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Esperanzas y delirios ocultos en el Congreso

La Comisión de Peticiones recibió y contestó 5.100 cartas en esta legislatura

LUIS CALVO

¿Qué tienen en común el Estatuto de Catalunya con el intento de modificar los textos sagrados o el uso de tecnologías para leer el pensamiento? A pesar de lo que algunos podrían intentar conjeturar, sólo han coincidido en la Comisión de Peticiones del Congreso. Todos esos temas han pasado la última legislatura por este órgano, inadvertido para la mayoría de la opinión pública, pero que en esta legislatura recibió 5.100 cartas de ciudadanos. Es un último recurso. Después de agotar todas las demás instancias sin obtener respuesta, depositan en la Cámara su única esperanza.

Ocho diputados se encargan de lidiar cada mes con las peticiones más insospechadas: reflexiones, esperanzas, desesperaciones y alguna que otra locura de los españoles que tratan de hacer llegar su voz a la Cámara Baja. Las competencias, en cambio, son pocas. Su trabajo se limita a reenviar a los órganos o diputados apropiados las peticiones y, a veces, cuando la letra es ilegible, sólo refleja divagaciones o su petición es imposible de cumplir, simplemente se archivan. Algunas de ellas es imposible que no arranquen una sonrisa.

El diputado del PSOE Jordi Marsals, presidente de la Comisión, recuerda una de las más recientes: un ciudadano confesaba su inquietud por la tecnología que utiliza el CNI para leer el pensamiento. Los diputados, desconcertados, sólo acertaron a remitírsela al Defensor del Pueblo. Es un tema recurrente. 'La gente no ve con buenos ojos los planes de los servicios secretos para modificar el comportamiento de sus vecinos', asegura divertido Marsals.

Cada loco con su tema

Otras solicitudes también rozan lo absurdo. Un ciudadano indagó sobre la posibilidad de modificar la Santísima Biblia mediante referéndum. El promotor de la idea era un cura.

Por pedir que no sea. Algunas peticiones tienen un cierto tonillo de cartas a los Reyes Magos. Un preso solicitó intercesión para lograr su libertad. La razón: necesitaba conseguir dinero para zanjar, de una vez por todas, su deuda con la mafia colombiana.

También existen clásicos, personas 'reincidentes'. Los afectados de la estafa de Fórum y Afinsa coparon la comisión. Un despacho de abogados repartió una carta entre sus clientes. Llegaron más de 2.000 peticiones idénticas. Tras debatirlo los diputados decidieron contestarlas una por una. 'Lo peor es tener que pasar horas firmando', confiesa Marsals. El resto de su trabajo está salpicado de anécdotas.

Durante meses los diputados recibieron de la misma persona peticiones muy concretas sobre lugares alejados: desde semáforos defectuosos en Santander a problemas del tráfico en Granada o Castilla y León. Al cabo del tiempo los diputados llegaron a la conclusión de que era propietario de un bar de carretera. Sus clientes, conocedores de su afición, le regalaban sus quejas para que las remitiera al Congreso. 'Muchos sólo buscan que se les escuche', explica Marsals. 'Con eso les basta'.

Himnos y amenazas

De hecho, buena parte de los asuntos son poco trascendentes o incluso poco verosímiles. Cientos de improvisados compositores han hecho llegar sus letras para el himno nacional, en ocasiones sólo aplicables cuando juegue la selección de fútbol. Alguno, incluso, solicitaba de paso que se investigaran las amenazas de muerte que recibía con regularidad desde los teléfonos del Congreso.

No todo son misivas disparatadas. También un pequeño porcentaje se dedica a insultar despreocupadamente a los diputados, ministros y cualquier otro político que se ponga por delante. En general su rencor proviene de anteriores peticiones. No entienden que los Estatutos se hayan aprobado pese a su férrea oposición ni por qué no les permiten explicar en el hemiciclo sus planes para erradicar el terrorismo. Otro pedía utilizar esa misma tribuna para presentar al mundo un retrete de su invención.

Algunas arrastran un punto dramático capaz de poner los pelos de punta. Desde la mujer que solicita anular la orden de alejamiento contra su marido, al trabajador que solicita una oportunidad tras 17 años en paro.

Marsals atesora un recuerdo por encima de los demás. Una señora muy mayor explicaba por carta el regalo que su novio le había hecho poco antes de comenzar la Guerra Civil, una pequeña caja de música, compromiso de boda. Cuando éste se incorporó al frente ambos decidieron que se la llevara como amuleto. No le sirvió de nada, le mataron poco después en una trinchera. Setenta años después, la novia pedía ayuda para encontrar y recuperar la caja, el único recuerdo de él que le quedaba. La petición, como otras imposibles, sólo se pudo archivar.

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