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La espiral perversa del ajuste y el crecimiento

Los expertos defienden los recortes, pese a su impacto en el PIB

A. M. VÉLEZ

Tras estallar la crisis financiera en 2007, el Fondo Monetario Internacional (FMI) urgió a los Gobiernos a lanzar planes de estímulo (a costa de engordar sus déficit públicos) para sostener la demanda y paliar la sequía de créditos. En noviembre pasado, tras dar por finiquitada la recesión mundial, el FMI lo tenía claro: esos planes debían mantenerse hasta existir 'signos evidentes de una recuperación duradera'. En esas se quedó hasta la crisis griega, en mayo pasado. Ante el temor a una hecatombe en el mercado europeo de deuda pública, atajar el déficit se convirtió en la gran prioridad, y España y otros países de la UE se apresuraron aprobar duros planes de recorte.

Hay quien cree que esa apuesta por la austeridad (que enfrentó a la UE con Estados Unidos en la última cumbre del G-20 en Toronto) es un error, porque la contracción del gasto genera una espiral perversa, induciendo un menor crecimiento, menores ingresos públicos y nuevas exigencias de recorte del gasto. Así lo entiende Alberto Montero, economista de perfil crítico y profesor de la Universidad de Málaga. Cree que es un 'suicidio'. En el caso de España, se ha obviado el verdadero problema: la deuda de bancos y cajas. 'Se ha tomado como dogma que no pueden quebrar', dice.

Otros analistas más clásicos creen que España acertó al seguir la senda marcada por Bruselas y el FMI, y que el esfuerzo valdrá la pena a medio y largo plazo. 'Perdemos un poco de crecimiento, pero perdemos mucho más si los inversores extranjeros, que financiaban nuestra economía, se van', dice Pablo Vázquez, director de Fedea, que comparte la idea de que es preciso desa-palancar al sector privado para despertar de la borrachera inmobiliaria. Vázquez aconseja convertir el país 'en una ganga para el inversor: en vivienda, en empresas, en trabajadores...'. Y defiende 'un proceso de quita ordenada' de la deuda en España.

Quien perdería en ese proceso sería Alemania, uno de los grandes acreedores de España y el gran impulsor de los recortes en Europa. La locomotora económica europea ha predicado con el ejemplo y ha aprobado un duro plan de ajuste. 'Puede que se haya pasado de frenada', dice José Ramón Pin, profesor del IESE, que atribuye el temor alemán al déficit a razones históricas (la hiperinflación de la República de Weimar, que encumbró a Hitler), aunque recuerda que Berlín, una potencia exportadora, 'tiene un Estado del bienestar tan alto porque lo que ellos llaman los PIGS [los países periféricos] compran sus BMW'.

La actitud alemana contrasta con la de EEUU, que apuesta por los estímulos. Esa política, ligada a su historia (el drástico recorte de gasto del presidente Hoover agravó la Gran Depresión) está justificada, según la mayoría de expertos. La Fed, según Montero, 'se ha saltado la ortodoxia' al comprar activos dudosos a sus bancos (la UE sólo lo hizo a regañadientes, con la crisis griega) 'porque tiene el control de la máquina de imprimir dinero a escala internacional'.

Todos los expertos coinciden en que, además del ajuste fiscal, España requiere reformas estructurales, empezando por la laboral, para atajar su elevadísima tasa de paro. Pin defiende, además, otro tipo de estímulos: más libertad de comercio y menos impuestos a las empresas para que sea el sector privado el que tire del carro.

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