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El presidente del PNV tiene un problema

Quiere evitar la consulta, pero su aproximación a Zapatero desaira a Ibarretxe

MANUEL RICO

Iñigo Urkullu llegó al liderazgo del PNV como consecuencia de un pacto entre los dos sectores del partido. Se trataba de evitar un enfrentamiento público, durante meses, entre los autonomistas de Urkullu y los soberanistas de Joseba Egibar. Los acuerdos exactos de dicho pacto sólo los conocen en la cúpula del PNV, pero resulta ilógico pensar que se limiten al nombre del presidente. En todo caso, para intentar entender lo que ocurre en el PNV, es fundamental no olvidar ese hecho: Urkullu no alcanzó el poder tras un paseo militar, sino como consecuencia de un pacto.

Urkullu comenzó su mandato con un reto importante: gestionar la hoja de ruta del lehendakari, que incluye una polémica consulta popular sobre el derecho a decidir de los vascos, cuya celebración no piensa permitir el Gobierno central al considerarla ilegal. Pero lo que bajo ningún concepto figuraba en el guión de Urkullu era el resultado electoral del 9-M: el PNV cosechó una derrota humillante, al obtener 125.000 votos menos que el Partido Socialista de Euskadi (PSE).

La magnitud del varapalo electoral quedó reflejada en el hecho de que, por primera vez en 30 años, el PNV perdió unas elecciones en Vizcaya. Y Vizcaya es la base del poder político de Urkullu y el territorio donde el nacionalismo vasco teje sus grandes negocios. La derrota en Vizcaya removió todos los cimientos del PNV y cundió el pánico a perder negocios y sillones que algunos disfrutan desde que colgaron los pantalones cortos.

¿Cuál era la causa del hundimiento electoral? Los dos sectores del PNV están de acuerdo en que muchos votantes nacionalistas se quedaron en sus casas el 9-M, pero discrepan sobre el motivo de la abstención. Los autonomistas sostienen que el problema está en la sobredosis ideológica recibida por los ciudadanos vascos, que identifican con los diferentes planes de Ibarretxe, mientras que los soberanistas culpan del fiasco electoral al discurso moderado impuesto por la dirección del partido durante el mandato de Josu Jon Imaz, desde enero de 2004 hasta diciembre de 2007.

Pero como quienes mandan en el PNV son los autonomistas, y en concreto los vizcaínos, el recuento electoral llevó al sector mayoritario del partido a tomar una decisión tajante: el Gobierno tripatito vasco (formado por PNV, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua) y la hora de ruta de Ibarretxe eran el pasado. Había que enterrarlos. El futuro pasaba por un pacto con los socialistas. Y había que escenificar el nuevo rumbo cuanto antes, dado que la hoja de ruta del lehendakari tiene marcado en rojo una fecha que se acerca a velocidad de vértigo: el próximo mes de junio, cuando el Parlamento vasco debe autorizar la celebración de la consulta.

La primera señal pública la envió de inmediato el propio Urkullu, en la Asamblea Nacional del PNV celebrada el 15 de marzo, cuando realizó una fuerte autocrítica por el batacazo electoral y omitió cualquier referencia a la hoja de ruta del lehendakari.
Pero el torpedo definitivo lo lanzó el pasado lunes el presidente de la Diputación de Vizcaya, José Luis Bilbao, cuando dio por finiquitado el Gobierno tripartito de Ibarretxe. Bilbao es una persona de máxima confianza de Urkullu, y este ratificó ayer en Madrid su mensaje.

Claro que la ciaboga de Urkullu tiene un grave inconveniente: la hoja de ruta de Ibarretxe no es un capricho personal del lehendakari, sino que la esencia de su plan figura en la última ponencia política del PNV, donde se indica que ante una situación de 'bloqueo' político 'sería deseable' que decidiera la sociedad vasca
'a través de un instrumento democrático como es la consulta popular'.

Dicho de otra forma: si la consulta figura en la ponencia política, es porque los dos sectores del PNV así lo acordaron en el pacto que entregó a Urkullu el mando en el partido. Por tanto, enterrar la hoja de ruta y hundir el Gobierno tripartito equivale a declarar una guerra abierta con el sector soberanista. Salvo que Zapatero decida ayudar.


Urkullu ha tendido la mano repetidas veces a Zapatero, en busca de un acuerdo entre PSOE y PNV que le permita salvar la cara en Euskadi, de forma que el entierro de la consulta no suponga una desautorización absoluta de Ibarretxe. Pero en la Moncloa no tienen prisa: 'Resulta difícil ayudar a Urkullu cuando en el País Vasco estamos a menos de un año de las elecciones autonómicas. Si estuviéramos en el comienzo de la legislatura sería más fácil, pero con este calendario...', explica a Público una persona próxima a Zapatero.

Así que, salvo que en Moncloa cambien de parecer, es probable que el problema de Urkullu no se limite a la batalla interna en el partido, sino que también tenga que buscar un sustituto para Ibarretxe. En la sede del PNV ya circulan nombres. Sobre todo, el de un vizcaíno de 45 años.

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