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"La historia actual describe un giro paulatino a la izquierda"

Los historiadores Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes acaban de publicar el 'Diccionario político y social del siglo XX español', una minuciosa obra que recorre el &

JUANMA ROMERO

El viejo José Ortega y Gasset –y a veces genialmente tan nuevo– apuntaba en 1914 que 'una misma palabra pronunciada por unos o por otros significa cosas distintas porque va, por decirlo así, transida de emociones antagónicas'. La cita, pertinente, es el portal del Diccionario político y social del siglo XX español (Alianza Editorial), un extenso e intenso volumen dirigido por los catedráticos de Historia Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes, y publicado en las últimas semanas. Un compilado de 125 ensayos breves, de 125 términos que glosan la última centuria en España y que no son estáticos. Están 'transidos de emociones', atravesados por la realidad social del momento, atrapados por los cambios. Conceptos como liberalismo o civilización se han metamorfoseado en los 200 últimos años. Ese es el 'mapa dinámico' de la vida política del XX español que Sebastián y Fuentes vuelcan en 1.400 páginas (129 de bibliografía).

No lo han hecho solos. Les acompañan 43 reputados autores. Desde Patxo Unzueta a Santos Juliá, Mercedes Cabrera, Javier Corcuera, José Álvarez Junco o Gregorio Peces-Barba. La obra remata 13 años de una investigación que construyó su primer escalón en 2002, con el Diccionario político y social del siglo XIX español. Dos centurias distintas, aunque ligadas. Pero frente a la ebullición terminológica del XIX, el XX despunta por el 'vacío conceptual'. El léxico, resaltan los directores, dibuja el paisaje político. Las palabras 'encapsulan' experiencias: 'La Transición fue fruto de un lenguaje de consenso, mientras que la Guerra Civil estalla en medio de un lenguaje de violencia política'.

Hoy faltan nuevos conceptos que etiqueten un mundo cambiante. 'Claro que cuantas menos ideas maneja la clase política, más verborrea emplea', señala irónico Fuentes.

Buscan arrojar 'claridad'. ¿Y no se generan a veces polémicas vacuas por los conceptos? Recuerden la que se montó con crisis.

Javier F. Sebastián: Está en el ADN de la política que sus actores arrimen el ascua a su sardina, porque los términos son poliédricos. Y también a veces son un arma de doble filo, porque el uso sesgado de un concepto puede volverse contra uno mismo.

Juan F. Fuentes: Caso de crisis. No se ha llegado hoy al extremo del franquismo, que enterró la palabra. Conviene desdramatizarla. La crisis es precisamente la fuerza de la democracia. Un régimen que se suponía débil ha derrotado a los sistemas supuestamente fuertes, los totalitarismos.

J. F. S.: Crisis es una de esas voces cambiantes, que pasa de la medicina a la economía, la política... Se expande.

J. F. F.: La crisis es el envés del progreso. Son conceptos complementarios. Lo que hace interesante la biografía de las palabras son sus impurezas, sus infidelidades. Su evolución.

¿Qué palabras sintetizan mejor la historia del siglo XX español?

J. F. S.: Yo buscaría más términos con fuerte presencia en ciertos periodos.

J. F. F.: La historia no es unívoca. Dos palabras representativas del XX, y no sólo en España, son democracia y totalitarismo, de igual forma que hoy se yuxtaponen globalización y nacionalismo. En nuestro país habría dos corrientes opuestas: el lenguaje de la violencia y el de la democracia.

¿Qué diferencia el XIX del XX?

J. F. S.: La política de masas, no de élites.

J. F. F.: El XX supone una involución del proceso de secularización de la política que imprimió el liberalismo. La diabólica aportación de los totalitarismos y los nacionalismos al siglo XX es la resacralización de la política.

J. F. S.: Se apela a los atavismos para movilizar a las masas, no a la razón. La política, en el XX, ha ido a rastras de los cambios socioeconómicos. Parece haber perdido su capacidad de innovación. La vanguardia en los conceptos la dirige la ciencia.

J. F. F.: Desde fines del XIX se ve cómo las sensaciones relevan a la razón. El caso más claro de resacralización es el fundamentalismo islámico o el terrorismo.

Tres males de España: la cuestión religiosa, la militar y la territorial. ¿Cómo han evolucionado?

J. F. F.: España resolvió el problema del Ejército en la Transición, pero el territorial ha ido a más. Hoy es más grave que en la II República. No se habla ya de nacionalidades, sino de naciones. Y yo daba por zanjado el conflicto religioso. En los sesenta se podía decir aquello de Azaña, que 'España ha dejado de ser católica', no en el sentido de pérdida de la fe, sino de secularización. Hoy el problema se torna peligroso y francamente innecesario.

¿Culpa del Estado o de la Iglesia?

J. F. F.: La izquierda ha puesto mucho de su parte por exceso de sectarismo, y la Iglesia católica tampoco es la de la Transición.

J. F. S.: La II República dejó una enseñanza: que no conviene meter el dedo en el ojo sin necesidad.


Pero hoy la sociedad española es otra. ¿Por qué no es posible entonces que triunfe el laicismo?

J. F. F.: Habría que comprobar si no se está creando un problema artificial y ver si hay consenso, y no lo creo. La dialéctica clericalismo-anticlericalismo ha sido nefasta para España.

Se habla hoy de crisis del parlamentarismo, distinta a la de los inicios del XX. Pero sí hay desmovilización, descreimiento.

J. F. S.: No hay una sola causa, pero influye que hoy el poder emite señales de impotencia. Es un poder poco poderoso. Y la gente percibe que hay pocas esperanzas de que la política realmente le cambie la vida.

J. F. F.: Además, la democracia no tiene una voluntad de movilización igual a la de los totalitarismos.

¿Y qué términos están obsoletos?

J. F. S.: Tercer Mundo, por ejemplo. Nació en un mundo bipolar.

J. F. F.: O totalitarismo, corporativismo, pueblo, burguesía, aristocracia... todos los ligados a una realidad social pasada. Hoy el dilema son las lagunas terminológicas. Emerge el caso de mileurista, pero no creo que quepa aún en un diccionario así.

J. F. S.: O precariado, que usó Gaspar Llamazares en campaña. Es difícil hacer profecías sobre el lenguaje.

También los políticos de un color y otro manipulan las palabras.

J. F. F.: Una clarísima es pueblo. U opinión pública. No hay elecciones todos los días, pero la opinión pública está permanentemente reunida.

J. F. S.: La política moderna se sustenta en la opinión y la representación en las urnas. Con una perversión: el que crea que se gobierna a golpe de encuesta será un mal gobernante.

¿Qué cambios han sufrido los conceptos izquierda y derecha?

J. F. S.: Diría que la historia contemporánea es un giro, un desplazamiento paulatino, gradual, hacia la izquierda. Es decir, la derecha ha asumido parte del programa de la izquierda, lo que sitúa a esta en una tesitura delicada, en la necesidad de inventar nuevas cuestiones, como hizo Zapatero con leyes simbólicas en su primera legislatura.

J. F. F.: La España actual ha superado con creces el programa fundacional del PSOE, de 1879. Es una victoria histórica de la izquierda. Por eso el reto hoy es encontrar nichos de innovación. Además, me inquieta que parte de la izquierda se sienta frustrada por que el avance social de los últimos años se consumara sin revolución de por medio. Echar en falta ese trauma es trágico para el país.

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