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El 're-conocimiento' de Unamuno

Un biznieto del escritor cree que la universidad aún no se ha repuesto de la 'pequeñez mental' del franquismo

MARÍA SERRANO

'La figura de Unamuno ha sufrido la dudosa suerte de ser reivindicada y denostada por casi todos, algo que le habría hecho feliz, imagino, una prueba de su complejidad y de su libertad a la hora de plantear los problemas”. Enrique Santos Unamuno, profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Extremadura, responde sin pelos en la lengua sobre la figura de su bisabuelo, destituido como rector y concejal de Salamanca tras su enfrentamiento con Millán Astray –“¡Mueran los intelectuales!”, gritó el general–.

“Quizás ha llegado el tiempo de dejar de reconocerle y empezar a conocerle. El problema es que el conocimento es cosa de estudiosos; la imagen pública, para funcionar, tiene que ser reconocible, un cliché, una topografía de palabras y eventos memorables. Unamuno es, a día de hoy, un excelente reclamo turístico para Salamanca. Ironías del destino”, explica su biznieto.

A su juicio, el escritor vasco ha suscitado ya suficiente atención y reconocimiento como para que se hable de una reparación necesaria. “Prefiero confiar en que su ejemplo mediático y emblemático pueda arrastrar tras de sí otros nombres menos conocidos, además de la propia figura y consideración del profesor universitario (o de cualquier tipo) en relación con el funcionamiento de las instituciones”, defiende.

Crítico y “poco amigo de rituales”, Santos Unamuno considera que la universidad española aún no se ha repuesto de la “pequeñez mental” del franquismo: “Aún estamos recuperándonos de la instauración de la mediocridad, el servilismo y la mala fe (mucha fe y muy mala)”.

Y va más alla: “Una intrahistoria de la universidad estaría entre lo satírico y lo patético”. Su visión acerca de la ley de memoria histórica no es más alentadora: “Sólo respeto las memorias individuales y familiares. Huelga decir que los vencedores rentabilizaron y siguen rentabilizando su triunfo, pero también hay quien ha monopolizado la memoria de la derrota de forma fraudulenta”.

Con la misma rotundidad, define la figura de su bisabuelo: “A pesar de estar lleno de contradicciones vitales e ideológicas, era un hombre honesto, un estudioso hambriento de saber. Una buena persona que quizá se vio en la condición de hablar y escribir demasiado, envuelto, al final de sus días, en el desgarro vital de ver cómo toda una época tocaba a su fin a manos de lo que más detestaba: la cerrilidad y la violencia”.

El discípulo predilecto de Unamuno corrió peor suerte. El 7 de octubre de 1936, Salvador Vila, rector de la Universidad de Granada, fue detenido junto a su esposa y ya nunca volvieron a verse. Vila fue fusilado en el barranco de Víznar, muy cerca de la fosa donde supuestamente está enterrado Federico García Lorca. Aunque considera que la reparación moral es la más importante, su hijo, Salvador, cree que el Gobierno tendría que anular esas sentencias sin necesidad de que lo soliciten los familiares.

Cuenta su biógrafa, Mercedes del Amo, que la primera vez que colgaron un retrato de Vila como homenaje en la Universidad de Granada, hace tres décadas, fue acompañado de la leyenda “fallecido en Granada”. El cuadro fue dignificado hace unos años con una nueva inscripción. Su familia, evidentemente, quería que todo el mundo supiese que el rector Vila no falleció, sino que fue fusilado, que es completamente distinto.

En Granada, durante el verano del 36, fueron asesinados cinco catedráticos y un profesor auxiliar. Vila fue el último en caer, al marcharse con su familia de vacaciones a Salamanca, donde disfrutó sus últimos días con su maestro, Unamuno. “Vencer no es convencer”, que diría el escritor vasco.

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