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Llamazares derrota al PCE

El coordinador general sale reforzado de las primarias de IU al recibir el apoyo del 62,52% de la militancia

JUANMA ROMERO

“¡Es bueno que a veces nos demos una alegría para el cuerpo!”. Una mera exclamación para cualquiera. No para Gaspar Llamazares. Esa primera, primerísima frase, del líder de Izquierda Unida, nada más proclamarse vencedor de las primarias internas, significaba mucho para él. La tenía mascada. Con ella deslizaba su satisfacción, sí, pero sobre todo alejaba, al menos hasta las elecciones, un cáliz amargo, la contestación de los suyos.

Llamazares venció ayer. Se abrieron las urnas y hablaron: el 62,52% de la militancia (13.626 votos) le quería como candidato a la Presidencia del Gobierno de IU, frente al 37,48% de los afiliados (8.170 papeletas) que prefería a Marga Sanz. Así, a las 20 horas, culminaba formalmente un proceso que se abrió el pasado 6 de octubre, cuando Sanz, la secretaria general de los comunistas valencianos, recabó los avales suficientes (el 34% del Consejo Federal) para competir con Llamazares. Dos candidatos. Lo nunca visto en los 21 años de vida de la federación.

Victoria “inapelable”

Pero no valió sólo la lectura de los resultados por parte de la Comisión Electoral, presidida por Joan Josep Nuet y Manuel Cámara, fontaneros de Organización de IU. Nadie se abstrajo de esa otra lectura. No se podía. Porque detrás del trato amable entre los dos rivales –como ambos se encargaron ayer de destacar– subyacía una visible guerra interna entre dos enemigos. Obstinados enemigos. De un lado, el aparato del Partido Comunista de España (PCE), que había lanzado a Sanz a una apresurada competición por La Moncloa. Y de otro, la dirección de IU, de continuo en la cuerda floja, cuestionada por las potentes federaciones hostiles (Andalucía, Valencia y, en menor medida, Madrid). Por eso ayer gasparistas y peceros miraban con lupa el flujo del escrutinio.

Un 60%. Ésa era la barrera psicológica. La vara para medir el efecto Llamazares o el arrastre de la movilización del PCE. Al final, 62,52%. Quizá una nadería para partidos más atados, como el PSOE o el PP. No para IU. Llamazares salió elegido coordinador general en la turbulenta VIII Asamblea de IU de 2004 con el 49,52% de los votos de los delegados. Un aprobado raspadísimo. Y en los consejos políticos –las reuniones al máximo nivel, por debajo de los congresos–, el informe de la Presidencia suele recabar el beneplácito del 55-57% de los miembros.

De ahí que Llamazares llegara a la tribuna envuelto en un triunfalismo deseado. In crescendo. “Ésta es la candidatura más fuerte de las generales”, dijo primero. “Es una victoria nítida, inapelable, y lo gestionaremos como tal”, agregó. Enhebró más avisos: “Supone el triunfo de una línea política discutida y discutible”. Y al fin: “Consolidamos una estrategia y una dirección, ya más legitimada y más estable”.

Sanz también era consciente de la magnitud de la derrota. Su rostro lo decía. Pero se volvió a vestir del traje de diplomática que llevó toda la campaña. Felicitó al ya pretendiente a La Moncloa –“Gaspar es nuestro candidato”–, alabó el milagro del proceso –“hoy IU es más fuerte que antes”– y prometió arrimar el hombro, sin fisuras, en 2008. Sólo le cupo en su guión una crítica. Jugosa. “Hemos trabajado con desigualdad de medios y menos posibilidades mediáticas”.

Se abre una 'nueva etapa'. Llamazares la acaricia. Tendrá aguas tranquilas hasta el 9-M. Y eso en IU no es poco.  

 

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