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La dialéctica de muros no resuelve el problema

RAÚL BOCANEGRA / OLIVIA CARBALLAR

El número de cadáveres indica el nivel de desigualdad entre las fronteras”, resume Íñigo Moré, analista especializado en economía internacional. Los españoles disponen como media de siete veces más dinero que los marroquíes, lo que les sitúa (dudoso honor) en el séptimo lugar en el top ten de las fronteras más desiguales del mundo y la más divergente de la UE, por encima de EEUU y México, que ocupa la décima posición, según datos de la CIA, la agencia de inteligencia estadounidense.

La muerte esta semana de 29 inmigrantes cuando trataban de llegar a las costas andaluzas ha puesto de manifiesto sin velos la crudeza de la dimensión de la brecha económica entre España y Marruecos, entre España y África. Moré, que colabora con el Instituto Elcano, es autor del libro La vida en la frontera (Marcial Pons Ediciones, 2007), y sostiene en declaraciones a Público que la integración “es el único mecanismo capaz de eliminar los niveles de desigualdad”. “El método más utilizado –agrega– para combatir la inmigración es el muro o la valla, pero es inútil, es una demagogia. Y remacha: “El mejor ejemplo de integración comenzó derribando un muro a golpe de piqueta, el muro de Berlín. La dialéctica de muros no va a resolver el problema”.

Moré pone el ejemplo de la frontera entre Alemania y Polonia. “Cuando [Polonia] entra en la UE, comienza a nivelarse con sus vecinos. Ahora se está hablando de la integración de Turquía en la UE ¿Y por qué no de Marruecos? Si Marruecos comprara lo que Portugal a España, podría incrementar su PIB dos décimas anuales”, afirma. Según el Instituto de Comercio Exterior, el volumen de las transacciones entre España y Portugal en 2007 alcanzó los 24.000 millones de euros. Mientras que las de España y Marruecos no llegaron a los 6.000 millones.

Moré asocia la desigualdad a dos aspectos: la inmigración y el antagonismo social. “Aquí el sospechoso oficial número uno es el marroquí –afirma–, como en EEUU es el mexicano. A la vez, esto va asociado al narcotráfico o al contrabando”. Un ejemplo histórico: Yemen y Arabia Saudí.

La integración en la UE

Martín Navarro, ingeniero agrónomo, cruza al menos una vez al mes al otro lado del Estrecho. Él no cree que la integración de Marruecos en la UE sea la solución: “El problema es la desigualdad interna del país y la corrupción; allí no hay clase media, o eres muy muy rico y te beneficias de todas las ayudas europeas o no tienes ni luz ni agua”, asevera.

Y lo sorprendente, dice, es la adoración que el pueblo le tiene al rey: “Hassan II machacó la educación de generaciones y ahora su hijo, Mohamed VI, tiene corderitos que le besan los pies”. Según Navarro, la inmigración tiene pocas soluciones si el Gobierno marroquí, desde dentro, no hace nada.

Moré tampoco confía mucho en que los gobiernos de estos países redistribuyan la riqueza y, por eso, propone las remesas como una herramienta útil para mitigar la pobreza. “Mohamed manda remesas a Abdul porque sabe que las aprovecha, no se las envía a un narcotraficante”, ejemplifica. “Es una forma segura; las inversiones van al Estado, ¿usted confía en que Zimbabwe redistribuya la riqueza? Me fío algo más de Marruecos”, puntualiza el analista.

En torno a un punto del PIB de Marruecos se debió en 2006 al envío de remesas desde España, según el cálculo de remesas.org sobre cifras del Banco de España y el FMI. El dato alcanza el 8,5% para Bolivia, el 4% para Ecuador y casi el 2% para Senegal. El problema en Marruecos es que están desatendidas, según Moré.  

Turismo y pateras

¿Está el futuro de España ligado al de Marruecos? “Absolutamente. El turismo es incompatible con las pateras. Es más evidente en Canarias. Nadie se hace 2.000 kilómetros para ver náufragos de la historia y del tiempo”. La economía canaria era similar a la de Senegal en 1980. Hoy, dos millones de canarios producen tanto como 30 millones de marroquíes.

“Siendo cínico, se podría pensar que la desigualdad es un problema grave cuando uno es el pobre, pero no tanto si es el rico”, escribe. Pero su trabajo apunta en otra dirección: ser mucho más rico que el vecino es una fuente de conflictos que se extiende a todas las áreas. La conclusión: hay un fracaso enorme del Estado, del mercado y, en consecuencia, de las personas. Es un fracaso personal.

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