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Gruyère genovés

La 'trama Gürtel' hunde sus raíces en los principales bastiones del PP

GONZALO LÓPEZ ALBA

El enemigo estaba en casa. La primera entrega judicial de Gürtel, que prueba con todo lujo de detalles cómo el entramado de corrupción hunde sus raíces en los principales bastiones electorales del PP, ha dejado la organización política como un queso de Gruyère. Y no sólo eso. También ha sacado a la luz las guerras subterráneas por el poder, reavivando aquellas que estaban aletargadas a la espera de mejor ocasión leáse Aguirre, Gónzalez Pons, Zaplana, los hermanos Costa.... La suma de ambas circunstancias deja en la práctica al PP y a Mariano Rajoy invalidados como alternativa de Gobierno a corto plazo. No sólo por motivos éticos, sino de aritmética electoral. Presumir que el PP no pagará por todo ello una factura electoral, grande o pequeña, antes o después, por más que así lo sugieran las encuestas del momento sería tanto como presumir una podredumbre cívica.

La distribución geográfica de la población de España y el reparto territorial de los 350 escaños del Congreso determinan que los ciudadanos de cuatro comunidades autónomas elijan exactamente a la mitad más uno de los diputados; es decir, la mayoría absoluta. Dos son de predominio socialista: Andalucía y Catalunya; las otras dos, de hegemonía conservadora: Madrid y Comunidad Valenciana.

Camps acaricia la tentación de buscar la exculpación en un plebiscito popular

A esta geografía electoral se acomodan de forma llamativa los hilos de la telaraña de Gürtel, que tiene precisamente en Madrid y Valencia su eje principal. Madrileños y valencianos eligen a 78 diputados y en las últimas elecciones generales dieron al PP una prima de ocho, uno más de la diferencia que impidió a Zapatero alcanzar la mayoría absoluta. Siendo de 16 escaños la ventaja global de los socialistas, la estrategia de la derecha para lograr un vuelco político en 2012 pasaba por mantener intactos sus bastiones y ganar posiciones en Catalunya y Andalucía, donde los socialistas prácticamente tocaron techo en 2008. Así se explica que Rajoy haya elegido como referente en Catalunya la cara amable de Alicia Sánchez Camacho, en un intento de rebajar el perfil anticatalán del PP para desmovilizar el voto de rechazo que se refugia en el PSC; y su gran ofensiva en Andalucía, donde guiado por Javier Arenas desafió al PSOE con una demostración de fuerza en su santuario de Dos Hermanas.

Con esta cartografía electoral, corren tanto el PSOE como el PP el peligro de creer en la inmovilidad de los votos, más ahora que Francisco Camps acaricia la tentación de buscar la exculpación judicial en el plebiscito de unas elecciones anticipadas, aprovechando la endeblez del liderazgo socialista de Jorge Alarte y los réditos de haber patrimonializado la identidad valenciana. El PSOE maneja encuestas que coinciden con las publicadas en que el PP lo aventaja en más de tres puntos en intención de voto, lo que puede inducir a los conservadores a concluir que su electorado es impermeable a la corrupción. Coinciden también en que el votante socialista desencantado se refugia en la abstención, lo que puede llevar al PSOE a confiar en que las evidencias de corrupción del PP neutralizarán la posibilidad de un vuelco electoral.

El malestar social y la corrupción son un caldo de cultivo de las opciones populistas

Ahora que Rajoy ha empatado con Zapatero en su renuencia a reconocer la evidencia adversa la crisis, el presidente; la corrupción en su partido, el jefe de la oposición, pero ha demostrado que lo aventaja notablemente en incapacidad para reaccionar y rectificar, deberían advertir ambos partidos que sus debilidades favorecen el crecimiento de fuerzas como la UPyD de Rosa Díez, a la que algunos sondeos atribuyen un salto de uno a cuatro escaños. Aunque la intención de voto hacia este partido pueda estar inflada por la lejanía de las elecciones, el pronóstico constituye una seria llamada de atención porque el malestar social, la incertidumbre y la corrupción política son tres ingredientes que favorecen a este tipo de formaciones, de corte populista y basadas en un liderazgo unipersonal de estética outsider. Sin ánimo de comparar ni de alarmar, no estaría de más echar la vista atrás para recordar que el fascismo encontró su caldo de cultivo en la Gran Depresión de 1929.

A más de dos años para las elecciones generales, nada está ganado ni perdido. Pero, para los socialistas se ha convertido en un imperativo cambiar el ánimo social, abatido por la crisis y por el riego de desesperanza con que la derecha trata de anegarlo todo. Y para el PP, jubilar a la generación de José María Aznar es requisito previo para plantear una alternativa con asomo de credibilidad, como le ocurrió al PSOE cuando tuvo que jubilar a la generación de Felipe González para barrer las inmundicias de Filesa y los GAL.

No se trata sólo de Camps, y menos aún de Ricardo Costa. Las entregas pendientes de Gürtel pondrán en el disparadero a otros dirigentes. De la misma forma que nunca se puede sacar del cesto un solo ramillete de cerezas, porque cada uno trae enganchado otro, así ocurre con Gürtel. La imputación de Jesús Sepúlveda arrastra a su ex mujer, Ana Mato, y la presunta implicación de la vicesecretaria de Organización pondrá bajo el foco a Javier Arenas, de quien fue mano derecha. Lo mismo ocurre con el ramillete de Alberto López Viejo, de la cuadrilla de Alejandro Agag, el yernísimo. Rajoy no puede cortar cabezas porque con el mismo filo se cortaría la mano.

El domingo pasado en esta crónica se atribuyó erróneamente a Eduardo Zaplana haber dicho que estaba en política 'para forrarse'. Lo que dijo el ex ministro fue: 'Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado. Me lo gasto todo en política'.

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