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El PP se aviene por primera vez a la unidad antiterrorista

Rajoy promete 'poner todo de su parte' para trabajar junto al Gobierno en la lucha contra ETA

JUANMA ROMERO

El silencio a veces resulta estremecedor. Imponente. Y a veces reconfortante, pues significa algo más que duelo.

Unidad, por ejemplo. La completa unidad que ayer vindicaron todas las fuerzas políticas contra ETA, sin matices ni reclamaciones extemporáneas. Es difícil obviar el hecho descarnado de que, desde la victoria del PSOE en 2004, han tenido que ser asesinadas seis personas –Carlos Palate, Diego Estacio, Raúl Centeno, Fernando Trapero, Isaías Carrasco y, ayer, Juan Manuel Piñuel– para arribar al acuerdo. El PP se sumó sin pedir nada, sin fustigar al Ejecutivo, sin reproches. Cambió por primera vez en cuatro años su discurso y sus gestos sin ambages.

No costó el pacto. Y los partidos, todos, se esforzaron por evidenciarlo. A las 12, salieron a la escalinata del Congreso, para guardar cinco minutos de silencio. Pactaron en media hora una declaración conjunta. Y sobre la una comparecieron todos para leer el manifiesto. Ésa era la foto insólita, la que aglutinó a los representantes de los diez grupos políticos del Congreso y a los líderes de patronal y sindicatos.

El socialista José Antonio Alonso fue esta vez sólo portavoz. A secas. Él leyó la declaración, sin que se sucedieran las ruedas de prensa del resto de partidos. Los firmantes pactaron “combatir con coraje y fortaleza democrática” a la banda “hasta derrotarla definitivamente”. “Los terroristas jamás conseguirán sus objetivos”.

Por la tarde, pleno raro en el Congreso. Comenzó con una declaración institucional leída por el presidente, José Bono, igual que Javier Rojo había hecho en el Senado. Le siguió ese minuto de silencio impoluto, con el hemiciclo en pie. Después, no hubo preguntas al presidente. Mariano Rajoy (PP), Josep Antoni Duran (CiU) y Josu Erkoreka (PNV) pactaron reemplazarlas por declaraciones de condena.

Comenzó Rajoy –con la portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría a su vera, y no Ángel Acebes, por vez primera–, y eludió cualquier crítica al Gobierno. Tras recordar a José Luis Rodríguez Zapatero que le ofreció su apoyo en 2007, para cuando hubiese que “apretar los dientes”, arrimó el hombro. “Le ofrezco mi apoyo y que recuperemos el consenso que en su día se perdió. Pondré todo de mi parte para que los españoles nos vean juntos para trabajar por la derrota de ETA. Nuestro esfuerzo no faltará”. Le ovacionaron sus diputados, y también algunos del PSOE. Como también la bancada del PP aplaudió al presidente. Zapatero prometió que “la libertad vencerá al fanatismo asesino”. “El Estado hará rendir cuentas con todas sus consecuencias a quienes han cometido esta barbarie”. Y añadió: “Somos más fuertes si estamos unidos y ETA, más débil. Su final estará más cerca”.

Sáenz de Santamaría también visualizó con la vicepresidenta la evidente distensión. ETA debe saber, recalcó la portavoz, “que enfrente se encuentra con un muro de unidad, inamovible y sin fisuras”.

Entre la unidad chirrió el discurso de Juan José Ibarretxe. El lehendakari no se paró en la condena –“La sociedad está cansada, asqueada de ETA”–, y siguió en su desiderátum soberanista: “No podemos caer en el desánimo, ni resignarnos”. Los vascos, dijo, buscan “soluciones” y “no dificultades”.

También desentonó Ignacio Diego: “La bomba pudo haberla puesto un etarra con los que Zapatero negociaba”. Es cántabro. El presidente del PP.

 

 Lejos, lejísimos de la unidad estaba el PP después de que ETA perpetrase el atentado de Barajas. De inmediato, desconfió de Zapatero. El 3 de enero de 2007, cuatro días después de la bomba, la ejecutiva nacional del partido expresó sus serias dudas de que el presidente del Gobierno hubiese roto el proceso de paz. Y pidió su comparecencia urgente.

Zapatero finalmente acudió al pleno del 15 de enero a petición propia y se encontró con las gruesas descalificaciones de Rajoy. “A usted le ha tomado el pelo un rebaño de asesinos”. “Si no cumple con ETA, le pondrán bombas, y si no las hay, es porque ha cedido”. Fracasó la convocatoria del Pacto Antiterrorista que buscaba Zapatero. El PP también se negó a ir a la marcha de repulsa del 13 de enero. Fue del brazo de la AVT a la que convocó el 3 de febrero el Foro Ermua.

El pasado 1 de diciembre, con el proceso de paz bien enterrado por ETA, el PP dio un paso en pos de la unidad. Firmó un comunicado conjunto en repulsa por el atentado contra dos guardias civiles en Capbreton (Francia). El texto contenía la frase que siempre más había costado a Génova: “Apoyamos y apoyaremos al Gobierno para derrotar a ETA”.

Pero al mismo tiempo marcó distancias. Ángel Acebes, que compareció de forma separada en rueda de prensa, explicó que la unidad de acción no les iba a hacer renunciar a sus planteamientos políticos: exigió de nuevo que se derogase la resolución de 2005 y que se ilegalizase ANV y PCTV. Se sumó a la marcha unitaria convocada el 4 de diciembre en la Puerta de Alcalá. Con las Cortes Generales a punto de disolverse, pidió un pleno para que se complaciesen sus dos pertinaces demandas.

“Todos saben lo que yo pienso”, dijo Rajoy el pasado 7 de marzo al poco de arrancar su declaración de condena del atentado del ex concejal de Arrasate Isaías Carrasco. El líder del PP se cuidó para no dar imagen de desmarque. “La libertad y los derechos individuales volverán a España”, proclamó. “Todos debemos estar unidos en la derrota, pero no en la negociación”.

Fueron sus entonces hombres fuertes, Ignacio Astarloa y Eduardo Zaplana, quienes se encargaron de oficializar la disidencia. Escenificaron el pacto conjunto en torno a un manifiesto, sí, pero se separaron de los demás al pedir sus dos reivindicaciones de siempre: la derogación de la resolución de 2005 y la promesa de nunca se negociaría de nuevo con ETA. La comparecencia de todos fue otra vez imposible. Ayer, con el nuevo PP, ya no. 

 

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