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El Gobierno socialista conocía y amparó los negocios de la conseguidora del rey

Miembros del anterior Ejecutivo admiten la existencia de Zu Sayn-Wittgenstein y su participación en operacio

ANA PARDO DE VERA

Algunos se enteraron tarde, a punto de salir del Gobierno, y otros lo suponían pero ni preguntaban. Sólo un grupo de ellos confirmó entonces la entrañable relación entre el rey Juan Carlos y la alemana Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, la cual llevaba aparejado el posicionamiento de ella como conseguidora en negocios estratégicos para empresas españolas. Negocios que, naturalmente, debían contar con el visto bueno del monarca, generalmente inclinado hacia el Este del globo terráqueo; concretamente, a los mercados ruso y árabe, en donde se encuentran sus más estrechas relaciones de amistad en el exterior.

Varios ex ministros y altos cargos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero consultados por Público han confirmado la 'presencia activa' de Zu Sayn-Wittgenstein, al menos, entre 2006 y 2011 y no sólo como acompañante del rey, sino como conseguidora o intermediaria -en ocasiones se quedó en intento- de negocios, como mínimo, entre empresas españolas y rusas (intento de compra de acciones de Repsol por parte Lukoil y Gazprom), entre otras compañías de nuestro país y las de Emiratos Árabes Unidos, propiedad mayoritariamente de Abu Dhabi (instalación de la planta Gemasolar en la localidad sevillana de Fuentes de Andalucía) o entre aquéllas y Arabia Saudí (adjudicación de parte del AVE La Meca-Media a un consorcio español) No se descarta que la alemana hiciera más negocios en otros ámbitos, como Latinoamérica (obras de ampliación del canal de Panamá).

Fue a partir de 2009, señalan las fuentes consultadas, cuando la relación entre Juan Carlos de Borbón y Zu Sayn-Wittgenstein se hizo más explícita y provocó situaciones complicadas, que finalmente quedaron en nada en su momento, gracias en buena parte a las maniobras del secretario general de la Presidencia entonces, el diplomático Bernardino León. Estas dificultades, sin embargo, son muy ilustrativas del 'ascendiente' de la alemana sobre el rey y el 'riesgo' que entrañaba su relación para España, una relación que se da por terminada.

El hoy enviado de la Unión Europea (UE) para el sur del Mediterráneo, siempre según los mismos interlocutores, era el responsable de coordinar la actividad de la Casa del Rey y La Moncloa y los intereses no siempre coincidían. Ocurrió así cuando la petrolera rusa Lukoil irrumpió en el panorama energético español y quiso hacerse con el 30% del accionariado de Repsol (20% de Sacyr-Vallehermoso y poco menos del 10% de La Caixa) El Gobierno empezó oponiéndose a la operación, pero ante la presión del rey -que llegó a llamar a Zapatero hasta seis veces sólo por este tema, según confirmó Público entonces-, relativizó el asunto y dijo dejarlo en manos de las empresas española y rusa. La realidad es que, ante la presión del monarca -e implícitamente, según las fuentes de este diario, de Zu Sayn-Wittgenstein, que trabajaba para los rusos en la búsqueda de este negocio-, La Moncloa pidió a los ministros 'perfil bajo', sin apoyos, pero también sin oposición.

Hubo quien desde el Gobierno miró hacia Luis del Rivero -presidente de Sacyr Vallehermoso y con el deseo explícito de vender su parte en Repsol- como detonante de este embrollo. Del Rivero lo negó, al margen de que la operación le viniera muy bien; también rechazó la hipótesis Antonio Brufau, presidente de Repsol: 'Miren más arriba', confirmaron en su entorno. El interés del rey por introducir a los rusos en el mapa energético español suponía una auténtica 'obsesión', que trató de materializarse tras una llamada a La Zarzuela de Vladimir Putin, primer ministro ruso, en la que pedía a su amigo Juan Carlos de Borbón que esa operación saliese adelante. El propio Kremlin filtró la llamada al rey.

