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Un plan español contra los guetos de inmigrantes

El Gobierno extenderá el programa piloto para barrios calientes de Andalucía al resto del país y antes de final de año presentará una estrategia nacional contra el racismo y la xenofobia

DANIEL AYLLÓN

Después de recibir a cinco millones de inmigrantes en los últimos 10 años, el mayor aumento mundial, España se enfrenta ahora al riesgo de su segregación y exclusión social. A la dificil integración de las segundas generaciones y la proliferación de brotes y manifestaciones racistas, se ha unido la crisis económica, otra amenaza a la cohesión social. En los últimos meses, la tasa de paro entre los inmigrantes ha crecido hasta el 27,1%, frente al 15,2% general.

Para evitar la proliferación de guetos y la segregación, el Ministerio de Trabajo e Inmigración presentó en febrero el Plan Piloto de Actuación Integral en zonas sensibles en Andalucía. La intención del Gobierno es ampliarlo a otras autonomías el próximo año, según la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí. El Ejecutivo socialista prevé además presentar después del verano una estrategia nacional contra el racismo y la xenofobia.

En 1996, los extranjeros extracomunitarios representaban el 0,7% de la población española; en 2008, el 8,97%. La llegada de inmigrantes se produce en algunos territorios con tanta rapidez la población extranjera de Melilla creció el año pasado un 17% que los servicios sociales no tienen recursos para asistir a la población. El eje central del Gobierno para favorecer la integración es el Fondo para la Integración de los Inmigrantes, que lanzó el Gobierno del PP en 2004 con ocho millones de euros y que alcanzó su máximo en 2007 y 2008, con 200 millones.

Barrios calientes

Las campañas del Gobierno están dirigidas sobre todo a barrios con una 'importante presión migratoria', elevado índice de absentismo escolar y desempleo, desvertebración del tejido social, degradación del hábitat urbano, así como un nivel socioeconómico bajo, según detalla Rumí.

Estas circunstancias coinciden con las que, décadas atrás, favorecieron la creación de guetos de inmigrantes (de autoprotección y exclusión) en países como EEUU, Alemania, Francia o Inglaterra. España tiene a su favor esa experiencia previa y no está repitiendo algunos de los errores en los que cayeron otros gobiernos.

En Londres, Berlín y Nueva York, por ejemplo, se impuso el modelo de exclusión sociocultural y proliferaron barrios divididos por nacionalidad o religión. El Gobierno galo, en cambio, intentó imponer un modelo asimilacionista, forzando que los inmigrantes asumiesen la cultura francesa al llegar al país, lo que abrió una brecha social entre extranjeros y autóctonos.

Otra experiencia francesa a tener en cuenta fue el efecto negativo de la construcción de barrios enteros de viviendas de protección oficial en ciudades como París. La experta en inmigración del Real Instituto El Cano Carmen González recuerda que 'los inmigrantes, al tener los sueldos más bajos, fueron los principales beneficiarios de este tipo de vivienda', de modo que cientos de miles de familias extranjeras se trasladaron a estas barriadas, las banlieues, que se convirtieron en guetos. En 2005, la situación explotó con la quema de cerca de 28.000 coches por parte de las segundas generaciones de estos colectivos desintegrados. González concluye que 'en España, algo negativo como la falta de políticas de vivienda pública, sin querer, está siendo positivo para evitar la segregación que hubo en Francia'.

A diferencia de París, el dibujo de la inmigración en ciudades como Madrid o Barcelona está más repartido. De los 21 distritos de la capital, 11 tienen más de un 15% de población inmigrante. 'Y ninguno está por debajo del 10%', explica la directora general de Inmigración del Ayuntamiento de Madrid, Laura López. El barrio con mayor densidad de extranjeros no está en la periferia, sino junto a la Puerta del Sol: el 27% de la población del barrio Centro es extranjera.

Los expertos destacan asimismo que sucesos violentos como los El Ejido (Almería), en 2000 han sido hechos aislados desde que la inmigración empezó a ser masiva en España. La principal amenaza son ahora los disturbios que podrían llegar en unos años si se produce un desarraigo de las segundas generaciones.

Para evitar la exclusión social de los menores, Catalunya puso en marcha dos proyectos educativos: los Espacios de Bienvenida Educativa (los municipios de Vic y Reus fueron pioneros, en el curso 2008-2009) y los cupos de inmigrantes en las escuelas. Los primeros acogen durante unos meses a los alumnos con problemas lingüísticos o de nivel educativo. Esta idea fue tildada de segregacionista desde su implantación, ya que, durante un periodo variable, los menores reciben atención al margen del resto de niños.

Con los cupos, algunos ayuntamientos trasladan a menores inmigrantes a colegios alejados de su domicilio, pero con menores índices de población extranjera. En el municipio barcelonés de Mataró (119.780 habitantes: 15,7% de inmigrantes, 100 nacionalidades y 120 lenguas distintas), cada colegio tiene un cupo mínimo del 20% de extranjeros por aula.

El principal rechazo a estas políticas ha llegado de los municipios con alcaldías del PP, como Madrid. 'Estos traslados no son positivos. Los colegios tienen que estar cerca de las casas de estos chicos. Hay que verles como ciudadanos, no como miembros de cupos', opina Laura López. En la capital, algunos colegios públicos tienen desde hace años un porcentaje de alumnado extranjero superior al 95%.

Entre las iniciativas que han presentado otras provincias, destaca la propuesta de contrato de integración del País Valenciano de 2008, aunque finalmente no salió adelante.

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