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Mi vida sin mí

Una médico sevillana cuenta cómo sería su semana si se aplicara la directiva de las 65 horas

OLIVIA CARBALLAR

Maribel Garrido tiene tres hijos de 12, 13 y 14 años. De los siete días de la semana, sólo dos los pasa con ellos. Otros dos los ve, pero está zombi, porque la jornada anterior ha tenido guardia. Con su marido está un poco más, porque él aún sigue despierto cuando llega por la noche. Éste es el resumen de la vida familiar de Maribel, médico de urgencias en el Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. “Me las veo y me las deseo –explica– para controlar que los niños hagan los deberes; en cuanto te relajas, porque llegas cansada de las guardias, se desmadran las notas; tengo que contratar a alguien para que los cuide”. ¿Si ahora trabaja las 48 horas reglamentarias a la semana, cómo será su vida con las 65 que propone la nueva directiva europea? “Es imposible, no tendría vida”, sentencia. En términos cinematográficos, un remake de Mi vida sin mí.  

Más cerca de la ficción que de la realidad, la propuesta europea –que afecta especialmente a los médicos– hipotecaría la vida de los trabajadores como la enfermedad mortal a Sarah Polley en la película de Coixet. Un ejemplo: Maribel trabajaría siete horas ordinarias de lunes a viernes. Pero, además, tendría que hacer tres guardias de 10 horas para alcanzar las 65. Eso supone tres días completos en el hospital a la semana. ¿Cuándo descansa, cuándo ve a sus hijos, cuándo actualiza su formación, cuándo hace la compra, cuándo…? “¿Que cuándo voy al cine?”, se pregunta como si estuviera haciendo planes para ir a la luna. Y ríe: “¡No es que no tenga vida familiar, es que no tendría ni vida personal!”.

La directiva, impulsada por Reino Unido y aprobada por mayoría cualificada por los ministros de Empleo de la Unión Europea, permite ampliar la jornada laboral máxima a 60 horas en casos generales y a 65 en casos como los médicos.

“La propuesta es consecuencia del déficit profesional que sufren los países nórdicos, como Inglaterra o Alemania. Estos países quieren ahora, no sé si por motivos xenófobos o por qué, acotar el flujo migratorio de médicos, y la solución es el incremento de trabajo. Eso va en contra de la salud de los trabajadores, y nosotros no tenemos que pagar los platos rotos de la mala planificación sanitaria de esos países”, denuncia el presidente del Sindicato Médico en Sevilla, Miguel Ángel Montilla. España se abstuvo por considerar que es un retroceso. “Y lo más grave es que esa directiva permite que el periodo inactivo de nuestras guardias no sea considerado tiempo de trabajo”, añade Montilla indignado. La pelota está sobre el tejado del Parlamento europeo, que debatirá en noviembre el texto.  

Repercusión en el paciente

Puede que a mucha gente no le importe la vida de los médicos, pero ¿a quién no le importa la suya cuando es paciente? “Imagínese un cirujano que lleva seis horas operando después de una larga jornada. Ese señor, lo que quiere es irse a descansar porque no puede más. ¿Cómo va a poder seguir trabajando?”, dice Maribel. Su trabajo en urgencias, además, es extenuante: “Ahora mismo ya trabajamos al límite de la legalidad, las condiciones no son las adecuadas, como hemos denunciado mil veces desde Amura, la Asociación de Médicos de Urgencias en Andalucía, y no olvidemos que nosotros trabajamos con la vida de los seres humanos”. Teme, además, que se presione a los más débiles, como interinos, para que acepten ampliar su horario. “¿Y de dónde sacaríamos el tiempo para seguir estudiando, para mejorar nuestros conocimientos? Imposible”, zanja.

Maribel no está dispuesta a que su vida viva sin ella, ni sin sus hijos, ni tampoco sin su marido, que podría echarle una mano si se aplicara la directiva... si no fuera porque él también es médico.

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