La operación Lukoil no pilló por sorpresa al Gobierno socialista, por tanto, pues ya el monopolio ruso Gazprom había intentado hacerse con el 20% de Repsol, según anunciara el propio vicepresidente de la Federación de Rusia, Alexander Zhukov, durante una visita a España en noviembre de 2008. La idea de que el Kremlin entrara en la petrolera española 'ponía los pelos de punta' al Gobierno de Zapatero, confirma uno de sus miembros ahora, por lo que se rechazó de plano semejante posibilidad, además, con el apoyo de la UE y el PP de Mariano Rajoy, entonces en la oposición. La fuerza con que el rey manifestó sus deseos por contentar a los rusos no era individual; al lado tenía a Zu Sayn-Wittgenstein que quería su parte del negocio en el lado ruso, razona un alto cargo conocedor de esta relación. En cualquier caso, tanto los rusos como la Zarzuela o el ex Gobierno socialista niegan oficialmente que ella haya sido la conseguidora -o intento de- en este asunto. En privado admiten, además, que lo negarán siempre.

Las relaciones con Rusia quedaron tocadas tras la resistencia del Gobierno de Zapatero y de la propia Repsol a la entrada de los gigantes energéticos en el mercado español; también el rey estaba molesto por la falta de apoyo de Zapatero, que había trastocado, además, la operación de Zu Sayn-Wittgenstein. La Moncloa se esmeró entonces por organizar una 'cumbre energética' -la llamaron entonces- con todas las partes implicadas reunidas en Madrid en marzo de 2009, apenas cuatro meses después de la polémica con Lukoil. Allí estuvieron el presidente ruso Dmitri Mevédev con sus empresas y Zapatero con las suyas para firmar un memorándum de colaboración energética entre la Federación de Rusia y el Gobierno de España, que incluía un par de acuerdos a 'futuro próximo' -nunca se materializaron- entre las españolas Gas Natural e Iberdrola y las rusas Gazprom e Inter Rao, respectivamente.

El poder público y empresarial hispano-ruso concentrado en La Moncloa ese día (el viceprimer ministro de Energía ruso, Igor Sechin, y el ministro de Industria español, Miguel Sebastián; el presidente de Gazprom, Alexei Miller; el de Lukoil, Vaguit Alekpérov; el de Rosneft, Sergei Bogdanchikov; el de Inter Rao, Evgeny Dod; el de Repsol, Antonio Brufau; el de Gas Natural, Salvador Gabarró, y el de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán) fue del agrado del rey y de gran provecho para la alemana, según alguno de los protagonistas de entonces, aunque nadie quiere entrar a concretar los negocios posteriores de Zu Sayn-Wittgenstein con los rusos, 'porque no afectan a los intereses de España'.

Al poco de tomar posesión de su cargo, el director del Centro Nacional de Inteligencia y anterior Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) llegó a reconocer en ámbitos muy reducidos su inquietud por esta amistad que, a mayores, suponía un auténtico intercambio de intereses personales, empresariales y estratégicos 'no siempre adecuados'. Félix Sanz Roldán acababa de llegar al CNI, pero conocía perfectamente los movimientos del rey, a quien, por encima de todo, le une una amistad personal. De hecho, fue Juan Carlos de Borbón quien pidió a Mariano Rajoy que mantuviese al general amigo al frente de los servicios de Inteligencia cuando el PP llegó al Gobierno. 

El rey sigue, por tanto, con la garantía intacta de que PP y PSOE mantendrán su silencio oficial sobre su relación con Zu Sayn-Wittgenstein y sobre cualquier otra. El pacto no escrito para proteger la Corona de los dos partidos con opciones de gobierno no evita, sin embargo, fuertes filtraciones de quienes en sus filas ya están cansados de tanta 'oscuridad y mala praxis'. Con todo y públicamente, ambos partidos no se saldrán del guión mientras Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba lideren las dos formaciones, si bien nadie se atreve a decir lo mismo de sus sucesores y sus equipos, que hoy no apuntan a la continuidad, sean quienes sean.

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