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"Es mi compañera, no mi cuidadora"

Un proyecto de pisos compartidos potencia la autonomía

CLARA VALMORISCO

Cuando Carmen llegó a su nueva casa, una vecina le preguntó: '¿Tú eres la que cuida de los chicos esos, los que tienen sídrome de Down?'. 'No, yo soy su compañera de piso', respondió. Unos días después, Carmen subía las escaleras con Diego y la misma vecina hizo una pregunta parecida: '¿Este es uno de los chicos que cuidas?'. Esta vez, el que contestó fue Diego: 'No. Ella no me cuida. Es mi amiga'.

Desde entonces, han pasado unos meses y, ahora sí, cuando se encuentran con la vecina, ella ya no sólo se dirige a Carmen, sino a cualquiera de sus compañeros de piso.

La anécdota podría resumir las situaciones a las que se enfrentan personas que, como Diego, sufren algún tipo de minusvalía psíquica. Él tiene 31 años, vive con Pedro José, de 30, y Pedro Jesús, de 23. Los tres tienen síndrome de Down, y desde septiembre comparten con Carmen, de 26 años, un piso de alquiler en Murcia.

La experiencia de estos cuatro jóvenes responde a la convicción de que las personas con discapacidad intelectual pueden ser capaces de tomar sus propias decisiones. También en lo que respecta a su independencia y autonomía. En este sentido, la Fundación Down Murcia, que gestiona el piso en el que conviven los cuatro jóvenes, fue pionera con la creación, hace diez años, del Proyecto de Vida Independiente que, unos años después, daría lugar a la Red Nacional de Escuelas de Vida, con la que actualmente colaboran 12 entidades en toda España.

Frente al modelo más conocido de viviendas tuteladas o residencias, la propuesta de Escuelas de Vida pretende dar un paso más promoviendo que las personas con discapacidad intelectual entren en contacto con otras que no la padecen y que, después de un proceso de formación, se conviertan en mediadores.

'Una opción de vida'

Carmen es una de estas personas y, aunque actualmente trabaja como psicóloga, asegura que la convivencia con Pedro Jesús, Diego y Pedro José, no es, en absoluto 'una extensión' de su trabajo, 'sino una opción de vida' en la que todos comparten tareas, tienen sus trabajos, y se enfrentan a las dificultades normales de cualquier convivencia: 'Cosas como la elaboración del menú, o quién hace la compra, lo normal para cualquier persona', explica.

Esta experiencia también le ha enseñado a derribar muchos de los prejuicios que tenía. En su opinión, 'llevamos muchos años juzgando una realidad que no conocemos, y poniéndoles a las personas con discapacidad intelectual la etiqueta de que no pueden hacer nada, cuando esto no es así'.

Nuria Illán está de acuerdo. Su trabajo como coordinadora de la Red de Escuelas de Vida de la Fundación Down le ha enseñado que el aumento de la 'confianza personal' y la 'sensación de éxito' asociadas a la independencia 'aumentan la calidad de vida' de las personas con discapacidad intelectual: 'Incluso se ponen más guapos, más alegres, más extrovertidos', asegura.

A pesar de ello, llegar hasta aquí no siempre es fácil. Por eso, es imprescindible la concienciación, formación y colaboración de la familia que, en opinión de Illán, 'puede convertirse en el mayor aliado o en el mayor enemigo' en el camino hacia la autonomía.

Se trata de que factores como el miedo o la sobrepro-tección no se conviertan en un obstáculo para la felicidad de las personas con discapacidad intelectual. Illán es clara al respecto: 'No podemos enseñarles el mundo y luego decirles: esto no es para ti'.

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