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El bumerán de Rajoy

La moción de censura virtual contra Zapatero acabó en un debate de investidura bis

GONZALO LÓPEZ ALBA

El resultado del debate de la nación celebrado esta semana en el Congreso de los Diputados puede resumirse, en términos políticos, en dos ensayos y un fracaso. José Luis Rodríguez Zapatero logró una investidura bis como presidente y Mariano Rajoy fracasó en el ensayo de una moción de censura virtual.

El discurso del líder del PSOE fue, más allá del juicio que merezca el análisis sosegado de las medidas que planteó, un ejercicio de realismo político y una demostración de su capacidad de reacción. Bastó eso para descolocar a sus antagonistas, que a la vista de sus discursos han acabado por creerse su propia propaganda, la que presentaba a Zapatero como un político en fase terminal, de espaldas a la realidad y al borde del final de su ciclo, al que únicamente hacía falta darle un empujoncito hacia el descrédito final. Sólo así se entiende la falta de reflejos de la oposición no sólo de Rajoy al descubrir que, según el patrón de su propia literatura, Alicia había regresado del País de las Maravillas.

Zapatero fue investido presidente, por segunda vez, el 11 de abril de 2008. El programa de Gobierno que entonces presentó no podía estar construido si no sobre el escenario del final de la legislatura anterior, cuando las alarmas de la crisis no hacían presagiar ni a los que ahora alardean del 'yo ya lo dije' que fuera a tener la profundidad y velocidad de carcoma con que luego se ha desplegado. La economía española había crecido un 3,3% en el último trimestre de 2007 y el año se había cerrado con superávit y la menor tasa de paro de la democracia. Un año después, el crecimiento era de menos 2,9%, las cuentas públicas deficitarias y el paro galopante. El abrupto cambio había dejado prematuramente caduca aquella hoja de ruta y la adaptación al nuevo escenario era una exigencia insoslayable. Adaptarse o perecer.

Mientras, guiado por la euforia infundada con que los partidos suelen acoger los resultados electorales cuando les son favorables, el PP había venido abonando desde las elecciones gallegas y vascas del 1 de marzo la teoría del fin de ciclo del zapaterismo y amagando con la posibilidad de presentar una moción de censura si el resultado de los comicios europeos del 7 de junio le resultaba favorable.

Rajoy ha sido víctima de aquella euforia y, de nuevo, del desdén hacia su adversario. La eficacia de la moción de censura, que no ha vuelto a plantearse desde el fracaso del conservador Hernández Mancha en 1987, no se mide tanto por el parámetro de la aritmética parlamentaria que conduzca a la remoción del presidente cuanto por la 'erosión de éste, la consolidación de un líder alternativo y la oficialización de un programa de Gobierno de recambio', como explica el profesor Enrique Guerrero Salom, ex secretario general de Relaciones con las Cortes (Crisis y cambios en las relaciones Parlamento-Gobierno). Si no se cumplen esos requisitos, se convierte en un bumerán que refuerza al Gobierno al demostrar la irrelevancia de la oposición como alternativa. Y esto fue lo que ocurrió.

Ofuscado en el papel de cronista de la crisis, Rajoy limitó su alternativa programática a consideraciones del tipo 'algo habrá que hacer', abismándose él solo en un agujero negro. El líder de la oposición dispuso de tres horas desde que finalizó el discurso del presidente hasta que le correspondió subir a la tribuna para presentar su alternativa, tiempo suficiente para convocar de urgencia al gobierno en la sombra del que se ufana y articular, si no una respuesta a las 11 medidas presidenciales, al menos argumentos para desmontar sus bondades. Nada de eso hubo, con lo que extendió las dudas sobre su liderazgo al conjunto del equipo de lo rodea.

Lo que vino después podría calificarse de empate técnico, que a la postre beneficia al líder socialista. La soledad parlamentaria de Zapatero se demostró simétrica a la de Rajoy. Si ninguna de las minorías quiere aparejarse con Zapatero y todas le plantearon un moción de reprobación, tampoco ninguna quiere ir del brazo de Rajoy. La resultante es ventajosa para el presidente porque el Gobierno está soportado por un grupo con más diputados que el conservador y, además, tiene la chequera para negociar adhesiones.

El PP intentará recuperar posiciones el martes, en la segunda vuelta del debate, cuando se votarán las propuestas de resolución, que tienen acreditada con todos los gobiernos un largo historial de incumplimientos. El Gobierno da por descontado que encajará algún gol, entre otras razones porque, guiado por la necesidad de revancha, el PP no tendrá empacho en sumar sus votos a los de cualquier otro grupo, con independencia del contenido de la propuesta, con tal de infligir alguna derrota al Ejecutivo. Pero para entonces ya será inamovible la imagen de que Rajoy perdió su mejor oportunidad, un juicio que comparten sus correligionarios. El PSOE volverá a ensayar la geometría variable, buscando con CiU el acuerdo para las reformas económicas, con ERC-IU-ICV para las políticas sociales y utilizando de comodín el Grupo Mixto, con especial atención al BNG y a Coalición Canaria, que suman cuatro de los siete votos necesarios para alcanzar la mayoría absoluta.

Cuando el martes concluya la función, la clave del futuro devenir político seguirá estando, a la espera de que el PNV complete su ciaboga, en la resolución del conflicto de la financiación autonómica. Pero ya lo dijo Mao Zedong: 'Toda larga marcha empieza por un pequeño paso'. Lo que ahora esperan los ciudadanos es que Gobierno y oposición se apliquen las últimas palabras de Zapatero: 'Señorías, a la tarea'.

 

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