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Donde el mundo se vuelve maravilla

Santo Domingo de Silos es uno de los rincones más singulares de España y ejemplo del olvido del mundo rural

PANCHO TRISTÁN

Esta paz se llama Santo Domingo de Silos. Y esta belleza. Y ahí están los monjes del monasterio entregando sus voces a las exquisiteces del gregoriano. Lo hacen siete veces al día, en el corazón de ese recinto arquitectónico que tiene en su claustro una de las obras excelentes del románico en España.

El ciprés, en el claustro, pareciera querer hablar. Gerardo Diego lo hizo por él. Lo inmortalizó en uno de sus poemas más celebrados. A las afueras del convento, en el bar Casa de la Cultura, alrededor de la barra, cuatro vecinos se encargan de arreglar el planeta. Hablan de la emisora de radio que quieren montar, por ejemplo: 'Para poner algo de música, noticias de aquí, con entrevistas... un día podemos entrevistar a un médico para que hable de la gripe', explica Domingo. Ya han empezado a tramitar los permisos.

Santo Domingo de Silos es uno de los rincones más singulares de España, pero los cerca de 330 habitantes allí censados padecen los mismos males del rural de un país que parece sólo entender de vida urbana. Basta con escuchar al alcalde de Silos, el popular Emeterio Martín. En un discurso tan lúcido como poco complaciente, Martín desliza una frase aterradora: 'Da la impresión de que sólo estamos para pagar impuestos'.

Claro que el alcalde, además de sazonar la conversación con referencias al abandono del rural, es un gran embajador del pueblo. 'Éste es el único lugar del mundo en el que se puede escuchar gregoriano siete veces al día'. Y también dice así: 'La vida resulta en Silos agradable y placentera. Éste es un lugar emblemático e impregnado de arte y cultura'. En el bar Casa de la Cultura, no parece que haya nadie dispuesto a dudar de la calidad de vida que hay en el pueblo. Sí que hay quejas, claro, por la situación de la ganadería: dicen que el precio de la carne está por los suelos, y eso es especialmente importante en un municipio que basa su economía en el campo y en el turismo. Y hay también quejas por los servicios que reciben. El médico, por ejemplo: sólo pueden verlo tres veces por semana.

Lo mismo que sucede con el médico, sucede con el consistorio. Las oficinas sólo reciben gente los lunes, los miércoles y los viernes. Y otra cosa es el alcalde, claro: porque los alcaldes de pueblo no tienen horarios. Sí que lo tienen las oficinas bancarias. Llegas un martes a Santo Domingo Silos y no puedes ir al Ayuntamiento, ni tampoco al banco, que sólo abre lunes, miércoles, y viernes. Ni tampoco al médico.

Así que sólo queda pasear por las calles y hablar con vecinas que se llaman Escolástica, por ejemplo. O escuchar a la señora Lucy quejándose del abandono al que están sometidas, dice, 'las Castillas'. O tratar de perderse por el claustro del monasterio, admirando unos capiteles que narran mil historias para pasar después a una farmacia dentro del mismo edificio que, según la información que se les da a los turistas, es una de las tres más antiguas del mundo. Un búho la preside. Y poco más de un metro hay una calavera. El musgo de la calavera se utilizaba para preparar medicamentos.

Dice el alcalde que una de sus prioridades es atraer más turistas. Y que otra es mejorar las infraestructuras. Dice que si él fuese presidente, revisaría la fiscalidad en los municipios rurales que están lejos de los centros urbanos. Y dice otras cosas de Silos que uno ya no escucha en la España de hoy en día desde un lugar que también presume de haber sido cuna de una de las primeras manifestaciones escritas en español: las Glosas Silenses que, por cierto, se guardan en el Reino Unido.

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