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Álvarez se salva por el voto decisivo de dos tránsfugas

El PSOE supera la reprobación de la ministra gracias al PNV y al Grupo Mixto

FERNANDO GAREA

La legislatura se inició y se desarrolló con la repetición de la frase “el PP se queda sólo en la votación”, pero en el tramo final hasta las elecciones el PSOE se ve obligado a movilizar a todos sus diputados y pelear hasta el último voto en los grupos minoritarios.

Ayer el PSOE logró salvar a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, gracias al voto del PNV y parte del Grupo Mixto, incluido el voto decisivo de dos tránsfugas, uno de ellos procedente del PP. Sólo por tres votos y frente a cuatro grupos parlamentarios, de la derecha y de la izquierda, de socios del Gobierno y del PP, todos unidos frente a la ministra que ha gestionado la crisis ferroviaria de Barcelona.

La moción era de Izquierda Unida y fue apoyada por ERC, CiU, CC y PP, hasta sumar 170 votos. La rechazaron los del PSOE, el PNV, BNG, José Antonio Labordeta (Chunta Aragonesista), Román Rodríguez –que procede de Coalición Canaria–, y Joaquín Calomarde, que empezó la legislatura con el PP y ahora, encasillado en su papel de tránsfuga eficaz, vota siempre en sentido contrario al partido que le incluyó en sus listas en 2004. Es decir, si los dos tránsfugas hubieran votado como sus grupos de origen, la reprobación hubiera salido por un solo voto. No obstante, el portavoz del BNG, Francisco Rodríguez, aunque dijo que no es el momento de pedir la destitución, la llamó prepotente desde la tribuna.

Fuentes socialistas incluyen el apoyo de los nacionalistas vascos al Gobierno al acuerdo sobre los Presupuestos del Estado, a la aceptación de enmiendas a éstos en el Senado y al pacto para aprobar las cuentas de Ibarretxe. No quisieron estar en el pleno los diputados de Nafarroa Bai y de EA. Faltaron también tres del PSOE, uno de ERC y otro del PP.

Fue a votar el presidente del Gobierno, acudieron enfermos de todos los grupos y a la dirección del Grupo Socialista no le llegaba la camisa al cuerpo hasta que anoche no se hizo el recuento. Álvarez fue a votar, pero prefirió estar ausente de casi todo el debate y se ahorró así escuchar durísimas críticas de casi todos los grupos.

Salió del hemiciclo diciendo que todo es “ruido y bulla” y tuvo el apoyo expreso del presidente del Gobierno, que buscó la foto acompañando a su ministra por los pasillos y besándola luego.

Para alargar la incertidumbre, el PP forzó la votación nominal para poner en evidencia el voto del tránsfuga, al que insultó mientras decía “no”. “La cosa está que arde, que venga Calomarde”, se decía cuando éste tenía un cargo político en Valencia y ayer se volvió a repetir la consigna en el Pleno.

Efecto demoledor

La reprobación no hubiera sido vinculante, es decir, no se hubiera forzado la destitución de Álvarez, pero hubiera tenido un efecto político demoledor para el Gobierno a cien días de las elecciones. Sobre todo, porque el Parlamento de Catalunya ya la reprobó con el único voto en contra del PSC.

La dirección del Grupo Socialista conminó ayer a sus diputados, en la reunión semanal, para que acudan a todas las votaciones, pensando en la reprobación de la ministra de Fomento y en la Ley de Desarrollo Rural que vuelve el jueves al Congreso desde el Senado y a día de hoy no tiene los votos necesarios para ser aprobada.

El calvario político de la ministra no terminó ayer porque hoy tendrá que responder a una batería de preguntas en el pleno y el sábado a una manifestación en Barcelona.

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