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Homenaje a "uno de los fundadores de la democracia"

El presidente Rodríguez Zapatero elogia a Marcelino Camacho por su 'honestidad' // 'La lucha por la libertad y la igualdad siguen siendo imprescindibles', clama el viejo sindicalista

JUANMA ROMERO

“¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”. Marcelino Camacho era el mismo de siempre. El luchador incansable, el capitán del barco de Comisiones Obreras, el impenitente defensor de las libertades sindicales en en la noche negra del franquismo y aún después. Marcelino Camacho no ha cambiado. La proclama que pronunció al salir de Carabanchel vive aún.

Nada le ha movido. Ayer él mismo lo decía en el colofón del emotivo homenaje que instituciones, partidos, empresarios, artistas, obreros, camaradas en fin, le dedicaron. “La lucha por la libertad, la democracia y la igualdad siguen siendo imprescindibles”, clamó el viejo maestro de sindicalistas. Casi 90 años de temple.

En el escenario del Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid –rojo, rojísimo, como siempre dijo de sí mismo– le escoltaba Josefina. Josefina Samper, su compañera de siempre, ejemplo de esas “mujeres rojas que han sido capaces de duplicar la capacidad de entrega y esperanza de sus hombres”, como sintetizó un vibrante Gaspar Llamazares. Todos los que pasaron por la tribuna, todos, la recordaron. Ella también es Marcelino. “Ha hecho posible la construcción del héroe”, remachó el actual dirigente del sindicato, José María Fidalgo.

Telón de ‘La Internacional’

La noche de glosa al ex secretario general de CCOO avanzó fogueada con el calor cercano de los suyos y los adversarios. Desde la ovación que le rindieron a su llegada, a las 19.05, hasta la apoteósica cantata final, La Internacional, puño en alto (no el de Fidalgo, por cierto), a las 21.20. Himno esponjado con los gritos de “¡Mar-ce-li-no! ¡Jo-se-fi-na!” y la grada, a rebosar, en pie.

“Éste es un acto justo para un hombre y una mujer honestos”. José Luis Rodríguez Zapatero arrancó su loa con los mismos útiles que los demás intervinientes. Coherencia, valentía. “Tenemos que expresar nuestro orgullo colectivo hacia los padres fundadores de la libertad y la democracia. Y Camacho lo es”. “Sí, Marcelino”, concluyó el presidente del Gobierno, “ha merecido la pena”. Zapatero barrió después para casa. Son ya 20 acuerdos  laborales los que su Ejecutivo ha promovido, recalcó. “Hago votos por el futuro del buen entendimiento sindical y por los pactos con la patronal”.

“Un ciudadano ejemplar”

“Tu vida es la historia de un compromiso”, le dedicó el líder de CCOO Madrid. “Es un rojo, rojo, partidario de la emancipación social”, subrayó Agustín Moreno, miembro de la ejecutiva confederal del sindicato. Para José María Cuevas, el ya ex presidente de la patronal, Camacho “es todo un resistente”. “Un ciudadano ejemplar”, según Cándido Méndez, líder de UGT. A Nuria Rico, secretaria de Juventud de CCOO, la voz se le quebró la voz al hablar de Marcelino. La emoción podía. Con tanto hervor, sentaron frías las palabras de Antonio Gutiérrez, sucesor de Camacho y enemigo político (véase la asamblea de 1996).

Atizaron el fuego de la nostalgia las imágenes históricas de Camacho. El canto vivo de José Antonio Labordeta y Luis Pastor. El Para la libertad de Miguel Hernández en boca de Pilar Bardem. La desgarradora voz de Núria Espert. Otra maestra. El auditorio se tumbó cuando recitó Galope, de Rafael Alberti. “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”. Un himno que Camacho también porta bajo el brazo.

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