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A Josué le aburre su crimen

El acusado del asesinato de Palomino, a punto de dormirse mientras proyectaban el vídeo de la puñalada

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

'Mírale. Sinvergüenza'. En el silencio de la sala, la voz de Carmen resonó aunque había pronunciado sus palabras a media voz. A pesar de su avanzada edad, ella ha acudido puntual a la Audiencia Provincial de Madrid para asistir a todas las sesiones del juicio por el asesinato de Carlos Palomino. Era su nieto.

Ayer, durante la tercera, Carmen no pudo evitar las lágrimas mientras se proyectaban las imágenes grabadas por las cámaras del Metro en las que se ve con nitidez cómo se produjo la agresión que acabó con la vida de su nieto Carlos.

Tampoco pudo reprimir ese 'sinvergüenza' cargado de indignación al ver al acusado, Josué Estébanez, mirar sin mover un músculo de la cara las imágenes que le mostraban clavando la navaja en el pecho de Carlos. Una frialdad que, en algunos momentos, llevó al joven militar a tener que luchar contra sus párpados para no quedarse dormido.

Fue el colofón de una jornada en la que varios testigos reforzaron la tesis de la acusación de que el acusado cometió el asesinato por motivos ideológicos. Los primeros fueron los dos agentes de la Policía Municipal que detuvieron aquella mañana al agresor.

Acudían al lugar avisados de un altercado cerca de la Plaza de Legazpi, cuando vieron como se dirigía hacia ellos un joven al que perseguían varias decenas de personas. Uno de los agentes aseguró que Palomino buscó cobijo en ellos. 'Nos dijo Esos guarros —término despectivo con el que habitualmente los neonazis se refieren a los antifascistas— me quieren matar'. Los agentes recordaron que consiguieron disolver a los perseguidores, aunque después de que el acusado y ellos mismos recibieron numerosos golpes.

Fueron estos policías los que, al registrar al detenido en la ambulancia, descubrieron en uno de sus bolsillos un puño americano. También fueron ellos los que vieron cómo Josué arrojaba en su huida algo bajo un coche que hizo 'un sonido metálico'. Como reconoció el propio acusado en el juicio, era la navaja utilizada en el crimen que, sin embargo, nunca pudo ser hallada.

Uno de los agentes destacó que cuando llevaba al militar hacia el hospital para que le atendieran de las heridas ocasionadas por los golpes, él y su compañero le recriminaron que llevara el puño americano. '¿Les dijo algo?', le preguntó la fiscal. 'No. Él estaba sereno', destacó el agente.

Un tercer testigo reforzó ayer la tesis de que el crimen fue obra de un neonazi y no de un joven apolítico y asustado, como el acusado intentó demostrar en su declaración del primer día. Fue el inspector jefe del Grupo XXI de la Brigada Provincial de Información de la Policía, especializado en grupos radicales de izquierda.

El agente, 'con 12 años en el cargo', destacó que la 'rivalidad ideológica' que existía entre grupos ultras de uno y otro signo provocaba en ocasiones enfrentamientos en los que aparecían navajas, porras, puños americanos y 'algún bate'. En un momento de su declaración, el juez le mostró fotos de la ropa que Josué llevaba el día del crimen, una de ellas de la célebre sudadera Three Stroke, y el policía la identificó con rotundidad como la de 'un skin neonazi'.

El acusado tampoco movió entonces ni un músculo de su cara, pese a que se tambaleaba uno de los argumentos de su defensa. Carmen, sin embargo, se permitió una tímida sonrisa.

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