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La fragilidad de los beneficios empresariales presagia una nueva recesión en EEUU para 2017

Las ganancias del sector privado en la mayor economía del planeta se encaminan hacia el sexto trimestre consecutivo de retroceso. Los analistas ven contagio en una economía mundial que ya muestra un pulso cada vez más débil.

Un hombre sentado sobre un muro de mármol en frente del New York Stock Exchange, EEUU. / REUTERS

DIEGO HERRANZ

MADRID.- El último dato registrado es del segundo trimestre de 2016. En este periodo, los beneficios de las empresas de EEUU retrocedieron un 1,9% -cuantitativamente, 28.900 millones de dólares- respecto a los tres meses precedentes (en el que también descendió otro 2,4%), hasta totalizar, en conjunto, 1,47 billones de dólares. Así lo ha constatado la Oficina de Análisis Económico (BEA, según sus siglas en inglés), que constata la quinta contracción continuada de este indicador. En paralelo, en el mismo informe, esta agencia federal certifica también un retroceso de los dividendos empresariales. En este caso, del 1% (el equivalente a 9.300 millones de dólares) y de los beneficios no retribuidos, del 3,6%: 19.300 millones de dólares.

Los beneficios de las corporaciones americanas han sido un barómetro especialmente efectivo de la duración o prolongación de los ciclos económicos en EEUU. Y su historial indica que sólo en una ocasión, en la década de los ochenta del siglo pasado, descensos de, al menos, cinco trimestres consecutivos se ha logrado eludir una recesión; es decir, dos trimestres consecutivos de números rojos en el PIB.

A estos datos hay que sumar otro de especial significación, los beneficios por acción, conocidos como Earnings Per Share (EPS). En esta ocasión, el segundo descenso inter-trimestral consecutivo. Una contracción aparentemente menor. Pero no a los ojos de los analistas de JP Morgan.

En una reciente nota a clientes, este banco de inversión alerta de que un deterioro de seis meses seguidos como el de la actualidad (desde enero hasta junio) anticipa, en gran medida, el final del actual ciclo alcista estadounidense, que se inició, según la National Bureau of Economic Research (NBER), la institución que determina oficialmente el comienzo y el final de cada etapa expansionista de la economía americana, en junio de 2009. “El descenso durante dos trimestres de los beneficios empresariales, medidos a través de los EPS, ha desencadenado una recesión en el 81% de las ocasiones desde el año 1900”, escriben sus expertos antes de explicar que “el 19% restante, se saldó con una re-aceleración del crecimiento, hasta marcar cotas de las más dinámicas del ciclo, antes de caer inevitablemente en la recesión y culminar con la fase expansiva”. Y de especificar que, en todas las ocasiones, la contracción se produjo incluso con algún tipo de estímulos, bien fiscales, bien monetarios o factores exógenos.

Por si fuera poco, el consenso del mercado pronostica otro descenso para el trimestre recién concluido (julio-septiembre). “Sin que -como advierten desde no pocos bancos de inversión- se esperen anuncios de incentivos económicos ni durante ni inmediatamente después de la campaña a las elecciones presidenciales” en el país.

Porque, históricamente, lo único que podría mantener a la economía fuera del peligro de recesión son estímulos fiscales, presupuestarios o monetarios, algo difícilmente conciliable con la decisión de la Reserva Federal de iniciar una política más restrictiva que avance -aunque de forma tenue y, sobre todo, muy dubitativa- hacia el paulatino encarecimiento del precio del dinero.

Las empresas llevan un año reduciendo salarios, recortando plantillas o ralentizando sus contrataciones para aliviar sus márgenes de beneficios

En definitiva, los nubarrones se han instalado sobre las cuentas de resultados de las compañías americanas desde el comienzo del pasado ejercicio y amenazan con trasladar sus efectos sobre uno de los elementos que más brillan en la coyuntura americana, el mercado laboral. Porque el sector privado, en su batalla por recaudar más dinero y recursos económicos, van a empezar a ser más agresivos a la hora de recortar costes ante el estrangulamiento de la demanda y el estancamiento del poder de gasto de los consumidores y de los precios. O, lo que es lo mismo. A reducir otro año más, a lo largo de 2017, los salarios y retribuciones de sus empleados, a recortar plantillas o a ralentizar sus ratios de contratación laboral “para aliviar sus márgenes de beneficios”, aducen los expertos del mercado.

