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La calma vuelve a Cañada Real

Los vecinos del poblado madrileño reconstruyen a base de donaciones la casa derruida el jueves.

DANIEL AYLLÓN

“No tengo dinero para levantar mi hogar ni sitio al que ir”, dice Abdul Gailán, el dueño de la casa que el Ayuntamiento de Madrid derribó hace tres días en Cañada Real Galiana. Allí, en una parcela ruinosa, 20 vecinos se apresuraban ayer por la mañana en poner los primeros ladrillos para reconstruirla. “La mayoría son obreros. Saben lo que hacen”, contaba un habitante del poblado vecino chabolista de Valdemingómez.

Los materiales donados por amigos suman a los 3.000 euros que ha aportado la Asociación de Vecinos de la Cañada, pero quedan lejos de los 50.000 euros que invirtió Abdul hace unos años para levantar la primera casa.

Ausencia policial

Tras los incidentes del primer día y las protestas del viernes, el poblado amaneció ayer con una tensa calma, con pequeñas discusiones entre marroquíes y españoles, aunque sin violencia. La falta de presencia policial permitió que el levantamiento de los muros se llevase a cabo sin problemas, pero los vecinos reconocen su temor a que “haya más heridos”.

Según Miguel Martín, el portavoz de la asociación, unas 50 personas han acudido estos tres días a los centros de salud con golpes y contusiones, aunque los servicios de emergencias de Madrid hablan de 22.

Martín asegura que entre los vecinos “están empezando a correr muchos rumores y piensan que este derribo haya sido una prueba. A ver qué pasaba”. Ahmed, uno de ellos, cuenta que hay mucho miedo a que “se repita lo del jueves y la gente se está organizando”.

Niños y pelotas de goma

Martín aseguró que los niños y las mujeres son los que están más preocupados: “A los críos es cuesta dormir y las madres están preocupadas por que les puedan derribar las casas”.

A falta de colegio, los niños recrean entre juegos cómo vieron pelearse a sus padres con los policías. Guardan las pelotas de goma dura de los antidisturbios y las muestran orgullosos como trofeos de caza.

Algunos voluntarios de ONG que trabajan en la zona donde hay más rumanos, llevaron ayer a 43 niños al Parque de Atracciones para que olviden lo sucedido.

En el colegio, cuentan los vecinos, “el viernes preguntaban a los profesores si también les iban a tirar a ellos las casas. Tienen tanto o más miedo que sus madres”.

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