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Periodismo, no sin preguntas

Se reservaron para momentos excepcionales, pero hoy las comparecencias sin preguntas ante los medios o vídeos con declaraciones políticas se repiten

EFE

Históricamente se reservaron para momentos excepcionales, pero hoy las comparecencias sin preguntas ante los medios o las ofertas de vídeos con declaraciones políticas se repiten. Para unos supone un límite al trabajo de los periodistas, para otros el deseo de los partidos de marcar sus mensajes en cada momento.

Hasta tal punto ha indignado a la clase periodística el último vídeo del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, en la que reaccionaba al archivo del 'caso Gürtel', que, además de las protestas de las organizaciones profesionales, un manifiesto lanzado en Facebook por el periodista Carlos Hernández-Echevarría condenando estas prácticas ha recibido cerca de 3.000 adhesiones en cinco días.

La grabación de Camps, que además simulaba una rueda de prensa inexistente, sencillamente porque no había periodistas, es uno más en la relación de casos en que los políticos prescinden de dar explicaciones a los periodistas. Basta con consultar los bancos de datos para detectar algunos ejemplos.

En 2006, tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como el líder de la oposición, Mariano Rajoy, utilizaron este formato. El primero para presentar a Miguel Sebastián como candidato a la alcaldía de Madrid (25 de octubre) y Rajoy para fijar su postura sobre el proceso de negociación del Gobierno con ETA (29 de junio).

El ex lehendakari Juan José Ibarretxe la ha utilizado esporádicamente, en una de las ocasiones para opinar sobre la condena del 'caso Atutxa' (22 enero de 2008), y es una práctica habitual de los portavoces de Batasuna y su entorno.

Este año, el ex ministro de Defensa Federico Trillo rechazó ser preguntado tras valorar la sentencia del Yak-42 (19 de mayo) y también lo hizo en la sede del PP el ex consejero madrileño de Justicia Alfredo Prada, en relación al espionaje del que supuestamente había sido objeto (22 enero).

Los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, difieren a la hora de abordar esta cuestión. El director de Comunicación del PSOE, Juan Antonio Blay tiene claro que: 'desaconsejaré fervientemente una comparecencia sin preguntas'. 'Los políticos tienen la obligación ética y moral de comparecer. No hay que tener miedo a la transparencia', dice Blay, para quien 'puede haber excepciones, pero una cada año, o cada cinco años'.

En el PP, su secretario de Comunicación, Carlos Floriano, defiende este formato en los casos en que 'el partido quiera fijar su posición sobre temas de interés de los ciudadanos. De admitirse las preguntas éstas podrían centrarse en cuestiones que no tienen que ver con el objeto de la comparecencia'. El problema es que en el ámbito de la comunicación política 'confluyen dos intereses distintos, no siempre coincidentes: el de la prensa para encontrar el punto interesante a la noticia, por buscar audiencias amplias, y el de los políticos por marcar el mensaje en cada momento', explica Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública.

Arroyo, que ha sido asesor de políticos como Carme Chacón o María Teresa Fernández de la Vega, cree que se debe establecer un 'cierto equilibrio' entre 'la libertad de los portavoces para fijar los momentos en que quieren dar las informaciones y el derecho de la prensa a saber y a conocer'. Pero 'si alguien convoca una rueda de prensa y luego no admite preguntas, no sabe de qué va la profesión y está vulnerando un código de democracia', agrega Arroyo.

Este formato, advierte Xavier Roig, consultor de comunicación estratégica, 'se está poniendo de moda, como un procedimiento a corto plazo para salir, lo menos mal parado, de una situación de crisis en una organización'. Pero 'trae complicaciones en el medio y largo plazo', explica Roig, quien fue jefe de gabinete de Pasqual Maragall (1983-1996) y asesoró en las campañas del presidente del F.C. Barcelona Joan Laporta (2003) y de Michelle Bachelet (Chile, 2005).

Utilizadas a lo largo de la historia en situaciones excepcionales, esta técnica se ha ido rebajando de nivel al ser empleada por 'políticos que no son los máximos líderes', porque -dice Roig- 'estamos viviendo unos momentos de tensión extrema y hay miedo a hacer frente a la prensa'. Sin embargo -afirma- 'esos formatos no mejoran la percepción que los ciudadanos tienen de los políticos'.

Como ejemplo de una estrategia totalmente opuesta, Roig expone cómo los asesores de Bill Clinton en la última fase de su segundo mandato, en plena crisis Lewinsky, decidieron, tras un intenso debate, que el entonces presidente de los EEUU tenía que dar explicaciones y hacerlo lo mejor posible, y 'se hartó de responder y responder a los periodistas', explica. El director de Mas Consulting España, Daniel Ureña, cree que estos métodos 'limitan mucho el papel del periodista' y el abuso de los mismos 'mina la confianza de los periodistas respecto a los políticos'.

El responsable de esta empresa, que en los últimos cinco años ha formado a líderes de más de diez partidos políticos de toda España, afirma: 'nosotros desaconsejamos estas prácticas'. 'Los periodistas valoran cuando los portavoces comparecen, por eso tienen que estar preparados, lo que no sucede siempre', afirma Ureña, quien relata que el primer político que recibió formación de portavoces fue J.F. Kennedy, quien 'adecuó su discurso a la televisión'. 'Y eso es lo que hay que hacer -dice-. Los políticos han de adaptarse a los medios y no al revés. A veces es duro para el político, pero el que usa esa regla triunfa'.

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