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Rafael Cuiña, el verso suelto del PP gallego

PSdeG y BNG rechazan la gallegofobia de Feijóo. Algunos conservadores, también: es el caso del hijo del ex delfín de Fraga

HENRIQUE MARIÑO

El nacionalismo sale a la calle. Los socialistas reflexionan. La postura hostil ante el gallego del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha movilizado a la oposición en Galicia, que hace unas tres semanas se plantó en Santiago para entonar un Queremos Galego. Este sábado, siguiente paso: la intelectualidad en torno al PSdeG desplegará su política de salón en un encuentro en el compostelano Teatro Principal.

Unos y otros han mostrado su rechazo al maltrato, dicen, que sufrirá la lengua autóctona con Feijóo instalado en San Caetano.

Impulsados por A Mesa, una organización a favor de la normalización del gallego, se sumaron a la manifestación celebrada en la capital de Galicia: entre la cincuentena de partidos, sindicatos y asociaciones, estaba el BNG, el PSdeG y, sorpresa, algunos militantes del Partido Popular.

Acudieron por su cuenta y riesgo, sin pancartas ni estandartes, conscientes de que el motivo por el que estaban allí —entre banderas blanquiazules trufadas de estrellas rojas de cinco puntas— era únicamente la defensa del idioma vernáculo. Es el caso de Rafael Cuiña, cuyo apellido les retrotraerá a los tiempos de Manuel Fraga, cuando el PP de la boina campaba por la Xunta con Xosé Cuiña —su padre, ya fallecido— como superconselleiro y eterno delfín del hombre al que le cabía el Estado en la cabeza.

'Yo no manifesté en contra del Gobierno sino a favor de nuestra lengua'

'Yo no me manifesté en contra del Gobierno gallego', deja claro Rafael Cuiña, militante con carné, pero alejado de cargos e instituciones. 'Estuve allí a favor de nuestra cultura y de nuestra lengua'. Junto a él, su hijo mayor y su cuñado, Nicolás González, secretario de Sanidad de los socialistas pontevedreses y miembro de la corriente galleguista. 'Había gente de todo pelaje', afirma el vástago del ex titular de Política Territorial. 'Un ambiente 100% plural'.

La marcha, a decir verdad, parecía un juego de mesa anunciado en TV: era apta para personas de 0 a 99 años. Frondosas barbas canosas y niños aupados en los hombros de sus padres. Románticos imberbes y familias que se habían llevado hasta al yerno. 'Hubo a quien se le pasó por la cabeza instrumentalizarla, aunque no fue así. Yo, por inercia familiar, soy del Partido Popular, pero fui con amigos que militan en el BNG. Y sí, también había simpatizantes del PP'.


Lalín, 1972. Hijo de Xosé Cuiña, eterno sucesor de Fraga hasta que llegó el Prestige. Pagó los platos rotos y el petrolero quebrado. Era el rostro del PP de la boina, un Partido Popular con tintes de licor café: casero, tradicional, fuertemente implantado en el rural y rayano en lo folclórico. Como José Luis Baltar, presidente de la diputación de Ourense, rascaba en la garganta y de cuando en vez provocaba dolores de cabeza.

Un galleguismo light al que también estaba adscrito, por ejemplo, Xosé Manuel Barreiro, otro de los candidatos a liderar el partido y hoy presidente del PP lucense. Entonces, los del birrete (una casta más urbanita, plegada a Romay Beccaría y Mariano Rajoy, con un aire más funcionarial y eminentemente centralista) se salieron con la suya y el candidato oficial de Génova, Núñez Feijóo, se hizo con las riendas del partido y, tras el Gobierno bipartito, con las de la Xunta. Hoy, una parte de Galicia enseña sus dientes ante su gallegofobia.

'Galicia Bilingüe son monolingüistas disfrazados de bilingüistas' 

'Es evidente que esta dirección tiene más afinidad con la Administración Central y menos autonomía que el PP de Fraga', comenta Cuiña. No lo es menos que Feijóo es todo oídos para Madrid e, incluso, para un sector que le ha adelantado por la derecha: Galicia Bilingüe, una suerte de Hazte Oír, pero en el plano linguístico. En público, piden el respeto por ambos idiomas, mas no es difícil adivinar su adscripcion españolista y antigallega recalcitrante.

