hombre nombrado por orden y gracia de José María Aznar no quería, después de 12 años, entregar el poder, González empezó una larga batalla de desgaste, utilizando dictámenes jurídicos y medios de comunicación.

La llamada de Salgado a Rajoy llovía sobre mojado

Además de echarle, Ignacio González sería, claro, el nuevo presidente de Caja Madrid. Este era el secreto peor guardado de Madrid. Pero Esperanza Aguirre estaba dispuesta a mantener la farsa hasta el final. Y para preparar el 'proceso electoral' que consagraría a Ignacio González se modificó la ley electoral. También se selló un pacto de estabilidad con partidos y sindicatos para repartir los cargos.

El plan de Aguirre tuvo enseguida dos víctimas. La primera, Alberto Ruiz-Gallardón, porque los ayuntamientos perdían consejeros en Caja Madrid como consecuencia del nuevo reparto impuesto por la ley de la Comunidad, y el de Madrid el que más. El Ayuntamiento decidió impugnar la ley y presentó dos recursos, uno en la vía contencioso-administrativa y otro en la vía civil. Ruiz-Gallardón no quiere que Esperanza le gane esta batalla. Y la segunda víctima era Mariano Rajoy. Porque Ignacio González desafió su liderazgo antes del congreso de Valencia, en junio de 2008.

Aguirre aprovechó ayer unas palabras de Gallardón para ponerse la careta

Pero el plan de Aguirre ha explotado como una bomba de relojería y ha puesto en evidencia la descarnada lucha por el poder. Y para ello ha sido determinante el hecho de que el Banco de España sale de su letargo en relación a la difícil situación que acumulan las cajas de ahorro por la orgía crediticia que dio aire a la burbuja inmobiliaria de los últimos ocho años.

El Banco de España trasladó a Elena Salgado su preocupación por la situación de los máximos órganos de poder de Caja Madrid. Y quizá también se lo hizo llegar, según algunas fuentes, al líder del PP. Mariano Rajoy ya tenía, desde primeros de octubre, una posición adoptada. Si hasta entonces pensaba en una persona de bajo perfil político, llegó a la conclusión de que Rodrigo Rato, que expresó su interés por el cargo, era el mejor candidato. La llamada de Salgado llovía, pues, sobre mojado.

Pero la publicidad de la simpatía de Elena Salgado por un profesional como Luis de Guindos, ex secretario de Estado de Economía, llevó a la presidenta de la Comunidad de Madrid a lanzar la candidatura de Ignacio González.

Ayer, Ruiz-Gallardón, cegado, piso la cáscara de plátano y dijo, quizá sin darse cuenta, la verdad al afirmar que la ¡dirección nacional del PP, es decir, Rajoy, es el que nombra al presidente de Caja Madrid! Esperanza Aguirre vio la ocasión para volver a ponerse la careta. ¡En qué cabeza cabe que un partido político nombre al presidente de una caja! Es lo que quería y aún quiere Esperanza. ¡Joder, qué tropa!

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