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¿Símbolo de progreso o culto al exceso?

Dubai inaugura el edificio más alto del mundo

ANA TUDELA

La palabra burj, en árabe, no significa burbuja. Significa torre. Burj Khalifa, sin embargo, es mucho más que la Torre del Khalifa, es la prueba de hasta dónde se ha elevado la especulación inmobiliaria en Dubai. Un rascacielos de 827 metros de altura que, tras ser inaugurado este lunes, le quitó el primer puesto del mundo a la torre Taipei 101 de Taiwan, que mide 508 metros. Otra referencia: la más alta de las cuatro torres construidas en los terrenos de la Ciudad Deportiva del Real Madrid mide 250 metros.

Dubai tenía que tener la torre más alta (hasta este lunes no se conocieron sus medidas definitivas) y los 26.000 metros cuadrados de paneles de cristal que la forran debían cortarse a mano. Un trabajo que fue literalmente de chinos. Con la ceremonia de inauguración, a cargo del jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, se diría que el emirato y sus empresas se niegan a distinguir la realidad del espejismo. Como si el fondo soberano Dubai World no hubiese conmocionado al mundo el pasado 25 de noviembre al anunciar su incapacidad para afrontar los pagos de sus 60.000 millones de dólares de deuda. Como si no estuviera pagando sólo los intereses de la misma mientras la renegocia.

La torre tiene 827 metros de altura y alberga un hotel de Giorgio Armani

Históricas víctimas de las apariencias, los fanáticos del dios del lujo que pueblan Dubai olvidaron su amago de suspensión de pagos. Ignoraron por un día que el metro cuadrado vale hoy en el emirato la mitad que a finales de 2008. Un edificio que alberga 108 plantas dedicadas a apartamentos, un hotel propiedad de Giorgio Armani y que ha costado 1.500 millones de dólares lo merecía. En la ceremonia, las autoridades utilizaron toneladas de fuegos artificiales. No es la primera vez. El emirato empleó siete veces más fuegos artificiales que los utilizados en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín para estrenar el hotel Atlantis a finales de 2008, poco después de la quiebra de Lehman Brothers.

No es de extrañar que la constructora Emaar Properties, madre de la Torre Kalifha, optase por sonreír cuando se esperaba que explicase si, en las condiciones que atraviesa el emirato, corre el riesgo de desangrarse pariendo monstruos de tal envergadura. 'Tienes que preguntar: ¿Por qué construimos todo esto?', explicó a los periodistas el presidente de Emaar, Mohamed Alabbar, según informa Reuters.Y se contestó a sí mismo: 'Para traer calidad de vida y sonrisas a la gente'.

Sus accionistas no piensan igual. Emaar cayó este lunes un 3,37% en bolsa hasta cuatro dirhams por acción (0,76 euros). A finales de 2007, cada título de Emaar valía más del triple (15 dirhams). La constructora prefiere mirar al futuro. 'Las crisis van y vienen', añadió Alabbar. 'Construimos para los años por venir. Tenemos que tener esperanza y optimismo'.

Una pomposa ceremonia trata de ocultar la delicada situación financiera

Un optimismo que ni en la propia Emaar se creen. El 3 de diciembre, la agencia de calificación crediticia Standard & Poors rebajaba a nivel de bono basura a seis empresas de Dubai, incluida Emaar. Las dudas sobre el respaldo del gobierno de Dubai a sus empresas tocaban a la constructora, en proceso de fusión con tres entidades propiedad de Dubai Holding, el otro gran emporio estatal causante, junto con Dubai World, de la mayor parte de la deuda del emirato. Seis días después de la rebaja de la calificación, el consejo de administración de Emaar daba marcha atrás en la fusión.

Ahora, la torre que iba a llamarse Burj Dubai se llama desde este lunes Burj Khalifa, el nombre del jeque de Abu Dabi y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Khalifa bin Zayed Al Nahyan. Un gesto para recordar teniendo en cuenta que ha sido Abu Dabi quien ha salido en rescate de Dubai al inyectarle 15.000 millones de dólares.

El edificio se llama como el jeque de Abu Dabi, emirato que rescató a Dubai

El ruido de la fiesta no es capaz de ocultar las debilidades de Dubai. Los archipiélagos artificiales con forma de palmera o la pista de esquí artificial en un punto geográfico donde se superan los 50 grados durante buena parte del año parecen hoy ejemplos de una época de derroche que ya no volverá.

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