'Me preocupa realmente la influencia de determinados grupos de presión en el PP, que podría pensar que tiene deudas pendientes con ellos por cierto apoyo recibido. La mayor parte de Galicia Bilingüe son monolingüistas disfrazados de bilingüistas en busca de la libertad lingüística. Y habrá gente a la que le metieron en la cabeza que existe una determinada imposición del gallego, que no comparto'.

¿Qué sucedió, al margen del run run mediático-político con epicentro en Madrid, para que parte de la ciudadanía tuviese esa sensación? 'La política de comunicación del Bloque falló en un momento dado. He hablado con Anxo Quintana —ex vicepresidente de la Xunta, BNG— y en su proyecto de las galescolas había buena fe. Le acusaron de batasunizar las guarderías, y no fue así'. Las escuelas infantiles de Feijóo no quieren ni parecerse en el nombre a las ikastolas y han sido rebautizadas como A Galiña Azul (La Gallina Azul).

Algo ha cambiado entre el PP de antes y el de ahora. Es más, habría que preguntarse qué queda de aquella facción. Pese a su travesía en el desierto, recuerda que ahí están Palmou, Barreiro, Bahamonde... 'Hay otro sector que se disfraza con un cierto galleguismo, cuando en realidad son regionalistas populistas', critica Cuiña. 'No voy dando carnés de galleguista a nadie, pero antes el PP miraba desde el Padornelo hacia Galicia y ahora depende más de fuera'.

Respecto a las diferencias, opina que 'las grandes mayorías absolutas eran del centroderecha galleguista; ese plus necesario venía de ahí precisamente'. Y nadie, continúa, 'ocupó ese espacio dentro del PP'. Ahora bien, habría que recordar que algunos ex militantes del partido de la gaviota —junto a históricos políticos locales y provinciales venidos a menos— montaron formaciones de carácter centroderechista y con un rancio toque de galleguismo edulcorado: Terra Galega y —enarbolando las viejas siglas de manera tosca— los refundados Partido Galeguista y Coalición Galega. Estos dos últimos, presentes en la manifestación de Santiago. 

'El sector galleguista del PP habría tenido las cosas más fáciles si hubiese bajado la cabeza ante Madrid. Pero no estaba dispuesto a hacerlo' 

'Lo más destacado era que pensaban en clave gallega. Triunfaron los del birrete, sí, aunque yo no comparto esas denominaciones. Antes no había estos problemas lingüísticos porque con los gobiernos de la época Fraga se consiguieron consensos. Aprobados por unanimidad en el Parlamento, lo cual es muy importante. Ese determinado sector del PP, hoy casi marginal, habría tenido las cosas más fáciles si hubiese bajado la cabeza ante Madrid. Pero no estaba dispuesto a hacerlo', asegura Cuiña, cuyo padre llegó a decir que prefería morir en la arena como los buenos gladiadores a envejecer en las gradas.

Empresario en su villa natal, Rafael no quiere saber nada de sillones ni escaños. 'Estoy en el ámbito galleguista y en él me siento respetado. Me llevo bien con Feijóo y con Quintana. Como no tengo aspiraciones políticas, no me ven como un rival a atacar. Algunos me han sugerido entrar en ella, pero conozco suficientemente ese mundo como para seguir estando como estoy'.

Le tienta, eso sí, teorizar sobre la política de su tierra en una columna que publica periódicamente en el diario digital Vieiros, de corte nacionalista, donde entrevistó al ex vicepresidente de la Xunta. Y no tiene reparos, además de sumarse a una marcha convocada por los progresistas, en presentar —junto a los tótemes del nacionalismo Xosé Manuel Beiras y Camilo Nogueira— la plataforma a favor del gallego ProLingua.

Como él, asegura, hay muchos otros, 'cientos de personas', que militan en el PP y son galleguistas. Algunos se dejaron ver en Compostela para protestar por la política lingüística de Feijóo, que tira por la borda parte de lo conseguido durante lustros. 'Ahora estamos viendo que existe una brecha social. Si hay 50.000 o 100.000 personas protestando en la calle, algo pasa'.

Pilar Ponte

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