De hecho, la ferroviaria Union Pacific ha reducido sus ganancias después de subir tarifas, mientras que la aerolínea Delta ha cortado de raíz sus planes de ampliar vuelos y el precio de sus billetes en territorio estadounidense, o Hewlett-Packard, que ha anunciado una reducción de 4.000 puestos de trabajo en los próximos tres años. La presión sobre los márgenes de beneficios, pues, ha revertido los planes de inversión y erosionado los inventarios, lo que explica la anemia del PIB en el primer semestre: apenas un 1% entre enero y marzo y un 1,1% entre abril y junio. Otro botón de muestra es el de las firmas de energía que, tras sufrir el colapso del precio del petróleo desde los 115 dólares el barril a mediados de 2014 a menos de 27 dólares en enero de este año, no han podido evitar una caída de beneficios, aunque la cotización del barril haya rebotado hasta casi los 50 dólares.

Clinton promete controlar a las farmacéuticas y el precio de los medicamentos y Trump más proteccionismo y combatir las ganancias procedentes del exterior

En general, la ansiedad empresarial y la doble incertidumbre, económica, generada por la fortaleza del dólar, el derrumbe del precio de la energía, las dudas sobre la vitalidad del PIB chino, las tensiones en el sector financiero europeo -en especial, sobre el Deutsche Bank y la banca italiana y francesa- los efectos del Brexit, y la incertidumbre por quién será el futuro presidente del país, se ha trasladado a las expectativas de gasto del consumidor, de inversión de las empresas y de adquisición de acciones bursátiles. Incluso de compañías que han eludido los números rojos durante la crisis. Como Twitter, que planea eliminar el 8% de su plantilla, unos 300 empleados, unos despidos de similar proporción a los que ocasionó el nombramiento del cofundador de la firma, Jack Dorsey, como CEO el pasado año.

Una persona desempleada se inscribe en una Feria del Trabajo en Philadelphia, EEUU. / REUTERS

Una persona desempleada se inscribe en una Feria del Trabajo en Philadelphia, EEUU. / REUTERS

No resulta baladí que la debilidad de los beneficios empresariales se haya hecho un hueco en los programas económicos de los aspirantes a inquilinos de la Casa Blanca. No por casualidad, Hillary Clinton ha prometido poner bajo presión el precio de los medicamentos bajo el argumento de que sus firmas recaban el 14% de las ganancias del sector privado de EEUU. Algo más difícil de creer es su compromiso de que reforzará la política de competencia y sus mecanismos de supervisión, a pesar de que podrían dañar los intereses de las tecnológicas, la gran fuente de financiación de las candidaturas demócratas. Por su parte, Donald Trump ha incidido en su intención de poner en marcha, si finalmente se hace con el sillón presidencial, una agenda proteccionista que penalice a las compañías que operan o realicen transacciones habituales en el exterior, por mucho que las dos quintas empresas que cotizan en el S&P 500 venden sus bienes y servicios fuera de las fronteras federales o los fabrican en mercados internacionales. Y, en cualquier caso, ambos partidos podrían buscar una sustancial supresión de las ventajas y exenciones fiscales sobre los beneficios procedentes del exterior. Un presunto error si se tiene en cuenta que el retorno de rentabilidad por acción es un 40% más alto en los mercados estadounidenses que en los parqués internacionales.

La Asamblea Osprey en Boeing's Ridley Park. / REUTERS

La Asamblea Osprey en Boeing's Ridley Park. / REUTERS

Ed Yardeni, presidente del fondo de inversión que lleva su apellido, es de los que se apuntan al optimismo. Cree que los beneficios empresariales volverán a ser positivos en el tramo final de este año, después de una volatilidad que achaca a los bajos precios del petróleo y a la carestía del dólar. Los economistas que, como él, pronostican una prolongación del ciclo de negocios actual, también apuntan a próximos incrementos del gasto de los consumidores, a las mejoras salariales y a la fortaleza de un mercado laboral que viene rozando los últimos años el pleno empleo, como factores que lograrán eludir la recesión y corroborar que la caída de las ganancias es una aflicción temporal. Por mucho que el peso de la historia diga lo contrario.

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