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Laporta insufla moral a las hastiadas bases soberanistas

Manifestaciones y protestas pero también actos cívicos y festivos protagonizan la Diada

FERRAN CASAS / JORDI BENAVENTE

Desde que apareció en la Plaza Urquinaona, lo de Joan Laporta fue un baño de masas. El sentimiento culé (aderezado con los cinco títulos en lo que llevamos de año) se fundía con el independentista. El soberanismo crece pero ni ERC en un momento entre malo y malísimo ni una CDC que sigue timorata en este asunto son capaces de dar respuesta a una masa cansada y frustrada que este viernes, más que de un Estatut que ocupó y preocupó a los políticos, se refugió en el desacomplejado Laporta y en Arenys para no amargarse otra Diada. Sea por el gancho del president del Barça o porque la manifestación de la sociedad civil permitía a muchos manifestarse al margen de partidos, la marcha independentista estuvo concurrida. Ni ERC ni el independentismo extraparlamentario pincharon, pero lo cierto es que Laporta llenó.

Todos querían chocarle la mano o robarle una foto. Laporta había aparecido en mangas de camisa, informal y sonriente, para unirse a los que pedían un estado propio para Catalunya. 'Estoy aquí porque suscribo estas demandas y porque, como catalán, siendo la Diada, era mi deber', declaró a Público entre foto y foto.

Sujetando una inequívoca pancarta con el lema Som una nació, volem un estat propi, Laporta estuvo flanqueado por el sonriente alcalde de Arenys de Munt, Carles Móra (la otra estrella del día), el sociólogo Salvador Cardús, el historiador Jordi Bilbeny, el periodista Miquel Calzada y el actor Joel Joan, entre otros.

Animando la rúa, encima de un camión, la incombustible Companyia Elèctrica Dharma ponía la nota festivo-musical al evento. Detrás de ellos, unas 30.000 personas.

Sólo los minoritarios pitos a la israelí Noa empañan los actos del Parc de la Ciutadella: 'Esta chica ha apoyado una guerra'

'¡Mételes caña!', le gritaba un espontáneo a un Laporta que no se ubica aún en ningún partido pero a quien le encanta coquetear con la idea del paso a la política. Otros simplemente aplaudían y los menos dudaban sobre lo que pueda salir de toda la masa soberanista que no encuentra acomodo en ninguna sigla. Tampoco en el Reagrupament.cat del ex de ERC Joan Carretero, a tenor de las encuestas y de las poco más de 300 personas que este viernes le acompañaron en su acto central de la Diada para homenajear al general Moragues, héroe de la Guerra de Sucesión.

Laporta tuvo un día completo. Al frente de la delegación delBarça por la mañana fue, al igual que los representes del Joventut de Badalona y los castellers, de los pocos que no tuvo que soportar una intensa pitada al realizar la ofrenda floral a Rafael de Casanova en su monumento en la Ronda de Sant Pere. El espectáculo anual ya raya lo dantesco y ya hay quien se plantea cambiar de formato ante la dificultad de cambiar de público. Este año, al habitual desfogue de los antitodo se sumaron algunos trabajadores que pagan los efectos de una crisis que no han provocado.

Laporta también estuvo en el emotivo acto institucional del Passeig dels Til·lers. Pero allí no fue él el protagonista. Lo fue la cantante israelí Noa, que sufrió un boicot menos severo de lo previsto pero no por ello menos bochornoso y polémico. Cuando empezó a entonar El Cant dels Ocells, medio centenar de personas mostraron pañuelos palestinos y carteles pidiendo boicot al belicoso Estado de Israel. Cinco o seis de ellos le pitaron, lo que provocó enfados. '¡Callaros, maleducados!', gritaba una señora. 'Esta chica ha apoyado una guerra', le replicaban mientras aplausos espontáneos acallaban los silbidos. Al terminar, Noa leyó un pequeño discurso en catalán: 'Espero poder cantar algún día en el acto en el que Israel y Palestina firmen la paz', zanjó.

Pero la polémica corrió como la pólvora entre los políticos. Sólo ICV-EUiA mostró algo de comprensión al indicar de nuevo que su elección por parte de un Govern del que forma parte y de un Parlament en el que integra la Mesa era 'poco acertada'. Quien más duramente les enmendó fue el vicepresidente Carod-Rovira, de ERC, que aunque a menudo no lo parezca es su socio en el Govern. Avisó que, al paso que va, Barcelona acabará 'compitiendo con Teherán' y ganándose un lugar en el mapa de la 'judeofobia'.

La Diada de Laporta y de Noa, del Estatut y de Arenys despejó pocas incógnitas y mostró, pese al ambiente festivo y la falta de incidentes callejeros, la desorientación del catalanismo ante la que se le viene encima.

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